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16-17 Daba tristeza ver al jefe de los sacerdotes, pues temblaba de miedo, y su rostro estaba muy pálido. Todos los que lo veían podían darse cuenta de su inmenso dolor.

18 La gente de Jerusalén salía de sus casas y oraba por las calles en favor del templo, que estaba en peligro de no ser respetado.

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