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Finalmente, entraron a la región de Zuf y Saúl le dijo a su siervo:

—Volvamos a casa. ¡Es probable que ahora mi padre esté más preocupado por nosotros que por los burros!

Pero el siervo dijo:

—¡Se me ocurre algo! En esta ciudad vive un hombre de Dios. La gente lo tiene en gran estima porque todo lo que dice se cumple. Vayamos a buscarlo; tal vez pueda decirnos por dónde ir.

—Pero no tenemos nada que ofrecerle—respondió Saúl—. Hasta nuestra comida se acabó y no tenemos nada para darle.

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