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29 En lo más duro de la batalla, los enemigos vieron que cinco jinetes brillantes, montados sobre caballos con frenos de oro, aparecían en el cielo y se ponían al frente del ejército judío. 30 Luego vieron cómo estos jinetes se colocaban alrededor de Judas Macabeo y lo protegían con sus armas. Nadie podía hacerle daño a Judas, pues los jinetes lanzaban flechas y rayos contra los enemigos. Como los enemigos no podían ver por causa del resplandor, se fueron cada uno por su lado, llenos de confusión y en completo desorden. 31 Aquel día murieron veinte mil quinientos soldados de infantería y seiscientos de caballería.

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