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También derrumbó las habitaciones dedicadas a la prostitución entre hombres, que era practicada como un culto en el templo del Señor, donde las mujeres tejían mantos para la diosa Aserá.

Después ordenó que vinieran todos los sacerdotes de las ciudades de Judá, y profanó todos los santuarios en lugares altos, desde Gueba hasta Beerseba, donde esos sacerdotes habían quemado incienso, y derribó los altares de los demonios que había en la puerta de Josué, gobernador de la ciudad, situados a la entrada de la ciudad, al lado izquierdo. Pero los sacerdotes de los santuarios en lugares altos no iban al altar del Señor en Jerusalén, sino que comían pan sin levadura con sus compañeros sacerdotes.

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