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Pues aunque andamos en la carne, no luchamos según la carne(A). Porque las armas de nuestra contienda no son carnales, sino poderosas en Dios(B) para la destrucción de fortalezas(C); destruyendo especulaciones[a] y todo razonamiento altivo[b](D) que se levanta contra el conocimiento de Dios, y poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo(E), y estando preparados para castigar toda desobediencia cuando la obediencia de ustedes sea completa(F).

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Footnotes

  1. 2 Corintios 10:5 O refutando argumentos.
  2. 2 Corintios 10:5 Lit. toda cosa altiva.

Es cierto que somos humanos, pero no luchamos como los hombres de este mundo. Las armas que usamos no son las del mundo, sino que son poder de Dios capaz de destruir fortalezas. Y así destruimos las acusaciones y toda altanería que pretenda impedir que se conozca a Dios. Todo pensamiento humano lo sometemos a Cristo, para que lo obedezca a él, y estamos dispuestos a castigar toda desobediencia, una vez que ustedes obedezcan perfectamente.

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Somos humanos, pero no luchamos como lo hacen los humanos. [a]Usamos las armas poderosas de Dios, no las del mundo, para derribar las fortalezas del razonamiento humano y para destruir argumentos falsos. Destruimos todo obstáculo de arrogancia que impide que la gente conozca a Dios. Capturamos los pensamientos rebeldes y enseñamos a las personas a obedecer a Cristo; y una vez que ustedes lleguen a ser totalmente obedientes, castigaremos a todo el que siga en desobediencia.

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Footnotes

  1. 10:4 Diferentes traducciones al español dividen los versículos 4 y 5 de maneras distintas.

Sí, es cierto, vivimos en este mundo, pero nunca actuamos como el mundo para ganar nuestras batallas. Para destruir las fortalezas del mal, no empleamos armas humanas, sino las armas del poder de Dios. Así podemos destruir la altivez de cualquier argumento y cualquier muralla que pretenda interponerse para que el hombre conozca a Dios. De esa manera, hacemos que todo tipo de pensamiento se someta para que obedezca a Cristo. Y estamos listos a castigar a cualquiera que persista en su rebeldía, después que ustedes mismos se hayan rendido totalmente a Cristo.

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Soy, ciertamente, humano; pero no lucho por motivos humanos ni las armas con que peleo son humanas, sino divinas, con poder para destruir cualquier fortaleza. Soy capaz de poner en evidencia toda suerte de falacia o de altanería que se alce contra el conocimiento de Dios. Puedo también someter a Cristo todo pensamiento y estoy preparado para castigar cualquier rebeldía una vez que vuestra obediencia sea perfecta.

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