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Finalmente, después de buscar en la tierra de Zuf, Saúl le dijo a su criado:

―Regresemos a casa, porque ahora mi padre debe estar más preocupado por nosotros que por las burras.

Pero el criado le dijo:

―Acaba de ocurrírseme una idea. Hay un profeta que vive en esta ciudad. Él es muy respetado por todos sus habitantes, porque todo lo que dice ocurre. Vamos, busquémoslo y quizás él pueda decirnos dónde están las burras.

―Pero no tenemos con qué pagarle —replicó Saúl—. Aun nuestro alimento se ha acabado y no tenemos nada que darle.

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