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30 Y dijo la madre del niño: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré.

31 Él entonces se levantó y la siguió. Y Guejazí había ido delante de ellos, y había puesto el báculo sobre el rostro del niño; pero no tenía voz ni sentido, y así se había vuelto para encontrar a Eliseo, y se lo declaró, diciendo: El niño no despierta.

32 Llegó Eliseo a la casa, y he aquí que el niño estaba muerto tendido sobre su cama.

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