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El templo se convirtió en un lugar donde los que no creían en Dios hacían fiestas, comían y bebían hasta emborracharse, y hasta tenían relaciones sexuales con prostitutas. También metieron en el templo utensilios que estaban prohibidos por la ley de Dios. El altar se mantenía lleno de animales que Dios no aceptaba como ofrenda. Ya no se podía celebrar la fiesta del sábado, ni las fiestas religiosas judías. Y si alguien decía que era judío, ponía en peligro su vida.

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