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Muerte de Absalón

18 David, pues, pasó revista al pueblo que tenía consigo, y puso sobre ellos jefes de millares y jefes de centenas. Y envió David al pueblo, una tercera parte bajo el mando de Joab, una tercera parte bajo el mando de Abisai hijo de Sarvia, hermano de Joab, y una tercera parte al mando de Itai geteo. Y dijo el rey al pueblo: Yo también saldré con vosotros. Mas el pueblo dijo: No saldrás; porque si nosotros huyéremos, no harán caso de nosotros; y aunque la mitad de nosotros muera, no harán caso de nosotros; mas tú ahora vales tanto como diez mil de nosotros. Será, pues, mejor que tú nos des ayuda desde la ciudad. Entonces el rey les dijo: Yo haré lo que bien os parezca. Y se puso el rey a la entrada de la puerta, mientras salía todo el pueblo de ciento en ciento y de mil en mil. Y el rey mandó a Joab, a Abisai y a Itai, diciendo: Tratad benignamente por amor de mí al joven Absalón. Y todo el pueblo oyó cuando dio el rey orden acerca de Absalón a todos los capitanes.

Salió, pues, el pueblo al campo contra Israel, y se libró la batalla en el bosque de Efraín. Y allí cayó el pueblo de Israel delante de los siervos de David, y se hizo allí en aquel día una gran matanza de veinte mil hombres. Y la batalla se extendió por todo el país; y fueron más los que destruyó el bosque aquel día, que los que destruyó la espada.

Y se encontró Absalón con los siervos de David; e iba Absalón sobre un mulo, y el mulo entró por debajo de las ramas espesas de una gran encina, y se le enredó la cabeza en la encina, y Absalón quedó suspendido entre el cielo y la tierra; y el mulo en que iba pasó delante. 10 Viéndolo uno, avisó a Joab, diciendo: He aquí que he visto a Absalón colgado de una encina. 11 Y Joab respondió al hombre que le daba la nueva: Y viéndolo tú, ¿por qué no le mataste luego allí echándole a tierra? Me hubiera placido darte diez siclos de plata, y un talabarte. 12 El hombre dijo a Joab: Aunque me pesaras mil siclos de plata, no extendería yo mi mano contra el hijo del rey; porque nosotros oímos cuando el rey te mandó a ti y a Abisai y a Itai, diciendo: Mirad que ninguno toque al joven Absalón. 13 Por otra parte, habría yo hecho traición contra mi vida, pues que al rey nada se le esconde, y tú mismo estarías en contra. 14 Y respondió Joab: No malgastaré mi tiempo contigo. Y tomando tres dardos en su mano, los clavó en el corazón de Absalón, quien estaba aún vivo en medio de la encina. 15 Y diez jóvenes escuderos de Joab rodearon e hirieron a Absalón, y acabaron de matarle.

16 Entonces Joab tocó la trompeta, y el pueblo se volvió de seguir a Israel, porque Joab detuvo al pueblo. 17 Tomando después a Absalón, le echaron en un gran hoyo en el bosque, y levantaron sobre él un montón muy grande de piedras; y todo Israel huyó, cada uno a su tienda. 18 Y en vida, Absalón había tomado y erigido una columna, la cual está en el valle del rey; porque había dicho: Yo no tengo hijo que conserve la memoria de mi nombre. Y llamó aquella columna por su nombre, y así se ha llamado Columna de Absalón, hasta hoy.

19 Entonces Ahimaas hijo de Sadoc dijo: ¿Correré ahora, y daré al rey las nuevas de que Jehová ha defendido su causa de la mano de sus enemigos? 20 Respondió Joab: Hoy no llevarás las nuevas; las llevarás otro día; no darás hoy la nueva, porque el hijo del rey ha muerto. 21 Y Joab dijo a un etíope: Ve tú, y di al rey lo que has visto. Y el etíope hizo reverencia ante Joab, y corrió. 22 Entonces Ahimaas hijo de Sadoc volvió a decir a Joab: Sea como fuere, yo correré ahora tras el etíope. Y Joab dijo: Hijo mío, ¿para qué has de correr tú, si no recibirás premio por las nuevas? 23 Mas él respondió: Sea como fuere, yo correré. Entonces le dijo: Corre. Corrió, pues, Ahimaas por el camino de la llanura, y pasó delante del etíope.

24 Y David estaba sentado entre las dos puertas; y el atalaya había ido al terrado sobre la puerta en el muro, y alzando sus ojos, miró, y vio a uno que corría solo. 25 El atalaya dio luego voces, y lo hizo saber al rey. Y el rey dijo: Si viene solo, buenas nuevas trae. En tanto que él venía acercándose, 26 vio el atalaya a otro que corría; y dio voces el atalaya al portero, diciendo: He aquí otro hombre que corre solo. Y el rey dijo: Este también es mensajero. 27 Y el atalaya volvió a decir: Me parece el correr del primero como el correr de Ahimaas hijo de Sadoc. Y respondió el rey: Ese es hombre de bien, y viene con buenas nuevas.

28 Entonces Ahimaas dijo en alta voz al rey: Paz. Y se inclinó a tierra delante del rey, y dijo: Bendito sea Jehová Dios tuyo, que ha entregado a los hombres que habían levantado sus manos contra mi señor el rey. 29 Y el rey dijo: ¿El joven Absalón está bien? Y Ahimaas respondió: Vi yo un gran alboroto cuando envió Joab al siervo del rey y a mí tu siervo; mas no sé qué era. 30 Y el rey dijo: Pasa, y ponte allí. Y él pasó, y se quedó de pie.

31 Luego vino el etíope, y dijo: Reciba nuevas mi señor el rey, que hoy Jehová ha defendido tu causa de la mano de todos los que se habían levantado contra ti. 32 El rey entonces dijo al etíope: ¿El joven Absalón está bien? Y el etíope respondió: Como aquel joven sean los enemigos de mi señor el rey, y todos los que se levanten contra ti para mal. 33 Entonces el rey se turbó, y subió a la sala de la puerta, y lloró; y yendo, decía así: ¡Hijo mío Absalón, hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Quién me diera que muriera yo en lugar de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!

Muerte de Absalón

18 David pasó revista a sus tropas y nombró comandantes sobre grupos de mil y de cien soldados. Los dividió en tres unidades y los envió a la batalla. La primera unidad estaba bajo el mando de Joab; la segunda bajo el mando de Abisay, hijo de Sarvia y hermano de Joab y la tercera bajo el mando de Itay el guitita.

—Yo los voy a acompañar —dijo el rey.

Pero los soldados respondieron:

—No, usted no debe acompañarnos. Si tenemos que huir, el enemigo no se va a ocupar de nosotros. Y aun si la mitad de nosotros muere, a ellos no les va a importar. Pero usted vale por diez mil de nosotros.[a] Así que es mejor que se quede y nos apoye desde la ciudad.

—Bien —dijo el rey—, haré lo que les parezca más conveniente.

Dicho esto, se puso a un lado de la entrada de la ciudad, mientras todos los soldados marchaban en grupos de cien y de mil. Además, el rey dio esta orden a Joab, Abisay e Itay:

—Por consideración a mí, traten con respeto al joven Absalón.

Y todas las tropas oyeron las instrucciones que el rey dio a cada uno de sus comandantes acerca de Absalón.

El ejército marchó al campo para pelear contra Israel y la batalla se libró en el bosque de Efraín. Los soldados de David derrotaron allí al ejército de Israel. La lucha fue intensa aquel día: hubo veinte mil bajas. La batalla se extendió por toda el área, de modo que el bosque causó más muertes que la espada misma.

Absalón, que huía montado en una mula, se encontró con los soldados de David. La mula se metió por debajo de una gran encina y a Absalón se le trabó la cabeza entre las ramas. Como la mula siguió de largo, Absalón quedó colgado en el aire. 10 Un soldado que vio lo sucedido dijo a Joab:

—Acabo de ver a Absalón colgado de una encina.

11 —¡Cómo! —exclamó Joab—. ¿Lo viste y no lo mataste ahí mismo? Te habría dado diez siclos[b] de plata y un cinturón.

12 Pero el hombre respondió:

—Aun si recibiera mil piezas de plata, yo no alzaría la mano contra el hijo del rey. Todos oímos cuando el rey ordenó a usted, a Abisay y a Itay que no le hicieran daño al joven Absalón. 13 Si yo me hubiera arriesgado,[c] me habrían descubierto, pues nada se le escapa al rey; y usted, por su parte, me habría abandonado.

14 —No voy a malgastar mi tiempo contigo —respondió Joab.

Acto seguido, agarró tres lanzas y fue y se las clavó en el pecho a Absalón, que todavía estaba vivo en medio de la encina. 15 Luego, diez de los escuderos de Joab rodearon a Absalón y lo remataron.

16 Entonces Joab mandó tocar la trompeta para detener a las tropas, y dejaron de perseguir a los israelitas. 17 Después tomaron el cuerpo de Absalón, lo tiraron en un hoyo grande que había en el bosque y sobre su cadáver amontonaron muchísimas piedras. Mientras tanto, todos los israelitas huyeron a sus casas.

18 En vida, Absalón se había erigido un monumento en el valle del Rey, pues pensaba: «No tengo ningún hijo que conserve mi memoria». Así que a esa estela le puso su propio nombre, y por eso hasta la fecha se conoce como la Estela de Absalón.

David hace duelo

19 Ajimaz, hijo de Sadoc, propuso a Joab:

—Déjame ir corriendo para avisarle al rey que el Señor lo ha librado del poder de sus enemigos.

20 —No le llevarás esta noticia hoy —respondió Joab—. Podrás hacerlo en otra ocasión, pero no hoy, pues ha muerto el hijo del rey.

21 Entonces Joab se dirigió a un soldado cusita y ordenó:

—Ve tú y dile al rey lo que has visto.

El cusita se postró ante Joab y salió corriendo. 22 Pero Ajimaz, hijo de Sadoc, insistió:

—Pase lo que pase, déjame correr con el cusita.

—Pero, muchacho —respondió Joab—, ¿para qué quieres ir? ¡Ni pienses que te van a dar una recompensa por la noticia!

23 —Pase lo que pase, quiero ir.

—Anda, pues.

Ajimaz salió corriendo por la llanura y se adelantó al cusita.

24 Mientras tanto, David se hallaba sentado en el pasadizo que está entre las dos puertas de la ciudad. El centinela, que había subido al muro de la puerta, alzó la vista y vio a un hombre que corría solo. 25 Cuando el centinela se lo anunció al rey, este comentó:

—Si viene solo, debe de traer buenas noticias.

Pero, mientras el hombre seguía corriendo y se acercaba, 26 el centinela se dio cuenta de que otro hombre corría detrás de él, así que le anunció al guarda de la puerta:

—¡Por ahí viene otro hombre corriendo solo!

—Ese también debe de traer buenas noticias —dijo el rey.

27 El centinela añadió:

—Me parece que el primero corre como Ajimaz, hijo de Sadoc.

—Es un buen hombre —comentó el rey—; seguro que trae buenas noticias.

28 Ajimaz llegó y saludó al rey postrándose rostro en tierra ante él y dijo:

—¡Bendito sea el Señor su Dios, pues nos ha entregado a los que se habían rebelado en contra de mi señor el rey!

29 —¿Y está bien el joven Absalón? —preguntó el rey.

Ajimaz respondió:

—En el momento en que su siervo Joab me enviaba, vi que se armó un gran alboroto, pero no pude saber lo que pasaba.

30 —Pasa y quédate ahí —dijo el rey.

Ajimaz se hizo a un lado. 31 Entonces llegó el cusita y anunció:

—Traigo buenas noticias a mi señor el rey. El Señor lo ha librado hoy de todos los que se habían rebelado en contra suya.

32 —¿Y está bien el joven Absalón? —preguntó el rey.

El cusita contestó:

—¡Que sufran como ese joven los enemigos de mi señor el rey y todos los que intentan hacerle mal!

33 Al oír esto, el rey se estremeció y mientras subía al cuarto que está encima de la puerta, lloraba y decía: «¡Ay, Absalón, hijo mío! ¡Hijo mío, Absalón, hijo mío! ¡Ojalá hubiera muerto yo en tu lugar! ¡Ay, Absalón, hijo mío, hijo mío!».

Footnotes

  1. 18:3 usted … nosotros (dos mss. hebreos; véanse también LXX y Vulgata); ahora hay diez mil como nosotros (TM).
  2. 18:11 Es decir, aprox. 115 g.
  3. 18:13 me hubiera arriesgado. Alt. lo hubiera traicionado.

Oración de confianza

Al músico principal; sobre La paloma silenciosa en paraje muy distante. Mictam de David, cuando los filisteos le prendieron en Gat.(A)

56 Ten misericordia de mí, oh Dios, porque me devoraría el hombre;

Me oprime combatiéndome cada día.

Todo el día mis enemigos me pisotean;

Porque muchos son los que pelean contra mí con soberbia.

En el día que temo,

Yo en ti confío.

En Dios alabaré su palabra;

En Dios he confiado; no temeré;

¿Qué puede hacerme el hombre?

Todos los días ellos pervierten mi causa;

Contra mí son todos sus pensamientos para mal.

Se reúnen, se esconden,

Miran atentamente mis pasos,

Como quienes acechan a mi alma.

Pésalos según su iniquidad, oh Dios,

Y derriba en tu furor a los pueblos.

Mis huidas tú has contado;

Pon mis lágrimas en tu redoma;

¿No están ellas en tu libro?

Serán luego vueltos atrás mis enemigos, el día en que yo clamare;

Esto sé, que Dios está por mí.

10 En Dios alabaré su palabra;

En Jehová su palabra alabaré.

11 En Dios he confiado; no temeré;

¿Qué puede hacerme el hombre?

12 Sobre mí, oh Dios, están tus votos;

Te tributaré alabanzas.

13 Porque has librado mi alma de la muerte,

Y mis pies de caída,

Para que ande delante de Dios

En la luz de los que viven.

Al director musical. Sígase la tonada de «La paloma en los robles lejanos». Mictam de David, cuando los filisteos lo apresaron en Gat.

56 Ten piedad de mí, oh Dios,
    pues hay gente que me persigue.
    Todo el día me atacan mis opresores,
todo el día me persiguen mis enemigos;
    son muchos los arrogantes que me atacan.

Cuando siento miedo, pongo en ti mi confianza.
    Confío en Dios y alabo su palabra;
confío en Dios y no siento miedo.
    ¿Qué puede hacerme un simple mortal?

Todo el día tuercen mis palabras;
    solo piensan hacerme daño.
Conspiran, se mantienen al acecho.
    Vigilan todo lo que hago
    a la espera de quitarme la vida.
¡En tu enojo, Dios mío,
    humilla a esos pueblos por sus maldades!
    ¡De ningún modo los dejes escapar!

Toma en cuenta mis lamentos;
    registra mi llanto en tu libro.[a]
    ¿Acaso no lo tienes anotado?
Cuando yo te pida ayuda,
    mis enemigos retrocederán.
    Una cosa sé: ¡Dios está de mi parte!

10 Confío en Dios y alabo su palabra;
    confío en el Señor y alabo su palabra;
11 confío en Dios y no siento miedo.
    ¿Qué puede hacerme un simple mortal?

12 He hecho promesas delante de ti, oh Dios,
    y te presentaré mis ofrendas de gratitud.
13 Tú, oh Dios, me has librado de tropiezos,
    me has librado de la muerte,
para que siempre, en tu presencia,
    camine en la luz de la vida.

Footnotes

  1. 56:8 registra mi llanto en tu libro. Lit. pon mis lágrimas en tu odre.

Jesús ante Pilato

(Mr. 15.1; Lc. 23.1-2; Jn. 18.28-32)

27 Venida la mañana, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo entraron en consejo contra Jesús, para entregarle a muerte. Y le llevaron atado, y le entregaron a Poncio Pilato, el gobernador.

Muerte de Judas

Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. Mas ellos dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú! Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó. Los principales sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre. Y después de consultar, compraron con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los extranjeros. Por lo cual aquel campo se llama hasta el día de hoy: Campo de sangre.(A) Así se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo: Y tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado, según precio puesto por los hijos de Israel; 10 y las dieron para el campo del alfarero, como me ordenó el Señor.(B)

Pilato interroga a Jesús

(Mr. 15.2-5; Lc. 23.3-5; Jn. 18.33-38)

11 Jesús, pues, estaba en pie delante del gobernador; y este le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús le dijo: Tú lo dices. 12 Y siendo acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos, nada respondió. 13 Pilato entonces le dijo: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti? 14 Pero Jesús no le respondió ni una palabra; de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho.

Jesús sentenciado a muerte

(Mr. 15.6-20; Lc. 23.13-25; Jn. 18.38—19.16)

15 Ahora bien, en el día de la fiesta acostumbraba el gobernador soltar al pueblo un preso, el que quisiesen. 16 Y tenían entonces un preso famoso llamado Barrabás. 17 Reunidos, pues, ellos, les dijo Pilato: ¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás, o a Jesús, llamado el Cristo? 18 Porque sabía que por envidia le habían entregado. 19 Y estando él sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir: No tengas nada que ver con ese justo; porque hoy he padecido mucho en sueños por causa de él. 20 Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás, y que Jesús fuese muerto. 21 Y respondiendo el gobernador, les dijo: ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos dijeron: A Barrabás. 22 Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo? Todos le dijeron: ¡Sea crucificado! 23 Y el gobernador les dijo: Pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea crucificado!

24 Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos(C) delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros. 25 Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos. 26 Entonces les soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado.

27 Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de él a toda la compañía; 28 y desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata, 29 y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos! 30 Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza. 31 Después de haberle escarnecido, le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos, y le llevaron para crucificarle.

Crucifixión y muerte de Jesús

(Mr. 15.21-41; Lc. 23.26-49; Jn. 19.17-30)

32 Cuando salían, hallaron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón; a este obligaron a que llevase la cruz. 33 Y cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera, 34 le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo. 35 Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes,(D) para que se cumpliese lo dicho por el profeta: Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. 36 Y sentados le guardaban allí. 37 Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS. 38 Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda. 39 Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza,(E) 40 y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas,(F) sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz. 41 De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían: 42 A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. 43 Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere;(G) porque ha dicho: Soy Hijo de Dios. 44 Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él.

45 Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. 46 Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?(H) 47 Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama este. 48 Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber.(I) 49 Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle. 50 Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.

51 Y he aquí, el velo(J) del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; 52 y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; 53 y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos. 54 El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente este era Hijo de Dios.

55 Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole, 56 entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.(K)

Jesús es sepultado

(Mr. 15.42-47; Lc. 23.50-56; Jn. 19.38-42)

57 Cuando llegó la noche, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también había sido discípulo de Jesús. 58 Este fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le diese el cuerpo. 59 Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, 60 y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue. 61 Y estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro.

La guardia ante la tumba

62 Al día siguiente, que es después de la preparación, se reunieron los principales sacerdotes y los fariseos ante Pilato, 63 diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré.(L) 64 Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten, y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos. Y será el postrer error peor que el primero. 65 Y Pilato les dijo: Ahí tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis. 66 Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia.

Judas se ahorca

27 Muy de mañana, todos los jefes de los sacerdotes y los líderes religiosos del pueblo tomaron la decisión de condenar a muerte a Jesús. Lo ataron, se lo llevaron y se lo entregaron a Pilato, el gobernador.

Cuando Judas, el que lo había traicionado, vio que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y a los líderes religiosos.

—He pecado —dijo—, porque he entregado a la muerte[a] a un inocente.

—¿Y eso a nosotros qué nos importa? —respondieron—. ¡Allá tú!

Entonces Judas arrojó el dinero en el santuario y salió de allí. Luego fue y se ahorcó.

Los jefes de los sacerdotes recogieron las monedas y dijeron: «La ley no permite echar esto al tesoro, porque es dinero pagado para derramar sangre». Así que resolvieron comprar con ese dinero un terreno conocido como Campo del Alfarero, para sepultar allí a los extranjeros. Por eso ha sido llamado Campo de Sangre hasta el día de hoy. Así se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías: «Tomaron las treinta monedas de plata, el precio que el pueblo de Israel había fijado, 10 y con ellas compraron el campo del alfarero, como me ordenó el Señor».[b]

Jesús ante Pilato(A)

11 Mientras tanto, Jesús compareció ante el gobernador; este le preguntó:

—¿Eres tú el rey de los judíos?

—Tú mismo lo dices —respondió Jesús.

12 Al ser acusado por los jefes de los sacerdotes y por los líderes religiosos, Jesús no contestó nada.

13 —¿No oyes lo que declaran contra ti? —dijo Pilato.

14 Pero Jesús no contestó ni a una sola acusación, por lo que el gobernador se llenó de asombro.

15 Ahora bien, durante la fiesta el gobernador acostumbraba a soltar un preso que la gente escogiera. 16 Tenían un preso famoso llamado Jesús Barrabás. 17 Así que, cuando se reunió la multitud, Pilato preguntó:

—¿A quién quieren que suelte: a Jesús Barrabás o a Jesús, al que llaman Cristo?

18 Pilato sabía que habían entregado a Jesús por envidia.

19 Mientras Pilato estaba sentado en el tribunal, su esposa le envió el siguiente recado: «No te metas con ese justo, pues, por causa de él, hoy he sufrido mucho en un sueño».

20 Pero los jefes de los sacerdotes y los líderes religiosos persuadieron a la multitud para que pidiera a Pilato soltar a Barrabás y ejecutar a Jesús.

21 —¿A cuál de los dos quieren que suelte? —preguntó el gobernador.

—A Barrabás —dijeron ellos.

22 —¿Y qué voy a hacer con Jesús, al que llaman Cristo? —preguntó Pilato.

—¡Crucifícalo! —respondieron todos.

23 Pero él dijo:

—¿Por qué? ¿Qué crimen ha cometido?

Pero ellos gritaban aún más fuerte:

—¡Crucifícalo!

24 Cuando Pilato vio que no conseguía nada, sino que más bien se estaba formando un tumulto, pidió agua y se lavó las manos delante de la gente.

—Soy inocente de la muerte[c] de este hombre —dijo—. ¡Allá ustedes!

25 —¡Que la culpa de su muerte[d] caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos! —contestó todo el pueblo.

26 Entonces soltó a Barrabás; pero a Jesús lo mandó azotar y lo entregó para que lo crucificaran.

Los soldados se burlan de Jesús(B)

27 Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al palacio[e] y reunieron a toda la tropa alrededor de él. 28 Le quitaron la ropa y le pusieron un manto color escarlata. 29 Luego trenzaron una corona de espinas y se la colocaron en la cabeza; en la mano derecha le pusieron una vara. Arrodillándose delante de él, se burlaban diciendo:

—¡Viva el rey de los judíos!

30 También lo escupían y con la vara golpeaban su cabeza. 31 Después de burlarse de él, le quitaron el manto, le pusieron su propia ropa y se lo llevaron para crucificarlo.

La crucifixión(C)

32 Al salir, encontraron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón y lo obligaron a llevar la cruz. 33 Llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa «Lugar de la Calavera». 34 Allí dieron a Jesús vino mezclado con hiel; pero después de probarlo, se negó a beberlo. 35 Lo crucificaron y repartieron su ropa, echando suertes.[f] 36 Y se sentaron a vigilarlo. 37 Encima de su cabeza pusieron por escrito la causa de su condena:

este es jesús, el rey de los judíos.

38 Con él crucificaron a dos bandidos,[g] uno a su derecha y otro a su izquierda. 39 Los que pasaban meneaban la cabeza y blasfemaban contra él:

40 —Tú que destruyes el Templo y en tres días lo reconstruyes, ¡sálvate a ti mismo! Si eres el Hijo de Dios, ¡baja de la cruz!

41 De la misma manera, se burlaban de él los jefes de los sacerdotes, junto con los maestros de la Ley y los líderes religiosos.

42 —Salvó a otros —decían—, ¡pero no puede salvarse a sí mismo! ¡Y es el rey de Israel! Que baje ahora de la cruz y así creeremos en él. 43 Él confía en Dios; pues que lo libre Dios ahora, si de veras lo quiere. ¿Acaso no dijo: “Yo soy el Hijo de Dios”?

44 Así también lo insultaban los bandidos que estaban crucificados con él.

Muerte de Jesús(D)

45 Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde[h] toda la tierra quedó en oscuridad. 46 Como a las tres de la tarde,[i] Jesús gritó con fuerza:

Elí, Elí,[j] ¿lema sabactani? —que significa “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.[k]

47 Cuando lo oyeron, algunos de los que estaban allí dijeron:

—Está llamando a Elías.

48 Al instante uno de ellos corrió en busca de una esponja. La empapó en vinagre, la puso en una vara y se la ofreció a Jesús para que bebiera. 49 Los demás decían:

—Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.

50 Entonces Jesús volvió a gritar con fuerza y entregó su espíritu.

51 En ese momento, la cortina del santuario del Templo se rasgó en dos, de arriba a abajo. La tierra tembló y se partieron las rocas. 52 Se abrieron los sepulcros y muchos creyentes que habían muerto resucitaron. 53 Salieron de los sepulcros y, después de la resurrección de Jesús, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.

54 Cuando el centurión y los que con él estaban custodiando a Jesús vieron el terremoto y todo lo que había sucedido, quedaron aterrados y exclamaron:

—¡Verdaderamente este era el Hijo de Dios!

55 Estaban allí, mirando desde lejos, muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle. 56 Entre ellas se encontraban María Magdalena, María la madre de Santiago y de José, y también la madre de los hijos de Zebedeo.

Sepultura de Jesús(E)

57 Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había convertido en discípulo de Jesús. 58 Se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús y Pilato ordenó que se lo dieran. 59 José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia 60 y lo puso en un sepulcro nuevo de su propiedad, que había cavado en la roca. Luego hizo rodar una piedra grande a la entrada del sepulcro y se fue. 61 Allí estaban, sentadas frente al sepulcro, María Magdalena y la otra María.

La guardia ante el sepulcro

62 Al día siguiente, después del día de la preparación, los jefes de los sacerdotes y los fariseos se presentaron ante Pilato.

63 —Señor —dijeron—, nosotros recordamos que mientras ese engañador aún vivía, dijo: “A los tres días resucitaré”. 64 Por eso, ordene usted que se selle el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, se roben el cuerpo y digan al pueblo que ha resucitado. Ese último engaño sería peor que el primero.

65 —Llévense una guardia de soldados —ordenó Pilato—, y vayan a asegurar el sepulcro lo mejor que puedan.

66 Así que ellos fueron, cerraron el sepulcro con una piedra, lo sellaron y dejaron puesta la guardia.

Footnotes

  1. 27:4 muerte. Lit. sangre inocente.
  2. 27:10 Véanse Zac 11:12,13; Jer 19:1-13; 32:6-9.
  3. 27:24 muerte. Lit. sangre.
  4. 27:25 la culpa de su muerte. Lit. que su sangre caiga sobre nosotros.
  5. 27:27 palacio. Lit. pretorio.
  6. 27:35 suertes. Var. suertes, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta: «Se repartieron entre ellos mi manto y sobre mi ropa echaron suertes» (Sal 22:18; véase Jn 19:24).
  7. 27:38 bandidos. Alt. insurgentes; también en v. 44.
  8. 27:45 Desde … tarde. Lit. Desde la hora sexta hasta la hora novena.
  9. 27:46 Como … tarde. Lit. Como a la hora novena.
  10. 27:46 Elí, Elí. Var. Eloi, Eloi.
  11. 27:46 Sal 22:1.