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Micaías anuncia la derrota de Ahab (2 Cr 18.1-27)

22 Durante tres años no hubo guerra entre Siria e Israel. Pero al tercer año, Josafat que era el rey de Judá, fue a visitar a Ahab, rey de Israel. Ahab le dijo a sus oficiales:

—Como ustedes saben, la ciudad de Ramot de Galaad nos pertenece. Pero ahora está en poder del rey de Siria, y no hemos hecho nada para recuperarla.

Después le dijo a Josafat, rey de Judá:

—¿Me ayudarías a quitarle la ciudad de Ramot de Galaad al rey de Siria?

Josafat le contestó:

—Tú y yo somos del mismo pueblo. Mi ejército y mis caballos están a tu disposición. Pero antes de ir a luchar, averigua si Dios está de acuerdo.

Entonces el rey de Israel reunió a los profetas, que eran alrededor de cuatrocientos, y les preguntó:

—¿Debo atacar a Ramot de Galaad para recuperarla?

Los profetas contestaron:

—Atácala. Porque Dios te la va a entregar.

Pero Josafat dijo:

—¿No hay por acá otro profeta de Dios al que le podamos consultar?

El rey de Israel le respondió:

—Hay un profeta al que podemos consultar. Se llama Micaías y es hijo de Imlá. Pero yo lo odio porque nunca me anuncia cosas buenas, sino siempre malas.

Josafat le dijo:

—No digas eso.

Entonces el rey de Israel llamó a un oficial y le dijo:

—Trae pronto a Micaías hijo de Imlá.

10 Ahab y Josafat tenían puestos sus trajes reales y estaban sentados sobre sus tronos en un lugar alto, ubicado a la entrada de Samaria. En ese lugar se le quitaba la cáscara al trigo. Delante de ellos estaban todos los profetas dando mensajes. 11 Sedequías hijo de Quenaaná, se había hecho unos cuernos de hierro y gritaba: «Dios ha dicho que con estos cuernos Ahab atacará a los sirios hasta destruirlos».

12 Todos los profetas anunciaban lo mismo, y le decían a Ahab: «Ataca a Ramot de Galaad. Vas a triunfar. Dios va a darte la ciudad».

13 Mientras tanto, el oficial que había ido a buscar a Micaías, le dijo a éste:

—Todos los profetas han anunciado que el rey Ahab vencerá. Habla tú como ellos y anuncia algo bueno para el rey.

14 Pero Micaías le contestó:

—Juro por Dios que sólo diré lo que Dios me diga.

15 Cuando Micaías se presentó delante del rey, éste le preguntó:

—Micaías, ¿debo atacar a Ramot de Galaad?

Micaías le respondió:

—Atácala y triunfarás. Dios te entregará la ciudad.

16 Pero el rey le dijo:

—¿Cuántas veces te he rogado que me digas la verdad de parte de Dios?

17 Micaías contestó:

—Veo a todo el pueblo de Israel desparramado por las montañas. Andan como las ovejas que no tienen pastor. Dios dijo que no tienen quién los dirija. Que cada uno vuelva a su hogar tranquilo.

18 Entonces Ahab le dijo a Josafat:

—¿No te dije que Micaías no me iba a anunciar nada bueno?

19 Micaías dijo:

—No debiste decir eso. Ahora escucha el mensaje que Dios te envía. Yo vi a Dios sentado sobre su trono. Todos los ángeles del cielo estaban de pie, unos a la derecha y otros a la izquierda. 20 Entonces Dios preguntó quién iría a convencer a Ahab para que atacara a Ramot de Galaad y fuera vencido ahí. Unos decían una cosa y otros otra. 21 Pero un espíritu vino delante de Dios y dijo que él iría a convencer a Ahab. 22 Dios le preguntó cómo iba a hacerlo. El espíritu dijo que haría que los profetas dijeran mentiras. Dios le dijo que fuera, y que lograría convencer a Ahab. 23 Por lo tanto, Dios permitió que los profetas dijeran mentiras. Dios ha decidido que en esta batalla te irá mal.

24 Entonces Sedequías hijo de Quenaaná, se acercó, le pegó una bofetada a Micaías en la cara y le dijo:

—¿Cómo te atreves a decir que el espíritu de Dios me ha abandonado, y te ha hablado a ti?

25 Y Micaías le contestó:

—Cuando se cumpla lo que dije, te darás cuenta de que he dicho la verdad, y tendrás que esconderte en alguna habitación.

26 El rey de Israel ordenó:

—¡Llévense preso a Micaías! Entréguenlo a Amón, el gobernador de la ciudad, y a mi hijo Joás. 27 Díganles que lo pongan en la cárcel y que no le den más que pan y agua hasta que yo regrese sano y salvo de la batalla.

28 Micaías dijo:

—Si tú regresas sano y salvo significará que Dios no ha hablado por medio de mí.

Después, dirigiéndose a todos, agregó:

—¡Tengan en cuenta lo que he dicho!

Los sirios vencen a Ahab (2 Cr 18.28-34)

29 Ahab y Josafat fueron a atacar Ramot de Galaad. 30 Ahab le dijo a Josafat: «Yo me voy a disfrazar para ir a la batalla, pero tú puedes usar tu propia ropa».

Así que el rey de Israel se disfrazó y fue a luchar.

31 El rey de Siria había dado esta orden a los treinta y dos capitanes de sus carros de combate: «¡Ataquen sólo al rey de Israel!»

32 Cuando los capitanes vieron a Josafat dijeron: «Seguramente él es el rey de Israel».

Así que lo rodearon para atacarlo, pero Josafat gritó pidiendo ayuda. 33 Entonces los capitanes de los carros de combate se dieron cuenta de que no era el rey de Israel y dejaron de perseguirlo.

34 Pero luego un soldado tiró con su arco una flecha al azar e hirió a Ahab. La flecha entró por uno de los huecos de su armadura. Entonces el rey le dijo al soldado que manejaba su carro: «Da la vuelta y sácame del campo de batalla porque estoy malherido».

35 Ese día la batalla fue muy dura. Algunos soldados mantuvieron en pie al rey en su carro de combate, enfrentando a los sirios. Pero la sangre de su herida corría por el piso del carro y en la tarde el rey murió. 36-37 Al anochecer, se corrió la voz en todo el ejército: «¡El rey ha muerto! ¡Cada uno regrese a su ciudad y a su tierra!»

Después llevaron el cuerpo del rey a Samaria y lo enterraron allí. 38 Lavaron el carro en un pozo que había en Samaria, en el que se bañaban las prostitutas. Y los perros lamieron la sangre del rey Ahab. Así se cumplió lo que Dios había dicho.

39 Todo lo que hizo Ahab, y el palacio de marfil y todas las ciudades que construyó, está escrito en el libro de la historia de los reyes de Israel. 40 Después que Ahab murió, su hijo Ocozías fue rey en su lugar.

Josafat, rey de Judá (2 Cr 20.31-37)

41 Josafat hijo de Asá comenzó a reinar en Judá cuando Ahab tenía ya cuatro años de gobernar en Israel. 42 Josafat tenía treinta y cinco años cuando fue nombrado rey, y reinó en Jerusalén veinticinco años. Su madre se llamaba Azubá, y era hija de Silhí.

43 Josafat se comportó siempre bien, así como lo había hecho su padre Asá. Josafat obedeció a Dios en todo. Sin embargo, Josafat no destruyó los pequeños templos que había en las colinas, donde se adoraba a otros dioses. Y el pueblo continuó haciéndolo.

44-50 Josafat firmó la paz con el rey de Israel. También echó del país a los que practicaban la prostitución para adorar a los dioses. Esta costumbre había permanecido desde el reinado de su padre Asá. En ese tiempo no había ningún rey en Edom, sino que gobernaba un encargado.

Josafat construyó barcos como los de Tarsis para traer oro desde Ofir. Pero los barcos no pudieron llegar a Ofir, porque se hundieron en el puerto de Esión-guéber. Entonces Ocozías hijo de Ahab le pidió a Josafat que permitiera a sus marinos ir con los suyos. Pero Josafat no los dejó.

Cuando Josafat murió, lo enterraron en la Ciudad de David, en la misma tumba de sus antepasados. Su hijo Joram fue rey en su lugar. Todo lo que hizo Josafat, lo poderoso que fue y las guerras que ganó, está escrito en el libro de la historia de los reyes de Judá.

Ocozías, rey de Israel

51 Ocozías hijo de Ahab comenzó a reinar en Israel cuando Josafat ya tenía diecisiete años de gobernar en Judá. La capital de su reino fue Samaria, y su reinado duró dos años. 52 Él no obedeció a Dios sino que se comportó mal, lo mismo que su padre, su madre y Jeroboam hijo de Nabat, quien hizo pecar a Israel. 53 Ocozías adoró también a Baal como lo hizo su padre, haciendo con esto que el Dios de Israel se enojara.

Elías habla con Ahab

18 1-2 No había llovido en tres años, y en Samaria todos estaban pasando mucha hambre, pues no había alimentos. Finalmente, Dios le dijo a Elías: «Ve y habla con Ahab, pues voy a hacer que llueva».

Elías fue a ver a Ahab. Por aquellos días Ahab tenía un mayordomo llamado Abdías, el cual adoraba a Dios fielmente. Cuando Jezabel comenzó a matar a los profetas de Dios, Abdías tomó a cien de ellos, los dividió en dos grupos de cincuenta, los escondió en dos cuevas y allí los alimentó con pan y agua. Ahab le dijo a Abdías: «Vamos a recorrer todo el país en busca de ríos o manantiales. Tal vez encontremos pasto para los caballos y las mulas, y así los mantendremos con vida. Si no encontramos nada, nuestros animales morirán».

Entonces se dividieron el país. Ahab fue a recorrer una parte y Abdías la otra. Mientras Abdías recorría el país, se encontró con Elías. Al reconocerlo, se inclinó delante de él en señal de respeto, y le dijo:

—¡Profeta Elías, estoy para servirle!

Elías le contestó:

—¿Así que sabes quién soy? Entonces ve y dile al rey que estoy aquí.

9-12 Abdías le dijo:

—El rey ha enviado a muchos hombres a buscarlo por todos los países y reinos. Cuando ellos regresaron sin encontrarlo, el rey les hizo jurar que en verdad no lo encontraron. Le juro a usted por Dios que digo la verdad. No me pida que le diga al rey que usted está aquí, pues en cuanto yo me aleje, el espíritu de Dios se lo llevará a donde yo no lo sepa. ¿Qué pecado he cometido para que usted me pida eso? Hacerlo será como entregarme al rey para que me mate. Porque cuando Ahab venga y no lo encuentre, me matará, a pesar de que yo he obedecido a Dios desde que era joven. 13 ¿Acaso no le han contado lo que hice cuando Jezabel mató a los profetas de Dios? Yo escondí a cien profetas. A cincuenta los puse en una cueva, y a los otros cincuenta los puse en otra. Después los alimenté con pan y agua. 14 ¡Y ahora me pide que vaya y le diga al rey que usted está aquí! ¡Si viene y no lo encuentra, me matará!

15 Entonces Elías le contestó:

—Te juro por el Dios todopoderoso, a quien sirvo, que hoy me reuniré con el rey.

16 Abdías fue a buscar a Ahab y le dijo lo que Elías le había encargado. Después Ahab fue a buscar a Elías, 17 y cuando lo encontró le dijo:

—¿Así que eres tú el que trae tantos problemas sobre Israel?

18 Elías le contestó:

—No soy yo el que trae problemas sobre Israel, sino tú y tu familia. Porque ustedes han dejado de obedecer los mandamientos de Dios y adoran las imágenes del dios Baal. 19 Ordena que los israelitas se reúnan en el monte Carmelo. Que vayan también los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y los cuatrocientos profetas de la diosa Astarté, a los que Jezabel les da de comer.

El Dios verdadero

20 Ahab llamó a todo el pueblo de Israel y reunió a todos los profetas de Baal y Astarté en el monte Carmelo. 21 Elías se acercó al pueblo y le preguntó:

—¿Por cuánto tiempo van a estar cambiando de dios? Tienen que decidirse por el Dios de Israel o por Baal. Y si Baal es el verdadero dios, síganlo a él.

El pueblo no contestó nada. 22 Entonces Elías agregó:

—Yo soy el único profeta de Dios que ha quedado con vida, pero acá hay cuatrocientos cincuenta profetas de Baal. 23 Traigan dos toros, y que los profetas de Baal elijan uno. Que lo corten en pedazos, lo pongan sobre la leña y no prendan el fuego. Yo voy a preparar el otro toro, lo voy a poner sobre la leña y tampoco voy a prender el fuego. 24 Pídanle a Baal y yo le pediré al Dios de Israel, y el Dios que responda con fuego es el verdadero Dios.

Todo el pueblo contestó:

—¡Nos parece buena idea!

25 Entonces Elías le dijo a los profetas de Baal:

—Elijan un toro para ustedes y prepárenlo primero, porque ustedes son muchos. Pídanle a su dios que mande fuego, pero no lo enciendan ustedes.

26 Entonces ellos tomaron el toro que les dieron, lo prepararon y oraron a su dios desde la mañana hasta el mediodía. Le decían: «¡Baal, contéstanos!» Los profetas de Baal saltaban alrededor del altar que habían construido. Pero no se escuchó ninguna voz ni nadie respondió nada.

27 Al mediodía, Elías se burlaba de ellos, y les decía: «¡Griten más fuerte! ¿No ven que él es dios? A lo mejor está pensando, o salió de viaje; quizás fue al baño. ¡Tal vez está dormido y tienen que despertarlo!»

28 Los profetas de Baal gritaban fuerte. Se cortaban a sí mismos con cuchillos hasta que les salía sangre, pues así acostumbraban hacerlo en sus cultos. 29 Pasó el mediodía, y ellos siguieron gritando y saltando como locos. Por fin llegó la hora acordada para quemar el toro, pero no se oyó ninguna voz. Nadie escuchó ni contestó nada.

30 Entonces Elías le dijo a todo el pueblo:

—Acérquense a mí.

Todos se acercaron, y Elías construyó el altar de Dios, que estaba derrumbado. 31 Tomó doce piedras, una por cada tribu de Israel: nombre que Dios le puso a Jacob, antepasado de los israelitas. 32 Con esas doce piedras construyó el altar. Luego hizo una zanja alrededor del altar, en la que cabían unos doce litros de agua. 33 Acomodó la leña, cortó el toro en pedazos y lo puso sobre la leña. Entonces Elías le dijo a la gente:

—Llenen cuatro jarrones con agua y mojen por completo el toro y la leña.

Ellos lo hicieron así, 34 y después Elías les dijo:

—Háganlo otra vez.

Ellos echaron nuevamente agua sobre el animal y la leña, y Elías les pidió que hicieran lo mismo por tercera vez. 35 El agua corrió alrededor del altar y llenó la zanja. 36 Cuando llegó el momento de quemar el toro, el profeta Elías se acercó y le pidió a Dios:

«¡Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob! Haz que hoy todos sepan que tú eres el Dios de Israel y que yo soy tu servidor, y que he hecho todo esto porque tú me lo has pedido. 37 Contéstame, mi Dios; contéstame para que este pueblo sepa que tú eres Dios, y que deseas que ellos se acerquen a ti».

38 En ese momento, Dios mandó fuego, y quemó el toro, la leña y hasta las piedras y el polvo. ¡También el agua que estaba en la zanja se evaporó! 39 Cuando todo el pueblo vio eso, se inclinó hasta tocar el suelo con su frente y dijo: «¡El Dios de Israel es el Dios verdadero! ¡Él es el Dios verdadero!»

40 Entonces Elías les dijo:

—¡Atrapen a los profetas de Baal! ¡Que no se escape ninguno!

El pueblo los atrapó, y Elías los llevó al arroyo Quisón y allí los mató.

Elías ora para que llueva

41 Después Elías le dijo a Ahab:

—Vete a comer y a beber, porque ya se oye el ruido del aguacero.

42 Así que Ahab se fue a comer y a beber. Elías subió a lo alto del monte Carmelo, allí se arrodilló en el suelo y apoyó su cara entre las rodillas. 43 Después le dijo a su ayudante:

—Ve y mira hacia el mar.

El ayudante fue, miró y le dijo:

—No se ve nada.

Elías le dijo:

—Vuelve siete veces.

44 Después de ir siete veces, el ayudante le dijo a Elías:

—¡Se ve una pequeña nube del tamaño de una mano! Está subiendo del mar.

Entonces Elías le dijo:

—Ve a decirle a Ahab que prepare su carro y se vaya antes de que empiece a llover y no pueda salir.

45 Enseguida, las nubes se oscurecieron, el viento sopló fuertemente y cayó un gran aguacero. Ahab subió a su carro y salió de prisa rumbo a la ciudad de Jezreel. 46 Por su parte, Elías se amarró bien la capa y también salió rumbo a Jezreel, pero llegó primero que Ahab, porque Dios le dio fuerzas.