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Como Simón no logró lo que quería, fue a hablar con Apolonio de Tarso, que era el jefe de los ejércitos de las regiones de Celesiria y Fenicia. Simón le contó a Apolonio que en el tesoro del templo de Jerusalén había tanto dinero que no se podía contar, y que sus riquezas eran enormes. Además, le dijo que el rey debería quedarse con todo ese dinero, pues era mucho más de lo que se necesitaba para los gastos del culto.

Heliodoro y los tesoros del templo

Apolonio fue y le contó al rey todo lo relacionado con las riquezas del templo. Entonces, el rey le pidió a Heliodoro, que estaba a cargo de sus negocios, que fuera a Jerusalén y le trajera esas riquezas.

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