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Envió entonces a Eliaquim, mayordomo de la casa real, con el escriba Sebna y los ancianos de los sacerdotes, cubiertos de cilicio(A), para hablar con el profeta Isaías, hijo de Amoz(B). Y ellos le dijeron: «Así dice Ezequías: “Este día es día de angustia, de reprensión y de desprecio, pues hijos están para nacer, pero no hay fuerzas para dar a luz. Tal vez el Señor tu Dios oirá todas las palabras del Rabsaces(C), a quien su señor, el rey de Asiria, ha enviado para injuriar al Dios vivo, y lo reprenderá por las palabras que el Señor tu Dios ha oído(D). Eleva, pues, una oración por el remanente que aún queda(E)”».

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