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Porque sabemos que si la tienda terrenal que es nuestra morada[a](A), es destruida, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha por manos(B), eterna en los cielos. Pues, en verdad[b], en esta morada gemimos, anhelando ser vestidos(C) con nuestra habitación celestial; y una vez vestidos, no seremos hallados desnudos.

Porque asimismo, los que estamos en esta tienda, gemimos agobiados, pues no queremos ser desvestidos, sino vestidos(D), para que lo mortal sea absorbido por la vida(E). Y el que nos preparó para esto mismo es Dios, quien nos dio el Espíritu como garantía[c](F).

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Footnotes

  1. 2 Corintios 5:1 Lit. nuestra morada terrenal de la tienda.
  2. 2 Corintios 5:2 Lit. también.
  3. 2 Corintios 5:5 O arras.

Sabemos, además, que aunque se desmorone esta tienda corporal que nos sirve de morada terrestre, Dios nos tiene preparada en el cielo una morada eterna, no construida por manos humanas. Y suspiramos anhelando ser sobrevestidos de esa nuestra morada celestial, dando por supuesto que seremos revestidos y no despojados de ella. En verdad, a los que vivimos en esta morada corporal nos abruma la aflicción, pues no queremos quedar desnudos, sino ser sobrevestidos de modo que lo mortal sea absorbido por la vida. A eso precisamente nos ha destinado Dios, y como garantía nos ha dado el Espíritu.

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13 En Él[a] también ustedes, después de escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio(A) de su salvación, y habiendo creído, fueron sellados en Él(B) con[b] el Espíritu Santo de la promesa(C), 14 que nos es dado como garantía[c](D) de nuestra herencia(E), con miras a la redención(F) de la posesión adquirida de Dios(G), para alabanza de Su gloria(H).

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Footnotes

  1. Efesios 1:13 Lit. quien.
  2. Efesios 1:13 O habiendo creído en Él, fueron sellados con.
  3. Efesios 1:14 O arras.

13 Y también vosotros,
los que habéis escuchado
el mensaje de la verdad,
la buena noticia de vuestra salvación,
al creer en Cristo
habéis sido sellados
con el Espíritu Santo prometido,
14 que es garantía de nuestra herencia,
en orden a la liberación
del pueblo adquirido por Dios,
para convertirse en himno
de alabanza a su gloria.

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