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25 El rey de Israel ordenó:

—¡Llévense preso a Micaías! Entréguenlo a Amón, el gobernador de la ciudad, y a mi hijo Joás. 26 Díganles que lo pongan en la cárcel, y que no le den más que pan y agua hasta que yo regrese sano y salvo de la batalla.

27 Micaías dijo:

—Si tú regresas sano y salvo, significará que Dios no ha hablado por medio de mí.

Después, dirigiéndose a todos, agregó:

—¡Tengan en cuenta lo que he dicho!

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