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Cuando el Señor vio que se habían humillado, vino la palabra del Señor a Semaías, diciendo: «Se han humillado; no los destruiré(A), sino que les concederé cierta libertad y Mi furor no se derramará(B) sobre Jerusalén por medio de Sisac. Pero serán sus siervos para que aprendan la diferencia entre servirme a Mí y servir a los reinos de los países(C)».

(D)Subió, pues, Sisac, rey de Egipto, contra Jerusalén y tomó los tesoros de la casa del Señor y los tesoros del palacio del rey. De todo se apoderó; se llevó hasta los escudos de oro que había hecho Salomón(E).

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