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y les dijo a sus hombres:

―¡Que el Señor me libre de hacerle al rey lo que vosotros sugerís! No puedo alzar la mano contra él, porque es el ungido del Señor.

De este modo David contuvo a sus hombres, y no les permitió que atacaran a Saúl. Pero una vez que este salió de la cueva para proseguir su camino, David lo siguió, gritando:

―¡Mi señor el rey!

Saúl miró hacia atrás, y David, postrándose rostro en tierra, se inclinó

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