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De este modo David contuvo a sus hombres, y no les permitió que atacaran a Saúl. Pero una vez que este salió de la cueva para proseguir su camino, David lo siguió, gritando:

―¡Mi señor el rey!

Saúl miró hacia atrás, y David, postrándose rostro en tierra, se inclinó y le dijo:

―¿Por qué haces caso a los que dicen que yo quiero hacerte daño?

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