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Muerte de Eleazar

18 Al anciano Eleazar, que era una persona de aspecto distinguido y uno de los más importantes maestros de la ley, le abrieron la boca a la fuerza para obligarlo a comer carne de cerdo. Esa carne estaba prohibida por la ley de Dios. 19-20 Pero él prefirió morir con honor, en vez de seguir viviendo humillado. Después de escupir la carne, se dirigió decididamente al lugar donde lo iban a matar. Aunque sabía que perdería la vida, se comportó como deben hacerlo quienes tienen el valor de obedecer a Dios.

21 Los encargados de obligar a Eleazar a comer carne de cerdo, lo conocían desde hacía mucho tiempo. Por eso, lo llevaron aparte y le propusieron que mandara traer carne permitida por la ley, y que él mismo hubiera preparado. El plan era que comiera de esa carne para que todos pensaran que había obedecido la orden del rey. 22 De esa manera intentaban salvar a Eleazar, pues eran sus amigos desde hacía mucho tiempo.

23 Sin embargo, Eleazar actuó con madurez, de acuerdo con su edad. Respetó su ancianidad, y dio una vez más el buen ejemplo que había dado toda su vida. Pero sobre todo, obedeció la santa ley de Dios. Por eso les dijo:

«¡Mátenme de una vez! 24 Estaría muy mal que a mi edad cometiera ese engaño. No quiero que los jóvenes vean que a los noventa años de edad cambié de religión. 25 No quiero que mi pueblo caiga en el error por mis engaños y por mi interés de vivir unos pocos años más. Si hago lo que ustedes me dicen, viviría lleno de vergüenza y humillación los pocos años que me quedan de vida. 26 Y aunque ahora me salvara del castigo humano, ni vivo ni muerto escaparía del castigo del Dios todopoderoso. 27 Por respeto a mis canas, prefiero morir como un valiente. 28 Así les dejaré a los jóvenes un ejemplo digno de imitar. ¡Muero valientemente por nuestras santas y valiosas leyes!»

Apenas terminó de hablar, Eleazar caminó hacia el lugar donde lo iban a matar. 29 Los que lo llevaban pensaron que el anciano se había vuelto loco, y en vez de ser amables con él lo trataron con dureza. 30 Cuando Eleazar estaba a punto de morir por los golpes recibidos, dijo entre gemidos de dolor:

«Dios conoce bien todas las cosas. Él sabe que pude escapar de la muerte, pero que preferí sufrir el dolor de los golpes recibidos. También sabe que por amor a él muero con gusto».

31 Así murió Eleazar, dejando a los jóvenes y a toda la nación el recuerdo ejemplar de su noble vida, tan valiente y generosa.

La muerte de una familia

Sucedió también que el rey Antíoco mandó tomar presos a una mujer y a sus siete hijos. Luego mandó que los azotaran para obligarlos a comer carne de cerdo, lo cual está prohibido por la ley de los judíos.

Uno de los hermanos, hablando en nombre de todos, dijo: «¿Qué es lo que quieren de nosotros? ¡Antes que desobedecer la ley que Dios les dio a nuestros antepasados, preferimos morir!»

Esto hizo enojar tanto al rey, que mandó poner en el fuego unas enormes ollas. Cuando las ollas estuvieron bien calientes, el rey ordenó que le cortaran la lengua al que había hablado. También ordenó que delante de su madre y sus hermanos le arrancaran el cabello y le cortaran los pies y las manos.

Cuando el muchacho quedó completamente mutilado, el rey ordenó que lo acercaran al fuego y lo arrojaran vivo en una de las ollas. Y mientras por todos lados se esparcía el olor de la carne quemada, los demás hermanos y su madre se animaban unos a otros a morir con valor. Se decían: «El Dios todopoderoso nos está mirando y seguramente tendrá piedad de nosotros. Así lo afirmó Moisés en su cántico, cuando reprendió al pueblo de Israel por su desobediencia: “Dios tendrá piedad de sus servidores”.»

Así murió el primero. Luego llevaron al segundo al lugar de castigo, le arrancaron el cabello, y le preguntaron: «¿Vas a comer carne de cerdo, o te empezamos a cortar en pedazos?» Y como él respondió en su idioma materno: «¡No comeré!», le hicieron lo mismo que al primero.

Cuando estaba a punto de morir, le dijo al rey: «¡Asesino! Podrás quitarnos la vida, pero Dios, el Rey de este mundo, nos resucitará y nos dará la vida eterna. Dios hará esto por nosotros, pues morimos por obedecer sus leyes».

10 Luego, empezaron a torturar al tercero. Cuando le ordenaron que sacara la lengua, lo hizo de inmediato. Valientemente extendió los brazos 11 y dijo: «Dios me dio esta lengua y estos brazos, pero por amor a sus leyes estoy dispuesto a perderlos. Estoy seguro de que un día Dios me los devolverá». 12 Y al ver cómo el joven soportaba las torturas, el rey y sus acompañantes quedaron muy sorprendidos. 13 Cuando este joven murió, empezaron a torturar al cuarto. 14 Y cuando ya estaba a punto de morir, le dijo al rey: «¿Qué importa morir a manos de los hombres, cuando uno tiene la esperanza de que Dios lo resucitará? Para ti, en cambio, no habrá resurrección».

15 De inmediato empezaron a torturar al quinto. 16 Y él, mirando fijamente al rey, le dijo: «Aunque tienes el poder para hacer con la gente lo que quieres, no te olvides que eres un simple mortal. No creas que Dios nos ha abandonado. 17 Dentro de poco tiempo vas a conocer el poder de Dios, pues él te va a torturar a ti y a tus descendientes».

18 Después trajeron al sexto. Cuando estaba a punto de morir, le dijo al rey: «No te engañes. Es cierto que hemos sufrido mucho, pero estas desgracias nos han sucedido porque ofendimos a nuestro Dios. 19 Pero como tú te has atrevido a luchar contra él, no creas que te librarás del castigo».

20 Sin duda alguna, la madre de estos muchachos es la que más merece ser recordada y admirada. Aunque en un solo día vio morir a sus siete hijos, todo lo soportó con mucho valor y buen ánimo, gracias a su esperanza en Dios. 21 Con el sentimiento de una madre, pero con el valor de un guerrero, ella animaba a cada uno de sus hijos, diciéndoles en su propio idioma: 22 «No me puedo explicar cómo crecieron ustedes en mi vientre. No fui yo la que les dio la vida, ni la que formó sus cuerpos. 23 El creador del mundo hace todas las cosas, y es él quien le da forma al ser humano. Si cada uno de ustedes, por amor a sus leyes, entrega su vida, pueden estar seguros de que Dios tendrá piedad de ustedes y les devolverá la vida».

24 Al oírla, Antíoco pensó que ella lo estaba insultando y burlándose de él. Y como todavía quedaba con vida el hijo menor, el rey trató de convencerlo para que abandonara las leyes de sus antepasados. Le dijo que haría de él un hombre rico y feliz, y le prometió tenerlo entre sus amigos y darle un cargo importante en su reino. 25 Pero como el muchacho no le hizo caso, el rey pidió a la madre que aconsejara a su hijo para que no tuviera que morir. 26 El rey insistió tanto, que al fin ella aceptó hablar con su hijo. 27 Burlándose del perverso rey, se inclinó hacia su joven hijo y en su propio idioma le dijo: «Hijo mío, ten compasión de mí. Yo te tuve nueve meses en mi vientre, te di el pecho por tres años y te he criado hasta ahora. 28 Te ruego que observes el cielo y la tierra, y pienses en todo lo que hay en ellos. Dios hizo todo esto de la nada, y de la misma manera hizo la raza humana. 29 No le tengas miedo a este verdugo; sigue el ejemplo de tus hermanos y acepta la muerte. Si lo haces, por la bondad de Dios, te recuperaré junto con ellos».

30 La madre aún estaba hablando, cuando el muchacho dijo: «¿Qué esperan? ¡No voy a hacer lo que el rey quiere! Yo sólo obedezco la ley que Dios dio a nuestros antepasados por medio de Moisés. 31 Y tú, rey Antíoco, has inventado muchas formas de atormentar a los judíos, pero no creas que escaparás del castigo de Dios. 32 Nosotros estamos sufriendo todo esto a causa de nuestros pecados. 33 Pero nuestro Dios, que vive por siempre, se ha enojado con nosotros por poco tiempo. Si ahora nos castiga para corregirnos, luego volverá a reconciliarse con nosotros. 34-35 Y tú, que eres el criminal más grande del mundo, deja a un lado tu orgullo; ¡no pongas tu esperanza en lo que no vale nada! No levantes más tu mano contra los hijos del Dios todopoderoso, pues él todo lo ve y no escaparás de su castigo. 36 Es verdad que mis hermanos sufrieron aquí un breve tormento, pero ahora están disfrutando de la vida eterna que Dios ha prometido. Tú, en cambio, te crees superior a todos, pero recibirás el castigo que te mereces. 37 Yo, al igual que mis hermanos, entrego mi cuerpo y mi vida por obedecer las leyes de nuestros antepasados. Pido a Dios que pronto tenga misericordia de su pueblo. Pero también le pido que a ti te castigue con muchos tormentos y desgracias, hasta que reconozcas que nuestro Dios es el único Dios. 38 Nuestro sufrimiento es justo, pero le suplico al Dios todopoderoso que mis hermanos y yo seamos los últimos en ser castigados por él. ¡Que su enojo se detenga de una vez por todas!»

39 Ante estas burlas, el rey se enojó tanto que torturó a este muchacho más que a los otros. 40 Y también este joven murió, sin haber cometido ninguna falta contra la ley, y con toda su confianza puesta en Dios.

41 Después de haber matado a los siete muchachos, mataron también a la madre.