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Cuando el SEÑOR vio que se habían humillado, vino la palabra del SEÑOR a Semaías, diciendo:

—Se han humillado; no los destruiré. Les daré alguna liberación, y mi ira no se derramará sobre Jerusalén por medio de Sisac. No obstante, serán sus siervos, para que sepan distinguir entre servirme a mí y servir a los reinos de otras tierras.

Entonces Sisac, rey de Egipto, subió contra Jerusalén y tomó los tesoros de la casa del SEÑOR y los tesoros de la casa del rey; todo lo tomó. También tomó los escudos de oro que había hecho Salomón.

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