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El aceite de la viuda

Un día la esposa de uno de los miembros de la escuela de profetas le contó a Eliseo que su esposo había muerto. Era un hombre que amaba a Dios, según dijo ella. Pero al morir debía algún dinero, y el acreedor le estaba exigiendo su pago. Si ella no pagaba, la amenazó con llevarse a sus dos hijos como esclavos.

―¿Qué puedo hacer por ti? —le preguntó Eliseo—. ¿Qué tienes en la casa?

―Absolutamente nada, salvo un cántaro de aceite de oliva —contestó ella.

―Entonces pide prestadas cuantas vasijas puedas de tus amigas y vecinos —le ordenó—. Luego entra en casa con tus hijos, cierra la puerta y echa aceite de oliva de tu cántaro en las vasijas que hayas pedido prestadas, y ve poniendo aparte las que vayas llenando.

Ella lo hizo así. Sus hijos le iban pasando las vasijas, y ella las llenaba de aceite. Después de haber llenado hasta el borde varias vasijas, la mujer le dijo a uno de sus hijos:

―Pásame otra vasija.

―No hay más —le contestó el hijo.

Y entonces, en ese mismo momento, el aceite que estaba en el cántaro se acabó. Cuando le contó al profeta lo que había ocurrido, él le dijo:

―Ve y vende el aceite. Con lo que te den por la venta, podrás pagar la deuda, y te quedará dinero suficiente para que tú y tus hijos sigan viviendo.

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