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Eliseo y la viuda

Y una mujer de las mujeres de los hijos de los profetas(A) clamó a Eliseo, diciendo: Tu siervo, mi marido, ha muerto, y tú sabes que tu siervo temía al Señor; y ha venido el acreedor a tomar a mis dos hijos para esclavos suyos(B). Y Eliseo le dijo: ¿Qué puedo hacer por ti? Dime qué tienes en casa. Y ella respondió: Tu sierva no tiene en casa más que una vasija de aceite(C). Entonces él le dijo: Ve, pide[a] vasijas prestadas por todas partes de todos tus vecinos, vasijas vacías; no pidas pocas. Luego entra y cierra la puerta detrás de ti y de tus hijos y echa el aceite en todas estas vasijas, poniendo aparte las que estén llenas. Y ella se fue de su lado, y cerró la puerta tras sí y de sus hijos; y ellos traían las vasijas y ella echaba el aceite. Y sucedió que cuando las vasijas estuvieron llenas(D), dijo ella a un hijo suyo: Tráeme otra vasija. Y él le dijo: No hay más vasijas. Y cesó el aceite. Entonces ella fue y se lo contó al hombre de Dios(E). Y él le dijo: Ve, vende el aceite y paga tu deuda, y tú y tus hijos podéis vivir de lo que quede.

Eliseo y la sunamita

Y aconteció que un día pasaba Eliseo por Sunem(F), donde había una mujer distinguida[b], y ella le persuadió a que comiera[c]. Y así fue que siempre que pasaba, entraba allí a comer[d]. Y ella dijo a su marido: He aquí, ahora entiendo que este que siempre pasa por nuestra casa, es un hombre santo de Dios(G). 10 Te ruego que hagamos un pequeño aposento alto, con paredes, y pongamos allí para él una cama, una mesa, una silla y un candelero; y será que cuando venga a nosotros, se podrá retirar allí(H). 11 Y aconteció que un día vino él por allí, se retiró al aposento alto y allí se acostó. 12 Entonces dijo a Giezi su criado(I): Llama a esta sunamita. Y cuando la llamó, ella se presentó delante de él. 13 Y él le dijo a Giezi: Dile ahora: «He aquí, te has preocupado[e] por nosotros con todo este cuidado[f]; ¿qué puedo hacer por ti? ¿Quieres que hable por ti al rey o al jefe del ejército?». Y ella respondió: Yo vivo en medio de mi pueblo[g]. 14 Él entonces dijo: ¿Qué, pues, se puede hacer por ella? Y Giezi respondió: En verdad ella no tiene ningún hijo y su marido es viejo. 15 Y él dijo: Llámala. Cuando él la llamó, ella se detuvo a la entrada. 16 Entonces él le dijo: Por este tiempo, el año que viene[h], abrazarás un hijo(J). Y ella dijo: No, señor mío, hombre de Dios, no engañes a tu sierva(K). 17 Pero la mujer concibió y dio a luz un hijo al año siguiente en el[i] tiempo que Eliseo le había dicho.

18 Y cuando el niño creció, llegó el día en que salió al campo adonde estaba[j] su padre con[k] los segadores, 19 y dijo a su padre: ¡Ay, mi cabeza, mi cabeza! Y el padre dijo a un criado: Llévalo a su madre. 20 Y tomándolo, lo llevó a su madre, y estuvo sentado en sus rodillas hasta el mediodía, y murió. 21 Entonces ella subió y lo puso sobre la cama(L) del hombre de Dios(M), cerró la puerta detrás de él y salió. 22 Luego llamó a su marido y le dijo: Te ruego que me envíes uno de los criados y una de las asnas, para que yo vaya corriendo al hombre de Dios y regrese. 23 Y él dijo: ¿Por qué vas hoy a él? No es luna nueva ni día de reposo(N). Y ella respondió: Quédate en paz. 24 Entonces ella aparejó el asna y dijo a su criado: Arrea[l] y anda; no detengas el paso[m] por mí a menos que yo te lo diga. 25 Y ella fue y llegó al hombre de Dios en el monte Carmelo(O). Y sucedió que cuando el hombre de Dios la vio a lo lejos, dijo a Giezi su criado: He aquí, allá viene la[n] sunamita. 26 Te ruego que corras ahora a su encuentro y le digas: «¿Te va bien a ti? ¿Le va bien a tu marido? ¿Le va bien al niño?». Y ella respondió: Bien. 27 Cuando ella llegó al monte, al hombre de Dios(P), se asió de sus pies. Y Giezi se acercó para apartarla, pero el hombre de Dios dijo: Déjala, porque su alma está angustiada[o] y el Señor me lo ha ocultado y no me lo ha revelado. 28 Entonces ella dijo: ¿Acaso pedí un hijo a mi señor? ¿No dije: «No me engañes(Q)?».

29 Entonces él dijo a Giezi: Ciñe tus lomos(R) y toma mi báculo en tu mano, y vete(S); si encuentras a alguno, no lo saludes, y si alguien te saluda, no le respondas(T), y pon mi báculo sobre el rostro del niño(U). 30 Y la madre del niño dijo: Vive el Señor y vive tu alma, que no me apartaré de ti(V). Entonces él se levantó y la siguió. 31 Y Giezi se adelantó a ellos y puso el báculo sobre el rostro del niño, mas no hubo voz ni reacción[p]. Así que volvió para encontrarlo, y le dijo[q]: El niño no ha despertado(W). 32 Cuando Eliseo entró en la casa, he aquí, el niño estaba muerto, tendido sobre su cama. 33 Y entrando, cerró la puerta tras ambos y oró al Señor(X). 34 Entonces subió y se acostó sobre el niño, y puso la boca sobre su boca, los ojos sobre sus ojos y las manos[r] sobre sus manos[s], y se tendió sobre él; y la carne del niño entró en calor(Y). 35 Entonces Eliseo volvió y caminó por la casa de un lado para otro, y subió y se tendió sobre él(Z); y el niño estornudó siete veces y[t] abrió sus ojos. 36 Y Eliseo llamó a Giezi y le dijo: Llama a la[u] sunamita. Y él la llamó. Y cuando ella vino a Eliseo[v], él dijo: Toma a tu hijo. 37 Entonces ella entró, cayó a sus pies y se postró en tierra, y tomando a su hijo, salió(AA).

Otros milagros de Eliseo

38 Cuando Eliseo regresó a Gilgal(AB), había hambre en la tierra(AC). Y estando sentados los hijos de los profetas(AD) delante de él(AE), dijo a su criado: Pon la olla(AF) grande y cuece potaje para los hijos de los profetas. 39 Entonces uno de ellos salió al campo a recoger hierbas, y encontró una viña silvestre y de ella recogió su falda llena de calabazas silvestres, y vino y las cortó en pedazos en la olla de potaje, porque no sabía lo que eran. 40 Y lo sirvieron para que los hombres comieran. Y sucedió que cuando comían el potaje, clamaron y dijeron: ¡Oh hombre de Dios, hay muerte(AG) en la olla! Y no pudieron comer. 41 Pero él dijo: Traedme harina. Y la echó en la olla, y dijo: Sírvelo a la gente para que coman. Y ya no había nada malo(AH) en la olla.

42 Y vino un hombre de Baal-salisa y trajo al hombre de Dios panes de primicias, veinte panes de cebada y espigas de grano nuevo en su bolsa. Y él dijo: Dalos a la gente para que coman(AI). 43 Y su sirviente dijo: ¿Cómo pondré esto delante de cien hombres? Pero él respondió: Dalos a la gente para que coman, porque así dice el Señor(AJ): «Comerán y sobrará». 44 Y lo puso delante de ellos y comieron, y sobró conforme a la palabra del Señor(AK).

Footnotes

  1. 2 Reyes 4:3 Lit., pide para ti
  2. 2 Reyes 4:8 Lit., una gran mujer
  3. 2 Reyes 4:8 Lit., a comer pan
  4. 2 Reyes 4:8 Lit., a comer pan
  5. 2 Reyes 4:13 Lit., Has tenido temor
  6. 2 Reyes 4:13 Lit., temor
  7. 2 Reyes 4:13 Lit., mis parientes
  8. 2 Reyes 4:16 Lit., cuando el tiempo reviva
  9. 2 Reyes 4:17 Lit., cuando el tiempo revivió en este
  10. 2 Reyes 4:18 Lit., a
  11. 2 Reyes 4:18 Lit., a
  12. 2 Reyes 4:24 O, Guía
  13. 2 Reyes 4:24 Lit., el cabalgar
  14. 2 Reyes 4:25 Lit., He aquí, esta
  15. 2 Reyes 4:27 Lit., amarga en ella
  16. 2 Reyes 4:31 Lit., atención
  17. 2 Reyes 4:31 Lit., dijo, diciendo
  18. 2 Reyes 4:34 Lit., palmas
  19. 2 Reyes 4:34 Lit., palmas
  20. 2 Reyes 4:35 Lit., y el niño
  21. 2 Reyes 4:36 Lit., esta
  22. 2 Reyes 4:36 Lit., él

El aceite de la viuda

La viuda de un miembro de la comunidad de los profetas suplicó a Eliseo:

—Mi esposo, su servidor, ha muerto y usted sabe que él era fiel[a] al Señor. Ahora resulta que el hombre con quien estamos endeudados ha venido para llevarse a mis dos hijos como esclavos.

—¿Y qué puedo hacer por ti? —preguntó Eliseo—. Dime, ¿qué tienes en casa?

—Su servidora no tiene nada en casa —respondió—, excepto un poco de aceite.

Eliseo ordenó:

—Sal y pide a tus vecinos que te presten sus vasijas; que no sean pocas. Luego entra en la casa con tus hijos y cierra la puerta. Echa aceite en todas las vasijas y, a medida que las llenes, ponlas aparte.

Enseguida la mujer dejó a Eliseo y se fue. Luego se encerró con sus hijos y empezó a llenar las vasijas que ellos le pasaban. Cuando ya todas estuvieron llenas, ella pidió a uno de sus hijos que le pasara otra más y él respondió: «Ya no hay». En ese momento se acabó el aceite.

La mujer fue y se lo contó al hombre de Dios, quien ordenó: «Ahora ve a vender el aceite y paga tus deudas. Con el dinero que te sobre podrán vivir tú y tus hijos».

El hijo de la sunamita

Un día, cuando Eliseo pasaba por Sunem, cierta mujer de buena posición le insistió que comiera en su casa. Desde entonces, siempre que pasaba por ese pueblo, comía allí. La mujer dijo a su esposo: «Mira, yo estoy segura de que este hombre que siempre nos visita es un santo hombre de Dios. 10 Hagamos un cuarto en la azotea y pongamos allí una cama, una mesa con una silla y una lámpara. De ese modo, cuando nos visite, tendrá un lugar donde quedarse».

11 En cierta ocasión Eliseo llegó, fue a su cuarto y se acostó. 12 Luego dijo a su criado Guiezi:

—Llama a la mujer sunamita.

El criado así lo hizo y ella se presentó. 13 Entonces Eliseo dijo a Guiezi:

—Dile a la señora: “¡Te has tomado muchas molestias por nosotros! ¿Qué puedo hacer por ti? ¿Quieres que le hable al rey o al comandante del ejército en tu favor?”.

Pero ella respondió:

—Yo vivo segura en medio de mi pueblo.

14 Eliseo preguntó a Guiezi:

—¿Qué puedo hacer por ella?

—Bueno —contestó el siervo—, ella no tiene hijos y su esposo ya es anciano.

15 —Llámala —ordenó Eliseo.

Guiezi la llamó y ella se detuvo en la puerta. 16 Entonces Eliseo prometió:

—El año que viene, por esta fecha, estarás abrazando a un hijo.

—¡No, mi señor, hombre de Dios! —exclamó ella—. No engañe usted a su servidora.

17 En efecto, la mujer quedó embarazada. Y al año siguiente, por esa misma fecha, dio a luz un hijo, tal como Eliseo se lo había dicho.

18 El niño creció y un día salió a ver a su padre, que estaba con los segadores. 19 De pronto exclamó:

—¡Ay, mi cabeza! ¡Me duele la cabeza!

El padre ordenó a un criado:

—¡Llévaselo a su madre!

20 El criado lo cargó y se lo llevó a la madre, la cual lo tuvo en sus rodillas hasta el mediodía. A esa hora, el niño murió. 21 Entonces ella subió, lo puso en la cama del hombre de Dios y, cerrando la puerta, salió. 22 Después llamó a su esposo y dijo:

—Préstame un criado y una burra; enseguida vuelvo. Voy de prisa a ver al hombre de Dios.

23 —¿Para qué vas a verlo hoy? —preguntó su esposo—. No es día de luna nueva ni sábado.

—No importa —respondió ella.

24 Entonces ensilló la burra y ordenó al criado:

—¡Anda, vamos! No te detengas hasta que te lo diga.

25 La mujer se puso en marcha y llegó al monte Carmelo, donde estaba Eliseo, el hombre de Dios. Este la vio a lo lejos y dijo a su criado Guiezi:

—¡Mira! Ahí viene la sunamita. 26 Corre a recibirla y pregúntale cómo está ella, y cómo están su esposo y el niño.

El criado fue y ella respondió que todos estaban bien. 27 Pero luego fue a la montaña y se abrazó a los pies del hombre de Dios. Guiezi se acercó con el propósito de apartarla, pero el hombre de Dios intervino:

—¡Déjala! Está muy angustiada. El Señor me ha ocultado lo que pasa; no me ha dicho nada.

28 —Señor mío —reclamó la mujer—, ¿acaso yo le pedí a usted un hijo? ¿No le rogué que no me diera falsas esperanzas?

29 Eliseo ordenó a Guiezi:

—Arréglate la ropa, toma mi bastón y ponte en camino. Si te encuentras con alguien, no lo saludes; si alguien te saluda, no le respondas. Y cuando llegues, coloca el bastón sobre la cara del niño.

30 Pero la madre del niño exclamó:

—¡Tan cierto como el Señor y usted viven, le aseguro a usted que no lo dejaré solo!

Así que Eliseo se levantó y fue con ella. 31 Guiezi, que se había adelantado, llegó y colocó el bastón sobre la cara del niño, pero este no respondió ni dio ninguna señal de vida. Por tanto, Guiezi volvió para encontrarse con Eliseo y le dijo:

—El niño no despierta.

32 Cuando Eliseo llegó a la casa, encontró al niño muerto, tendido sobre su cama. 33 Entró al cuarto, cerró la puerta y oró al Señor. 34 Luego subió a la cama y se tendió sobre el niño boca a boca, ojos a ojos y manos a manos, hasta que el cuerpo del niño empezó a entrar en calor. 35 Eliseo se levantó y se puso a caminar de un lado a otro del cuarto y luego volvió a tenderse sobre el niño. Entonces el niño estornudó siete veces y abrió los ojos. 36 Entonces Eliseo dijo a Guiezi:

—Llama a la mujer sunamita.

Guiezi así lo hizo y, cuando la mujer llegó, Eliseo le dijo:

—Puedes llevarte a tu hijo.

37 Ella entró, se arrojó a los pies de Eliseo y se postró rostro en tierra. Entonces tomó a su hijo y salió.

El milagro de la comida

38 Eliseo regresó a Guilgal y se encontró con que en esos días había mucha hambre en el país. Por tanto, se reunió con la comunidad de profetas y ordenó a su criado: «Pon esa olla grande en el fogón y prepara un guisado para los profetas».

39 En eso, uno de ellos salió al campo para recoger hierbas; allí encontró una planta silvestre y arrancó varias frutas hasta llenar su manto. Al regresar, las cortó en pedazos y las echó en el guisado sin saber qué eran. 40 Sirvieron el guisado, pero cuando los hombres empezaron a comerlo, gritaron:

—¡Hombre de Dios, esto es veneno![b]

Así que no pudieron comer. 41 Entonces Eliseo ordenó:

—Tráiganme harina.

Después de echar la harina en la olla, dijo:

—Sírvanle a la gente para que coma.

Y ya no hubo nada en la olla que les hiciera daño.

Alimentación de cien hombres

42 De Baal Salisá llegó alguien que llevaba para el hombre de Dios pan de los primeros frutos: veinte panes de cebada y espigas de trigo fresco.[c] Eliseo dijo a su criado:

—Dale de comer a la gente.

43 —¿Cómo voy a alimentar a cien personas con esto? —respondió el criado.

Pero Eliseo insistió:

—Dale de comer a la gente, pues así dice el Señor: “Comerán y habrá de sobra”.

44 Entonces el criado les sirvió el pan y, conforme a la palabra del Señor, la gente comió y hubo de sobra.

Footnotes

  1. 4:1 era fiel. Lit. temía.
  2. 4:40 esto es veneno. Lit. hay muerte en la olla.
  3. 4:42 espigas de trigo fresco. Alt. trigo fresco en su alforja.

El milagro del aceite

Cierta mujer, que había sido esposa de uno de los profetas, fue a quejarse a Eliseo, diciéndole:

—Mi marido ha muerto, y usted sabe que él honraba al Señor. Ahora el prestamista ha venido y quiere llevarse a mis dos hijos como esclavos.

Eliseo le preguntó:

—¿Qué puedo hacer por ti? Dime qué tienes en casa.

Ella le contestó:

—Esta servidora de usted no tiene nada en casa, excepto un jarrito de aceite.

Entonces Eliseo le dijo:

—Pues ve ahora y pide prestados a tus vecinos algunos jarros, ¡todos los jarros vacíos que puedas conseguir! Luego métete en tu casa con tus hijos, cierra la puerta y ve llenando de aceite todos los jarros y poniendo aparte los llenos.

La mujer se despidió de Eliseo y se encerró con sus hijos. Entonces empezó a llenar los jarros que ellos le iban llevando. Y cuando todos los jarros estuvieron llenos, le ordenó a uno de ellos:

—Tráeme otro jarro más.

Pero su hijo le respondió:

—No hay más jarros.

En ese momento el aceite dejó de correr. Después fue ella y se lo contó al profeta, y éste le dijo:

—Ve ahora a vender el aceite, y paga tu deuda. Con el resto podrán vivir tú y tus hijos.

Eliseo y la mujer de Sunem

Un día en que Eliseo pasó por Sunem, una mujer importante que allí vivía lo invitó con mucha insistencia a que pasara a comer. Y cada vez que Eliseo pasaba por allí, se quedaba a comer. Entonces ella le dijo a su marido:

—Mira, yo sé que este hombre que cada vez que pasa nos visita, es un santo profeta de Dios. 10 Vamos a construir en la azotea un cuarto para él. Le pondremos una cama, una mesa, una silla y una lámpara. Así, cuando él venga a visitarnos, podrá quedarse allí.

11 Una vez en que llegó a ese cuarto para quedarse a dormir en él, 12 le dijo a Guehazí, su criado:

—Llama a la señora sunamita.

El criado la llamó, y cuando ella se presentó ante él, Eliseo ordenó al criado:

13 —Dile a esta señora que ha sido tan amable con nosotros, que si podemos hacer algo por ella; que si quiere que hablemos en su favor con el rey o con el jefe del ejército.

—Yo estoy bien aquí entre mi propia gente —respondió ella.

14 —Entonces, ¿qué podemos hacer por ella?

—No sé —respondió Guehazí—. No tiene hijos, y su marido es anciano.

15 —Llámala —dijo Eliseo.

El criado fue a llamarla, pero ella se quedó de pie en la puerta. 16 Entonces Eliseo le dijo:

—Para el año que viene, por este tiempo, tendrás un hijo en tus brazos.

Ella respondió:

—No, mi señor, no engañe un hombre de Dios a su servidora.

17 Pero tal como Eliseo se lo anunció, ella quedó embarazada y al año siguiente dio a luz un hijo. 18 Y el niño creció. Pero un día en que salió a ver a su padre, que estaba con los segadores, 19 comenzó a gritarle a éste:

—¡Ay, mi cabeza! ¡Me duele la cabeza!

Entonces su padre dijo a un criado:

—Llévalo con su madre.

20 El criado lo tomó y lo llevó a donde estaba su madre, la cual lo sentó sobre sus rodillas hasta el mediodía. Entonces el niño murió. 21 Pero ella lo subió al cuarto del profeta, lo puso sobre la cama y salió, dejando cerrada la puerta. 22 Luego llamó a su marido y le dijo:

—Envíame un criado con una asna, para que yo vaya a ver al profeta. Luego volveré.

23 —¿Por qué vas a verlo hoy? —preguntó su marido—. No es luna nueva ni sábado.

—No te preocupes —contestó ella.

24 Y ordenó que le aparejaran el asna, y dijo a su criado:

—Vamos, adelántate. Y hasta que yo te lo diga, no hagas que me detenga.

25 Así ella se fue y llegó al monte Carmelo, donde estaba el profeta. Cuando Eliseo la vio venir a lo lejos, dijo a Guehazí, su criado:

—Mira, es la señora sunamita. 26 Corre a recibirla y pregúntale cómo está, y cómo están su marido y su hijo.

El criado fue, y ella le dijo que estaban bien. 27 Luego llegó al monte en donde se encontraba Eliseo, y se abrazó a sus pies. Guehazí se acercó para apartarla, pero Eliseo le ordenó:

—Déjala, porque está muy angustiada, y hasta ahora el Señor no me ha dicho lo que le ocurre.

28 Entonces ella le dijo:

—Señor, ¿acaso le pedí a usted tener un hijo? ¿No le pedí a usted que no me engañara?

29 Eliseo dijo entonces a Guehazí:

—Prepárate, toma mi bastón y ve allá. Si te encuentras con alguien, no lo saludes; y si alguien te saluda, no le respondas. Luego coloca mi bastón sobre la cara del niño.

30 Pero la madre del niño dijo a Eliseo:

—Juro por el Señor, y por usted mismo, que de aquí no me iré sin usted.

Entonces Eliseo se fue con ella. 31 Mientras tanto, Guehazí se había adelantado a ellos y había colocado el bastón sobre la cara del muchacho, pero éste no daba la menor señal de vida; así que Guehazí fue al encuentro de Eliseo y le dijo:

—El niño no vuelve en sí.

32 Cuando Eliseo entró en la casa, el niño ya estaba muerto, tendido sobre la cama. 33 Entonces entró, y cerrando la puerta se puso a orar al Señor. Sólo él y el niño estaban adentro. 34 Luego se subió a la cama y se acostó sobre el niño, colocando su boca, sus ojos y sus manos contra los del niño y estrechando su cuerpo contra el suyo. El cuerpo del niño empezó a entrar en calor. 35 Eliseo se levantó entonces y anduvo de un lado a otro por la habitación; luego se subió otra vez a la cama y volvió a estrechar su cuerpo contra el del niño. De pronto el muchacho estornudó siete veces, y abrió los ojos. 36 Eliseo llamó a Guehazí, y le dijo:

—Llama a la señora sunamita.

Guehazí lo hizo así, y cuando ella llegó a donde estaba Eliseo, éste le dijo:

—Aquí tienes a tu hijo.

37 La mujer se acercó y se arrojó a los pies de Eliseo; luego tomó a su hijo y salió de la habitación.

El milagro de la comida

38 Después de esto, Eliseo regresó a Guilgal. Por aquel tiempo hubo mucha hambre en aquella región, y una vez en que los profetas estaban sentados alrededor de Eliseo, dijo éste a su criado: «Pon la olla grande en el fuego, y haz un guisado para los profetas.»

39 Uno de ellos salió al campo a recoger algunas hierbas, y encontró un arbusto silvestre del cual tomó unos frutos, como calabazas silvestres, con los que llenó su capa. Cuando volvió, los rebanó y los echó dentro del guisado, sin saber lo que eran. 40 Después se sirvió de comer a los profetas, y al empezar a comer el guisado, ellos gritaron:

—¡Profeta, este guisado está envenenado!

Y ya no lo comieron. 41 Pero Eliseo ordenó:

—Tráiganme un poco de harina.

Y echando la harina dentro de la olla, ordenó:

—¡Ahora sírvanle de comer a la gente!

Y la gente comió, y ya no había nada malo en la olla.

42 Después llegó un hombre de Baal-salisá llevando a Eliseo veinte panes de cebada recién horneados, y trigo fresco en su morral. Eliseo ordenó entonces a su criado:

—Dáselo a la gente para que coma.

43 Pero el criado respondió:

—¿Cómo voy a dar esto a cien personas? Y Eliseo contestó:

—Dáselo a la gente para que coma, porque el Señor ha dicho que comerán y habrá de sobra.

44 Así pues, el criado les sirvió, y ellos comieron y hubo de sobra, como el Señor lo había dicho.

The Widow’s Olive Oil

The wife of a man from the company(A) of the prophets cried out to Elisha, “Your servant my husband is dead, and you know that he revered the Lord. But now his creditor(B) is coming to take my two boys as his slaves.”

Elisha replied to her, “How can I help you? Tell me, what do you have in your house?”

“Your servant has nothing there at all,” she said, “except a small jar of olive oil.”(C)

Elisha said, “Go around and ask all your neighbors for empty jars. Don’t ask for just a few. Then go inside and shut the door behind you and your sons. Pour oil into all the jars, and as each is filled, put it to one side.”

She left him and shut the door behind her and her sons. They brought the jars to her and she kept pouring. When all the jars were full, she said to her son, “Bring me another one.”

But he replied, “There is not a jar left.” Then the oil stopped flowing.

She went and told the man of God,(D) and he said, “Go, sell the oil and pay your debts. You and your sons can live on what is left.”

The Shunammite’s Son Restored to Life

One day Elisha went to Shunem.(E) And a well-to-do woman was there, who urged him to stay for a meal. So whenever he came by, he stopped there to eat. She said to her husband, “I know that this man who often comes our way is a holy man of God. 10 Let’s make a small room on the roof and put in it a bed and a table, a chair and a lamp for him. Then he can stay(F) there whenever he comes to us.”

11 One day when Elisha came, he went up to his room and lay down there. 12 He said to his servant Gehazi, “Call the Shunammite.”(G) So he called her, and she stood before him. 13 Elisha said to him, “Tell her, ‘You have gone to all this trouble for us. Now what can be done for you? Can we speak on your behalf to the king or the commander of the army?’”

She replied, “I have a home among my own people.”

14 “What can be done for her?” Elisha asked.

Gehazi said, “She has no son, and her husband is old.”

15 Then Elisha said, “Call her.” So he called her, and she stood in the doorway. 16 “About this time(H) next year,” Elisha said, “you will hold a son in your arms.”

“No, my lord!” she objected. “Please, man of God, don’t mislead your servant!”

17 But the woman became pregnant, and the next year about that same time she gave birth to a son, just as Elisha had told her.

18 The child grew, and one day he went out to his father, who was with the reapers.(I) 19 He said to his father, “My head! My head!”

His father told a servant, “Carry him to his mother.” 20 After the servant had lifted him up and carried him to his mother, the boy sat on her lap until noon, and then he died. 21 She went up and laid him on the bed(J) of the man of God, then shut the door and went out.

22 She called her husband and said, “Please send me one of the servants and a donkey so I can go to the man of God quickly and return.”

23 “Why go to him today?” he asked. “It’s not the New Moon(K) or the Sabbath.”

“That’s all right,” she said.

24 She saddled the donkey and said to her servant, “Lead on; don’t slow down for me unless I tell you.” 25 So she set out and came to the man of God at Mount Carmel.(L)

When he saw her in the distance, the man of God said to his servant Gehazi, “Look! There’s the Shunammite! 26 Run to meet her and ask her, ‘Are you all right? Is your husband all right? Is your child all right?’”

“Everything is all right,” she said.

27 When she reached the man of God at the mountain, she took hold of his feet. Gehazi came over to push her away, but the man of God said, “Leave her alone! She is in bitter distress,(M) but the Lord has hidden it from me and has not told me why.”

28 “Did I ask you for a son, my lord?” she said. “Didn’t I tell you, ‘Don’t raise my hopes’?”

29 Elisha said to Gehazi, “Tuck your cloak into your belt,(N) take my staff(O) in your hand and run. Don’t greet anyone you meet, and if anyone greets you, do not answer. Lay my staff on the boy’s face.”

30 But the child’s mother said, “As surely as the Lord lives and as you live, I will not leave you.” So he got up and followed her.

31 Gehazi went on ahead and laid the staff on the boy’s face, but there was no sound or response. So Gehazi went back to meet Elisha and told him, “The boy has not awakened.”

32 When Elisha reached the house, there was the boy lying dead on his couch.(P) 33 He went in, shut the door on the two of them and prayed(Q) to the Lord. 34 Then he got on the bed and lay on the boy, mouth to mouth, eyes to eyes, hands to hands. As he stretched(R) himself out on him, the boy’s body grew warm. 35 Elisha turned away and walked back and forth in the room and then got on the bed and stretched out on him once more. The boy sneezed seven times(S) and opened his eyes.(T)

36 Elisha summoned Gehazi and said, “Call the Shunammite.” And he did. When she came, he said, “Take your son.”(U) 37 She came in, fell at his feet and bowed to the ground. Then she took her son and went out.

Death in the Pot

38 Elisha returned to Gilgal(V) and there was a famine(W) in that region. While the company of the prophets was meeting with him, he said to his servant, “Put on the large pot and cook some stew for these prophets.”

39 One of them went out into the fields to gather herbs and found a wild vine and picked as many of its gourds as his garment could hold. When he returned, he cut them up into the pot of stew, though no one knew what they were. 40 The stew was poured out for the men, but as they began to eat it, they cried out, “Man of God, there is death in the pot!” And they could not eat it.

41 Elisha said, “Get some flour.” He put it into the pot and said, “Serve it to the people to eat.” And there was nothing harmful in the pot.(X)

Feeding of a Hundred

42 A man came from Baal Shalishah,(Y) bringing the man of God twenty loaves(Z) of barley bread(AA) baked from the first ripe grain, along with some heads of new grain. “Give it to the people to eat,” Elisha said.

43 “How can I set this before a hundred men?” his servant asked.

But Elisha answered, “Give it to the people to eat.(AB) For this is what the Lord says: ‘They will eat and have some left over.(AC)’” 44 Then he set it before them, and they ate and had some left over, according to the word of the Lord.