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―¿Qué puedo hacer por ti? —le preguntó Eliseo—. ¿Qué tienes en la casa?

―Absolutamente nada, salvo un cántaro de aceite de oliva —contestó ella.

―Entonces pide prestadas cuantas vasijas puedas de tus amigas y vecinos —le ordenó—. Luego entra en casa con tus hijos, cierra la puerta y echa aceite de oliva de tu cántaro en las vasijas que hayas pedido prestadas, y ve poniendo aparte las que vayas llenando.

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