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Pero el rey, cubriéndose la cara, seguía gritando a voz en cuello: «¡Ay, Absalón, hijo mío! ¡Ay, Absalón, hijo mío, hijo mío!»

Entonces Joab fue adonde estaba el rey y le dijo: «Hoy has llenado de vergüenza a todos tus siervos que te salvaron la vida, y la de tus hijos e hijas y esposas y concubinas. ¡Amas a quienes te odian, y odias a quienes te aman! Hoy has dejado muy en claro que nada te importan tus generales ni tus soldados. Ahora me doy cuenta de que tú preferirías que todos nosotros estuviéramos muertos, con tal de que Absalón siguiera con vida.

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Mas el rey, cubierto el rostro, clamaba en alta voz: ¡Hijo mío Absalón, Absalón, hijo mío, hijo mío! Entonces Joab vino al rey en la casa, y dijo: Hoy has avergonzado el rostro de todos tus siervos, que hoy han librado tu vida, y la vida de tus hijos y de tus hijas, y la vida de tus mujeres, y la vida de tus concubinas, amando a los que te aborrecen, y aborreciendo a los que te aman; porque hoy has declarado que nada te importan tus príncipes y siervos; pues hoy me has hecho ver claramente que si Absalón viviera, aunque todos nosotros estuviéramos muertos, entonces estarías contento.

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