1 Samuel 24-26
Palabra de Dios para Todos
David le perdona la vida a Saúl
24 Después de perseguir a los filisteos, la gente le dijo a Saúl que David se encontraba en el desierto de Engadi. 2 Saúl eligió a 3000 hombres israelitas y se fueron a buscar a David y sus hombres en la región de los Peñascos de las Cabras. 3 Saúl llegó a un redil de ovejas en el camino. Cerca de ahí había una cueva, donde entró para hacer sus necesidades. David y sus hombres se escondían en el fondo de la cueva. 4 Los hombres le dijeron a David:
—Este es el día al que se refería el SEÑOR cuando te dijo: “Te entregaré a tu enemigo para que hagas con él lo que mejor te parezca”.
Entonces David se acercó a Saúl sin hacer ruido y cortó el borde del manto de Saúl sin que él se diera cuenta. 5 Pero a David le remordió la conciencia por lo que había hecho, 6 y les dijo a sus hombres:
—¡Que el SEÑOR me libre de hacerle algo al rey! Saúl es a quien el SEÑOR eligió como rey. Yo no debo hacer nada contra él porque él es el elegido del SEÑOR.
7 David les dijo esto a sus hombres para contenerlos y no les permitió que le hicieran ningún daño a Saúl.
Saúl salió de la cueva y se fue. 8 David lo siguió, gritando:
—¡Majestad!
Saúl miró hacia atrás y vio a David postrado rostro en tierra e inclinándose. 9 David le dijo a Saúl:
—¿Por qué escucha Su Majestad a los que dicen que yo quiero hacerle daño? 10 Usted podrá ver con sus propios ojos que hoy mismo en esta cueva el SEÑOR me lo había puesto a usted en mis manos, pero no quise matarlo. Le respeté la vida, y dije: No le haré ningún daño a mi señor porque él es el rey que el SEÑOR eligió.
11 »Mire usted el pedazo de tela del borde de su manto que tengo en mi mano. Yo pude haberlo matado cuando lo corté, pero no lo hice. Entienda bien y sepa que yo no planeo nada contra usted. Yo no le he hecho nada y sin embargo usted me acecha y trata de matarme. 12 ¡Que sea el SEÑOR quien juzgue! Tal vez el SEÑOR lo castigue por el mal que me ha hecho, pero yo no alzaré mi mano contra usted. 13 Porque como dice el refrán: “De los malos, la maldad”, pero yo no alzaré mi mano contra usted. 14 ¿A quién persigue? ¿Contra quién va a pelear el rey de Israel? Persigue a quien no le va a hacer ningún daño. Es como perseguir a un perro muerto o a una pulga. 15 Que el SEÑOR sea quien juzgue entre nosotros dos. Que él me ayude y muestre que estoy en lo cierto, y me libre de usted.
16 Cuando David terminó de hablar, Saúl preguntó:
—¿Eres tú quien me habla, hijo mío?
Y enseguida se echó a llorar, y luego dijo:
17 —Eres más leal que yo. Has sido bueno conmigo, y yo en cambio, he sido malo. 18 Me has contado el bien que has hecho. El SEÑOR me puso en tus manos y aun así no me mataste. 19 ¡No se atrapa una presa para luego dejarla ir! No se paga bien por mal. Que el SEÑOR te premie por ser bueno conmigo el día de hoy. 20 Yo sé que serás el nuevo rey, reinarás sobre el reino de Israel. 21 Prométeme, en el nombre del SEÑOR, que no destruirás a mis descendientes, aun después de mi muerte. Prométeme que no borrarás el nombre de mi familia.
22 Así que David le hizo la promesa a Saúl de que no mataría a su familia. Luego Saúl regresó a su casa, y David se dirigió al fuerte.
25 Samuel murió y todo el pueblo de Israel se reunió para hacer duelo por él y enterrarlo en Ramá. Después de eso, David se fue al desierto de Maón[a].
David y Nabal
2 En Maón vivía un hombre muy rico que tenía 3000 ovejas y 1000 cabras. Se encontraba en Carmel haciéndose cargo de sus negocios y esquilando sus ovejas. 3 Era de la familia de Caleb, y se llamaba Nabal[b]. Su esposa se llamaba Abigail, que era una mujer bella e inteligente, pero Nabal era insolente y malo.
4 Cuando David se encontraba en el desierto, se enteró de que Nabal estaba esquilando sus ovejas. 5 Entonces envió a diez jóvenes para que hablaran con Nabal, diciéndoles: «Vayan a Carmel y llévenle un saludo de mi parte a Nabal, 6 y díganle: “Que tú y tu familia, y todo lo que posees se encuentren bien. 7 Por medio de tus pastores que han estado un tiempo con nosotros, me enteré que estás esquilando la lana de tus ovejas. Tratamos bien a tus pastores y nunca tomamos nada de ellos mientras se encontraban en Carmel. 8 Puedes preguntarles a tus siervos y ellos te dirán que es cierto. Por lo tanto, te pido que recibas bien a mis jóvenes en este día de celebración, y que les des lo que tengas a la mano. Te lo pido por mí, tu amigo[c] David”».
9 Cuando los hombres de David llegaron, le dieron el mensaje a Nabal, 10 pero Nabal los insultó, diciéndoles:
—¿Quién es ese David? ¿Quién es el hijo de Isaí? ¡Hoy en día, muchos esclavos escapan de sus amos! 11 Tengo pan y agua, y también carne que preparé para los siervos que esquilaron las ovejas, pero ¡qué voy a compartir con gente que ni siquiera sé de dónde ha salido!
12 Los hombres de David regresaron y le dijeron a David lo que Nabal había dicho. 13 Entonces David les dijo a sus hombres:
—¡Levanten su espada!
Así que David y sus hombres tomaron su espada. Alrededor de 400 hombres acompañaron a David, mientras 200 se quedaron cuidando las provisiones.
14 Uno de los siervos de Nabal le aviso a su esposa Abigail:
—David envió mensajeros desde el desierto para hablar con nuestro amo, pero Nabal fue malo con ellos. 15 Ellos nos trataron muy bien. Mientras pastoreábamos las ovejas en los campos, los hombres de David nos acompañaron todo el tiempo y nunca nos hicieron nada malo. Nunca nos robaron, 16 sino que nos cuidaban de día y de noche. Era como si nos rodeara una muralla, nos protegían cuando estábamos con ellos cuidando las ovejas. 17 Piensa en esto y decide lo que hay que hacer. Nabal fue un insensato al decir lo que dijo. Se les viene un problema tremendo a nuestro amo y a toda su familia.
18 De inmediato, Abigail tomó 200 panes, dos odres de vino, cinco ovejas asadas, 40 kilos[d] de trigo tostado, 100 tortas[e] de uvas pasas y 200 tortas de higos. Después de cargarlos sobre asnos, 19 les dijo a sus siervos que se adelantaran y que ella los seguiría. Pero no le dijo nada a Nabal, su esposo.
20 Montada en un asno, Abigail bajaba por la ladera del monte cuando se encontró con David y sus hombres que avanzaban en dirección contraria. 21 David venía diciendo: «De nada me sirvió proteger las posesiones de Nabal en el desierto. Me aseguré que no se perdiera ninguna de sus ovejas. Sin embargo, me ha pagado bien con mal. 22 Que el SEÑOR me castigue si dejo vivo un día más a uno solo de los hombres de la familia de Nabal». 23 En ese preciso momento, llegó Abigail. Al ver a David, se desmontó de su asno y se postró rostro en tierra, inclinándose ante él. 24 Se arrojó a sus pies, y le dijo:
—Señor mío, permítame hablarle, le pido que me escuche. Yo tengo la culpa de lo que pasó. 25 Yo no vi a los hombres que usted mandó. No ponga atención al insensato de Nabal, que bien le hace honor a su nombre, que significa insensato. En realidad es un hombre insensato. 26 El SEÑOR ha evitado que usted mate gente inocente. Tan cierto como que el SEÑOR y usted viven, que a sus enemigos y a todos los que quieran hacerle daño les pase lo mismo que a Nabal. 27 Su servidora le ha traído este regalo para que les dé a sus hombres. 28 Le ruego que perdone mis faltas. Ciertamente el SEÑOR fortalecerá a su familia porque usted pelea las batallas a favor del SEÑOR. Nunca en su vida será usted hallado en falta. 29 Si alguien lo persigue para matarlo, protegerá su vida como algo precioso para él. Pero a sus enemigos los tirará lejos como piedra de honda. 30 Cuando el SEÑOR cumpla lo que le prometió, lo hará a usted líder de Israel. 31 Cuando eso suceda, ¿querrá usted tener el recuerdo de una masacre? ¿querrá tener fama de alguien que no espera a que Dios le resuelva los problemas? Le ruego que se acuerde de mí cuando el SEÑOR le haga líder de Israel.
32 David le respondió a Abigail:
—Alabado sea el SEÑOR, Dios de Israel, por haberte enviado a mi encuentro. 33 Que Dios te bendiga por tu buen juicio. Has evitado que mate gente inocente el día de hoy. 34 Tan cierto como que el SEÑOR Dios de Israel vive, si no te hubieras dado prisa en venir a mi encuentro, ni un solo hombre de la familia de Nabal hubiera visto el día de mañana.
35 Entonces David aceptó los regalos de Abigail, y le dijo:
—Vuelve en paz a tu casa. He escuchado tu petición y te la concederé.
36 Cuando Abigail regresó a casa, Nabal se estaba dando un banquete como rey. Estaba borracho y muy alegre. Abigail no le dijo nada de lo que había hecho hasta el día siguiente. 37 En la mañana, Nabal estaba sobrio, así que su esposa le dijo lo sucedido. A Nabal le dio un ataque y quedó paralizado. 38 Alrededor de diez días después, el SEÑOR hizo que Nabal muriera.
39 Cuando David se enteró de que Nabal había muerto, dijo: «¡Alabado sea el SEÑOR! Nabal me trató mal, pero él me ha hecho justicia. El SEÑOR me impidió hacer el mal y ha hecho morir a Nabal por el mal que hizo».
Entonces David le envió un mensaje a Abigail pidiéndole que se casara con él. 40 Cuando los siervos de David llegaron a Carmel, le dijeron a Abigail:
—David nos envió para proponerte matrimonio.
41 Abigail se postró rostro en tierra, e inclinándose, dijo:
—Yo soy la sierva de David, lista para servirle y dispuesta a lavar los pies de sus siervos.
42 Inmediatamente, Abigail se montó en un asno y se fue con los mensajeros de David, junto con cinco de sus criadas. Después se casó con él.
43 David también estaba casado con Ajinoán de Jezrel, así que ambas fueron sus esposas. 44 También Mical hija de Saúl era su esposa, pero Saúl la había entregado a Paltiel hijo de Lais, de la aldea de Galín.
David le perdona nuevamente la vida a Saúl
26 Los de Zif fueron a Guibeá para decirle a Saúl: «David se esconde en el monte de Jaquilá, frente a Yesimón».
2 Saúl se dirigió al desierto de Zif con los 3000 soldados israelitas que había elegido para buscar a David. 3 Saúl acampó en el monte de Jaquilá, frente al desierto, al lado del camino. Cuando David, que vivía en el desierto, se enteró de que Saúl lo venía siguiendo, 4 envió espías para confirmar si Saúl se encontraba en Jaquilá. 5 Entonces David se dirigió al campamento de Saúl y vio donde dormían Saúl y Abner. Abner hijo de Ner era el comandante del ejército de Saúl. Saúl se encontraba dormido dentro del campamento con todo el ejército a su alrededor.
6 David le preguntó a Ajimélec el hitita y a Abisay hijo de Sarvia, hermano de Joab:
—¿Quién quiere ir conmigo al campamento de Saúl?
Abisay respondió:
—Yo voy contigo.
7 Cuando se hizo de noche, David y Abisay fueron al campamento de Saúl y lo encontraron dormido dentro del campamento con su lanza clavada en la tierra a su cabecera. Abner y los demás soldados estaban dormidos alrededor de Saúl. 8 Abisay le dijo a David:
—Hoy es el día en que Dios te ha entregado a tu enemigo. Déjame clavar a Saúl al suelo con su propia lanza, ¡Un solo clavazo y listo!
9 Pero David le dijo a Abisay:
—¡No lo mates! ¡El que le haga daño al rey que el SEÑOR eligió será castigado! 10 Tan cierto como que el SEÑOR vive, que él mismo lo castigará. Tal vez Saúl sufra una muerte natural o tal vez lo maten en batalla, 11 pero yo le ruego al SEÑOR que nunca me permita hacerle daño al rey que el SEÑOR eligió. Toma la lanza y la jarra de agua que están a la cabecera de Saúl y vámonos.
12 David mismo tomó la lanza y la jarra que estaban a su cabecera y los dos salieron del campamento sin que nadie los viera ni se diera cuenta de lo que había pasado. Nadie ni siquiera se despertó. El SEÑOR había hecho que Saúl y su ejército cayeran en un sueño profundo.
13 David cruzó el valle hasta el monte frente al campamento de Saúl, poniendo una buena distancia entre ellos. 14 Desde allí, David les gritó al ejército y a Abner hijo de Ner:
—¡Abner!
Abner respondió:
—¿Quién eres y qué quieres?
15 David dijo:
—¿No eres tú el más valiente en todo Israel? Entonces, ¿por qué no protegiste a tu señor el rey? Alguien del pueblo entró a tu campamento para matar al rey. 16 Y tú ni cuenta te diste. Tan cierto como que el SEÑOR vive, que tú y tus hombres merecen la muerte por no haber protegido al rey, el elegido del SEÑOR. Ve a ver dónde están la lanza y la jarra de agua que estaban a la cabecera de Saúl.
17 Saúl reconoció la voz de David, y le dijo:
—¿Eres tú David, hijo mío?
David respondió:
—Sí, Su Majestad, soy yo.
18 También le dijo:
—Señor mío, ¿por qué me persigue? ¿Qué mal le he hecho yo? ¿De qué se me acusa? 19 Le ruego a Su Majestad que escuche mis palabras. Si quien lo pone en mi contra es el SEÑOR, con una ofrenda se resolvería. Pero si son los hombres quienes lo ponen en mi contra, que el SEÑOR los maldiga. Por ellos he tenido que dejar la tierra que el SEÑOR me dio y me dicen que me vaya a servir a otros dioses. 20 No haga que muera lejos de la presencia del SEÑOR. Usted ha estado buscando una simple pulga. ¡Es como cazar perdices en los montes!
21 Entonces Saúl dijo:
—He sido un pecador. Regresa, David hijo mío. Hoy has demostrado que respetas mi vida, y por eso no te haré ningún daño. Me he portado como un insensato y he cometido un grave error.
22 David le respondió:
—Aquí está la lanza de mi rey. Envíe a uno de sus hombres para que la recoja. 23 El SEÑOR le da su paga a cada uno según sus hechos, recompensa si se hace el bien y castiga si se hace el mal. El SEÑOR lo puso en mis manos el día de hoy, pero yo no le haré ningún daño al rey que el SEÑOR eligió. 24 Hoy le he demostrado a usted que respeto su vida. Que el SEÑOR me libre de todo problema.
25 Entonces Saúl le dijo a David:
—Que Dios te bendiga, David hijo mío. Tú harás grandes cosas y triunfarás.
David partió y Saúl regresó a casa.
© 2005, 2015 Bible League International