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Ella salió de hablar con Eliseo, entró a su casa y cerró la puerta, con sólo ella y sus dos hijos adentro. Sus dos hijos le llevaban los frascos y ella los llenaba. Cuando todos los frascos ya estaban llenos, ella le preguntó a su hijo:

—¿No quedan más frascos?

Él le dijo:

—No hay más.

Entonces el aceite dejó de fluir.

Luego le contó al hombre de Dios lo que había pasado, y Eliseo le dijo:

—Ve, vende el aceite y paga tu deuda. Con lo que queda podrán sostenerse tú y tus hijos.

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