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20 Sin duda alguna, la madre de estos muchachos es la que más merece ser recordada y admirada. Aunque en un solo día vio morir a sus siete hijos, todo lo soportó con mucho valor y buen ánimo, gracias a su esperanza en Dios. 21 Con el sentimiento de una madre, pero con el valor de un guerrero, ella animaba a cada uno de sus hijos, diciéndoles en su propio idioma: 22 «No me puedo explicar cómo crecieron ustedes en mi vientre. No fui yo la que les dio la vida, ni la que formó sus cuerpos.

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