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El milagro de la comida

38 Eliseo regresó a Guilgal. Había hambre en la tierra. Un día, mientras enseñaba a los jóvenes profetas, le dijo a Guiezi:

―Haz un guiso para que cenen estos hombres.

39 Uno de los jóvenes fue al campo a buscar verduras y regresó con algunas calabazas silvestres, las partió y las puso en una olla, sin saber que eran venenosas. 40 Pero después que los hombres comieron un poco, gritaron:

―¡Señor, el guiso de la olla es venenoso!

41 ―Tráiganme un poco de harina —dijo Eliseo.

La puso dentro de la olla, y dijo:

―Ya todo está bien, así que pueden servirle a todos para que coman.

Así que todos comieron, sin sufrir ningún daño.

Alimentación de cien hombres

42 Un día, un hombre de Baal Salisá le llevó a Eliseo una bolsa con veinte panes de cebada, hechos con los primeros granos de la cosecha. Eliseo le dijo a Guiezi que repartiera los panes entre los jóvenes profetas para que comieran.

43 ―¿Qué? —exclamó Guiezi—. ¿Darle de comer a cien hombres con sólo esto? Pero Eliseo le dijo:

―Hazlo, porque el Señor dice que habrá suficiente para todos, y que aun sobrará.

44 Y sucedió exactamente como el Señor había dicho.

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