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Azarías hizo lo recto a los ojos del Señor, tal y como lo había hecho Amasías, su padre. Sin embargo, no se quitaron los altares en los montes, sino que el pueblo seguía ofreciendo sacrificios y quemando incienso en esos altares. Pero el Señor hirió al rey con lepra, y estuvo leproso hasta el día de su muerte. Vivía en una casa aparte, y su hijo Yotán estaba a cargo del palacio y de gobernar al pueblo.

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