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David en la cueva de Adulam

22 Entonces David salió de Gat y escapó a la cueva de Adulam. Al poco tiempo sus hermanos y demás parientes se unieron a él allí. Luego, comenzaron a llegar otros—hombres que tenían problemas o que estaban endeudados o que simplemente estaban descontentos—, y David llegó a ser capitán de unos cuatrocientos hombres.

Después David se dirigió a Mizpa de Moab, donde le pidió al rey: «Por favor, permite que mi padre y mi madre vivan aquí contigo hasta que sepa lo que Dios tiene pensado para mí». Así que los padres de David se quedaron en Moab con el rey durante todo el tiempo que David vivió en la fortaleza.

Un día el profeta Gad dijo a David: «Deja la fortaleza y vuelve a la tierra de Judá». Entonces David fue al bosque de Haret.

Las noticias de su llegada a Judá pronto alcanzaron a Saúl. En ese momento, el rey estaba sentado debajo de un árbol de tamarisco en la colina de Guibeá, con su lanza en la mano y rodeado de sus oficiales.

—¡Escuchen bien, hombres de Benjamín!—les gritó Saúl a sus oficiales al oír las noticias—. ¿Acaso ese hijo de Isaí les ha prometido a cada uno de ustedes campos y viñedos? ¿Les ha prometido a todos hacerlos generales y capitanes de su ejército[a]? ¿Es por eso que han conspirado contra mí? Pues ninguno de ustedes me avisó cuando mi propio hijo hizo un pacto solemne con ese hijo de Isaí. Ni siquiera sienten lástima por mí. ¡Imagínense! ¡Mi propio hijo incita al hijo de Isaí para que me mate, tal como está tratando de hacer hoy mismo!

Entonces Doeg el edomita, que se encontraba entre los hombres de Saúl, habló:

—Cuando estaba en Nob, vi al hijo de Isaí hablando con el sacerdote Ahimelec, hijo de Ahitob. 10 Ahimelec consultó al Señor por él. Luego le dio alimento y la espada de Goliat el filisteo.

Masacre de los sacerdotes

11 Entonces el rey Saúl inmediatamente mandó traer a Ahimelec y a toda su familia, quienes servían como sacerdotes en Nob. 12 Cuando llegaron, Saúl le gritó:

—¡Escúchame, hijo de Ahitob!

—¿Qué quiere, mi rey?—le preguntó Ahimelec.

13 —¿Por qué han conspirado contra mí, tú y ese hijo de Isaí?—le preguntó Saúl—. ¿Por qué le diste alimento y una espada? ¿Por qué consultaste a Dios por él? ¿Por qué lo instigaste a matarme, como está tratando de hacer hoy mismo?

14 —Pero señor—respondió Ahimelec—, ¿hay alguien entre todos sus siervos que sea tan fiel como su yerno David? ¡Él es el capitán de su escolta y un miembro altamente honrado de su casa! 15 Por cierto, ¡esta no fue la primera vez que consulté a Dios por él! Que el rey no me acuse a mí y a mi familia de este asunto, porque yo no sabía nada de un complot en contra de usted.

16 —¡Ahimelec, ten por seguro que morirás junto con toda tu familia!—gritó el rey.

17 Y le ordenó a su escolta:

—¡Maten a estos sacerdotes del Señor, porque son aliados de David y conspiradores con él! ¡Ellos sabían que él huía de mí, pero no me lo dijeron!

Pero los hombres de Saúl se negaron a matar a los sacerdotes del Señor.

18 Entonces Saúl le dijo a Doeg:

—Hazlo tú.

Así que ese día Doeg el edomita los atacó y los mató: ochenta y cinco sacerdotes en total que aún llevaban puestas sus vestiduras sacerdotales. 19 Después se dirigió a Nob, la ciudad de los sacerdotes, y mató a las familias de los sacerdotes—hombres y mujeres, niños y recién nacidos—y a todo el ganado, burros, ovejas y cabras.

20 Solamente Abiatar, uno de los hijos de Ahimelec, escapó y huyó a donde estaba David. 21 Cuando le dijo que Saúl había matado a los sacerdotes del Señor, 22 David exclamó:

—¡Lo sabía! Cuando vi a Doeg el edomita allí ese día, estaba seguro de que se lo contaría a Saúl. Ahora soy responsable de la muerte de toda la familia de tu padre. 23 Quédate aquí conmigo, no tengas miedo; te protegeré con mi propia vida, porque la misma persona quiere matarnos a los dos.

David protege la ciudad de Keila

23 Un día le llegaron noticias a David de que los filisteos estaban en la ciudad de Keila robando el grano de los campos de trillar. Entonces David le preguntó al Señor:

—¿Debo ir y atacarlos?

—Sí, ve y salva a Keila—le dijo el Señor.

Pero los hombres de David le dijeron:

—Tenemos miedo incluso aquí en Judá. ¡De ninguna manera queremos ir a Keila para luchar contra todo el ejército filisteo!

Así que David consultó de nuevo al Señor, y de nuevo el Señor respondió: «Desciende a Keila, porque yo te ayudaré a conquistar a los filisteos».

Entonces David y sus hombres fueron a Keila. Mataron a los filisteos, tomaron todos sus animales y rescataron a la gente de la ciudad. Cuando Abiatar, hijo de Ahimelec, huyó a donde estaba David en Keila, se llevó consigo el efod.

Pronto Saúl se enteró de que David estaba en Keila. «¡Excelente!—exclamó—. ¡Ya lo tenemos! Dios me lo entregó en mis manos, porque se ha quedado atrapado en una ciudad amurallada». Entonces Saúl movilizó a todo su ejército para marchar hacia Keila y sitiar a David y a sus hombres.

Pero David se enteró de los planes de Saúl y le dijo a Abiatar el sacerdote que trajera el efod para consultar con el Señor. 10 Entonces David oró:

—Oh Señor, Dios de Israel, he oído que Saúl piensa venir a Keila y destruirla porque yo estoy aquí. 11 ¿Me traicionarán los líderes de Keila y me entregarán a él?[b] ¿Y de verdad vendrá Saúl, como me han informado? Oh Señor, Dios de Israel, te ruego que me digas.

Y el Señor le dijo:

—Él vendrá.

12 De nuevo David preguntó:

—¿Me traicionarán los líderes de Keila a mí y a mis hombres para entregarnos a Saúl?

Y el Señor le contestó:

—Sí, ellos los traicionarán.

David se esconde en el desierto

13 Entonces David y sus hombres—ahora cerca de seiscientos—salieron de Keila y comenzaron a deambular por toda la región. Pronto llegó la noticia a Saúl de que David había escapado, por lo que decidió no ir a Keila. 14 David se refugió en unas fortalezas que había en el desierto y en la zona montañosa de Zif. Saúl lo perseguía día tras día, pero Dios no permitió que Saúl lo encontrara.

15 Un día, cerca de Hores, David recibió la noticia de que Saúl estaba camino a Zif para buscarlo y matarlo. 16 Jonatán fue a buscar a David y lo animó a que permaneciera firme en su fe en Dios. 17 «No tengas miedo—le aseguró Jonatán—, ¡mi padre nunca te encontrará! Tú vas a ser el rey de Israel, y yo voy a estar a tu lado, como mi padre bien lo sabe». 18 Luego los dos renovaron su pacto solemne delante del Señor. Después Jonatán regresó a su casa, mientras que David se quedó en Hores.

19 Pero los hombres de Zif fueron a Saúl en Guibeá y traicionaron a David.

—Sabemos dónde se esconde David—le dijeron—. Está en las fortalezas de Hores en la colina de Haquila, que está en la parte sur de Jesimón. 20 Descienda cuando esté listo, oh rey, ¡y lo atraparemos y se lo entregaremos!

21 —¡Que el Señor los bendiga!—les dijo Saúl—. ¡Por fin alguien se preocupa por mí! 22 Vayan y verifiquen dónde se está quedando y quién lo ha visto allí, porque sé que es muy astuto. 23 Descubran sus escondites y vuelvan cuando estén seguros. Después yo iré con ustedes. Y si está en la región, lo rastrearé, ¡aunque tenga que buscar en cada escondite de Judá!

24 Entonces los hombres de Zif regresaron a su casa antes de que se fuera Saúl.

Mientras tanto, David y sus hombres se trasladaron al desierto de Maón, en el valle de Arabá, al sur de Jesimón. 25 Cuando David se enteró de que Saúl y sus hombres lo estaban buscando, se internó aún más en el desierto hasta llegar a la roca grande, y permaneció allí en el desierto de Maón. Pero Saúl andaba tras él en el desierto.

26 Saúl y David se encontraban en lados opuestos de una montaña. Justo cuando Saúl y sus hombres comenzaban a cercar a David y a sus hombres, 27 le llegó un mensaje urgente al rey que le informaba que los filisteos nuevamente asaltaban a Israel. 28 Entonces Saúl dejó de perseguir a David y regresó para luchar contra los filisteos. Desde entonces, el lugar donde David acampó se llama Roca de Escape.[c] 29 [d]Después David fue a vivir a las fortalezas de En-gadi.

David perdona la vida de Saúl

24 [e]Después de que Saúl regresó de pelear contra los filisteos, se le informó que David se había ido al desierto de En-gadi. Entonces Saúl escogió a tres mil soldados selectos de todo Israel y fue en busca de David y de sus hombres cerca de los peñascos de las cabras salvajes.

En el lugar donde el camino pasaba por algunos rediles, Saúl entró en una cueva para hacer sus necesidades. ¡Pero resultó que David y sus hombres estaban escondidos más adentro de esa misma cueva!

«¡Ahora es tu oportunidad!—los hombres le susurraron a David—. Hoy el Señor te dice: “Te aseguro que pondré a tu enemigo en tu poder, para que hagas con él lo que desees”». Entonces David se le acercó sigilosamente y cortó un pedazo del borde del manto de Saúl.

Pero comenzó a remorderle la conciencia por haber cortado el manto de Saúl, y les dijo a sus hombres: «Que el Señor me libre de hacerle tal cosa a mi señor el rey. No debo atacar al ungido del Señor, porque el Señor mismo lo ha elegido». Entonces David contuvo a sus hombres y no les permitió que mataran a Saúl.

Después de que Saúl saliera de la cueva para seguir su camino, David salió y le gritó:

—¡Mi señor el rey!

Cuando Saúl miró hacia atrás, David se inclinó hasta el suelo delante de él. Entonces le gritó a Saúl:

—¿Por qué le hace caso a la gente que dice que quiero hacerle daño? 10 Este mismo día puede ver con sus propios ojos que no es verdad. Pues el Señor lo puso a mi merced allí en la cueva, y algunos de mis hombres me dijeron que lo matara, pero yo le perdoné la vida. Pues dije: “Nunca le haré daño al rey; él es el ungido del Señor”. 11 Mire, padre mío, lo que tengo en mi mano. ¡Es un pedazo del borde de su manto! Yo lo corté, pero no lo maté. Esto prueba que no intento hacerle daño y que no he pecado contra usted, aun cuando usted me ha estado persiguiendo para matarme.

12 »Que el Señor juzgue entre nosotros. Tal vez el Señor lo castigue por lo que intenta hacer, pero yo nunca le haré daño. 13 Como dice el antiguo proverbio: “De la gente malvada, provienen las malas acciones”. Así que puede estar seguro de que nunca le haré daño. 14 De todas formas, ¿a quién trata de atrapar el rey de Israel? ¿Debería pasar tiempo persiguiendo a alguien que no vale más que un perro muerto o una sola pulga? 15 Por lo tanto, que el Señor juzgue quién de nosotros tiene la razón y que castigue al culpable. ¡Él es mi defensor y me rescatará de su poder!

16 Cuando David terminó de hablar, Saúl le respondió:

—¿Realmente eres tú, David, hijo mío?

Enseguida comenzó a llorar 17 y le dijo a David:

—Eres mejor persona que yo, porque has devuelto bien por mal. 18 Es cierto, has sido increíblemente bondadoso conmigo hoy, porque cuando el Señor me puso en un lugar donde pudiste haberme matado, no lo hiciste. 19 ¿Quién otro dejaría ir a su enemigo cuando lo tiene en su poder? Que el Señor te recompense bien por la bondad que hoy me has demostrado. 20 Ahora me doy cuenta de que ciertamente tú serás el rey, y de que el reino de Israel prosperará bajo tu gobierno. 21 Júrame, entonces, por el Señor, que cuando esto suceda, ¡no matarás a mi familia ni destruirás a mis descendientes!

22 Entonces David le prometió esto a Saúl con un juramento. Después Saúl volvió a su casa, pero David y sus hombres regresaron a su fortaleza.

Muerte de Samuel

25 Murió Samuel, y todo Israel se reunió para su funeral. Lo enterraron en su casa en Ramá.

Nabal hace enojar a David

Luego David bajó al desierto de Maón.[f] Había un hombre rico de Maón que tenía propiedades cerca de la ciudad de Carmelo. Tenía tres mil ovejas y mil cabras, y era el tiempo de la esquila. Este hombre se llamaba Nabal, y su esposa, Abigail, era una mujer sensata y hermosa. Pero Nabal, descendiente de Caleb, era grosero y mezquino en todos sus asuntos.

Cuando David se enteró de que Nabal esquilaba sus ovejas, envió a diez de sus hombres jóvenes a Carmelo con el siguiente mensaje para Nabal: «¡Paz y prosperidad para ti, para tu familia y para todo lo que posees! Me dicen que es el tiempo de la esquila. Mientras tus pastores estuvieron entre nosotros cerca de Carmelo, nunca les hicimos daño y nunca se les robó nada. Pregunta a tus propios hombres, y te dirán que es cierto. Así que, ¿podrías ser bondadoso con nosotros, ya que hemos venido en tiempo de celebración? Por favor, comparte con nosotros y con tu amigo David las provisiones que tengas a la mano». Los hombres le dieron este mensaje a Nabal en nombre de David y esperaron la respuesta.

10 «¿Quién es ese tipo David?—les dijo Nabal con desdén—. ¿Quién se cree que es este hijo de Isaí? En estos días hay muchos siervos que se escapan de sus amos. 11 ¿Debo tomar mi pan, mi agua y la carne que destacé para mis esquiladores y dárselos a un grupo de bandidos que viene de quién sabe dónde?».

12 De modo que los hombres de David regresaron y le dijeron lo que Nabal había dicho. 13 «¡Tomen sus espadas!», respondió David mientras se ceñía la suya. Enseguida David salió con cuatrocientos hombres, mientras doscientos se quedaron cuidando las pertenencias.

14 Entre tanto, uno de los siervos de Nabal fue a decirle a Abigail: «David envió mensajeros desde el desierto para saludar a nuestro amo, pero él les respondió con insultos. 15 Estos hombres nos trataron muy bien y nunca sufrimos ningún daño de parte de ellos. Nada nos fue robado durante todo el tiempo que estuvimos con ellos. 16 De hecho, día y noche fueron como un muro de protección para nosotros y nuestras ovejas. 17 Es necesario que usted lo sepa y decida qué hacer, porque habrá problemas para nuestro amo y toda la familia. ¡Nabal tiene tan mal genio que no hay nadie que pueda hablarle!».

18 Sin perder tiempo, Abigail juntó doscientos panes, dos cueros llenos de vino, cinco ovejas destazadas y preparadas, treinta y seis litros[g] de trigo tostado, cien racimos de pasas y doscientos pasteles de higo. Lo cargó todo en burros 19 y les dijo a sus siervos: «Vayan adelante y dentro de poco los seguiré». Pero no le dijo a su esposo Nabal lo que estaba haciendo.

20 Así que, montada en un burro, Abigail entraba a un barranco de la montaña cuando vio a David y a sus hombres acercándose a ella. 21 En ese momento, David decía: «¡De nada sirvió ayudar a este tipo! Protegimos sus rebaños en el desierto y ninguna de sus posesiones se perdió o fue robada. Pero él me devolvió mal por bien. 22 ¡Que Dios me castigue y me mate[h] si tan solo un hombre de su casa queda con vida mañana por la mañana!».

Abigail intercede por Nabal

23 Cuando Abigail vio a David, enseguida bajó de su burro y se inclinó ante él hasta el suelo. 24 Cayó a sus pies y le dijo:

—Toda la culpa es mía en este asunto, mi señor. Por favor, escuche lo que tengo que decir. 25 Sé que Nabal es un hombre perverso y de mal genio; por favor, no le haga caso. Es un necio, como significa su nombre.[i] Pero yo ni siquiera vi a los hombres que usted envió.

26 »Ahora, mi señor, tan cierto como que el Señor vive y que usted vive, ya que el Señor impidió que usted matara y tomara venganza por su propia mano, que todos sus enemigos y los que intenten hacerle daño sean tan malditos como lo es Nabal. 27 Aquí tengo un regalo que yo, su sierva, le he traído a usted y a sus hombres. 28 Le ruego que me perdone si lo he ofendido en alguna manera. El Señor seguramente lo recompensará con una dinastía duradera, porque pelea las batallas del Señor y no ha hecho mal en toda su vida.

29 »Aun cuando lo persigan aquellos que buscan su muerte, su vida estará a salvo al cuidado del Señor su Dios, ¡segura en su bolsa de tesoros! ¡Pero la vida de sus enemigos desaparecerá como piedras lanzadas por una honda! 30 Cuando el Señor haya hecho todo lo que prometió y lo haya hecho líder de Israel, 31 que esta no sea una sombra en su historial. Entonces su conciencia no tendrá que llevar la pesada carga de derramamiento de sangre y venganza innecesarios. Y cuando el Señor haya hecho estas grandes cosas para usted, por favor, ¡acuérdese de mí, su sierva!

32 David le respondió a Abigail:

—¡Alabado sea el Señor, Dios de Israel, quien hoy te ha enviado a mi encuentro! 33 ¡Gracias a Dios por tu buen juicio! Bendita seas, pues me has impedido matar y llevar a cabo mi venganza con mis propias manos. 34 Juro por el Señor, Dios de Israel, quien me ha librado de hacerte daño, que si no te hubieras apresurado a venir a mi encuentro, mañana por la mañana ninguno de los hombres de Nabal habría quedado con vida.

35 Entonces David aceptó su regalo y le dijo:

—Vuelve a tu casa en paz. Escuché lo que dijiste y no mataremos a tu esposo.

36 Cuando Abigail llegó a su casa, encontró a Nabal dando una gran fiesta digna de un rey. Estaba muy borracho, así que no le dijo nada sobre su encuentro con David hasta el amanecer del día siguiente. 37 Por la mañana, cuando Nabal estaba sobrio, su esposa le contó lo que había sucedido. Como consecuencia tuvo un derrame cerebral[j] y quedó paralizado en su cama como una piedra. 38 Unos diez días más tarde, el Señor lo hirió y murió.

David se casa con Abigail

39 Cuando David oyó que Nabal había muerto, dijo: «Alabado sea el Señor, que vengó el insulto que recibí de Nabal y me impidió que tomara venganza por mí mismo. Nabal recibió el castigo por su pecado». Después David envió mensajeros a Abigail pidiéndole que fuera su esposa.

40 Cuando los mensajeros llegaron a Carmelo, le dijeron a Abigail:

—David nos ha enviado para que la llevemos a fin de que se case con él.

41 Entonces ella se inclinó al suelo y respondió:

—Yo, su sierva, estaría encantada de casarme con David. ¡Aun estaría dispuesta a ser una esclava y lavar los pies de sus siervos!

42 Así que enseguida se preparó, llevó a cinco de sus siervas como asistentes, se montó en su burro, y fue con los mensajeros de David. Y se convirtió en su esposa. 43 David también se casó con Ahinoam de Jezreel, así que las dos fueron sus esposas. 44 Mientras tanto, Saúl había dado a su hija Mical, esposa de David, a un hombre de Galim llamado Palti, hijo de Lais.

David vuelve a perdonar la vida de Saúl

26 Ahora bien, algunos hombres de Zif fueron a Guibeá para decirle a Saúl: «David está escondido en la colina de Haquila, que tiene vista a Jesimón».

Entonces Saúl escogió a tres mil de los soldados selectos de Israel y salió con ellos a perseguir a David en el desierto de Zif. Saúl acampó junto al camino que está al lado de la colina de Haquila, cerca de Jesimón, donde David se escondía. Cuando David se enteró de que Saúl había venido al desierto a perseguirlo, envió espías para verificar la noticia de su llegada.

Cierta noche, David pasó desapercibido al campamento de Saúl para echar un vistazo. Saúl y Abner, hijo de Ner, el comandante del ejército, dormían dentro del círculo formado por sus guerreros, todos bien dormidos.

—¿Quién se ofrece a ir conmigo al campamento?—preguntó David a Ahimelec el hitita y a Abisai, hijo de Sarvia, hermano de Joab.

—Yo voy contigo—contestó Abisai.

Entonces David y Abisai fueron directo al campamento de Saúl y lo encontraron dormido, con su lanza clavada en tierra junto a su cabeza. Abner y los soldados estaban dormidos alrededor de él.

—¡Esta vez, sin duda alguna, Dios te ha entregado a tu enemigo!—le susurró Abisai a David—. Déjame que lo clave en la tierra con un solo golpe de mi lanza; ¡no hará falta darle dos!

—¡No!—dijo David—. No lo mates. Pues ¿quién quedará inocente después de atacar al ungido del Señor? 10 Seguro que el Señor herirá a Saúl algún día, o morirá de viejo o en batalla. 11 ¡El Señor me libre de que mate al que él ha ungido! Pero toma su lanza y la jarra de agua que están junto a su cabeza y ¡luego vámonos de aquí!

12 Entonces David mismo tomó la lanza y la jarra de agua que estaban cerca de la cabeza de Saúl. Luego él y Abisai escaparon sin que nadie los viera ni despertara, porque el Señor hizo que los hombres de Saúl cayeran en un sueño profundo.

13 David subió la colina del lado opuesto del campamento hasta que estuvo a una distancia segura. 14 Luego les gritó a los soldados y a Abner hijo de Ner:

—¡Despiértate, Abner!

—¿Quién es?—preguntó Abner.

15 —Bueno, Abner, eres un gran hombre, ¿verdad?—se burló David—. En todo Israel, ¿dónde hay uno que sea tan poderoso como tú? Entonces, ¿por qué no protegiste a tu amo, el rey, cuando alguien entró a matarlo? 16 ¡Eso no está nada bien! Juro por el Señor que tú y tus hombres merecen morir, ¡porque no protegiste a tu amo, el ungido del Señor! ¡Mira a tu alrededor! ¿Dónde están la lanza del rey y la jarra de agua que estaban junto a su cabeza?

17 Saúl reconoció la voz de David y gritó:

—¿Eres tú, David, hijo mío?

Y David contestó:

—Sí, mi señor el rey. 18 ¿Por qué me persigue? ¿Qué hice? ¿Qué delito cometí? 19 Pero ahora que mi señor el rey escuche a su siervo. Si el Señor lo ha incitado en mi contra, entonces que él acepte mi ofrenda. Pero si esto es solo un plan humano, entonces que los que estén involucrados sean malditos por el Señor. Pues me han expulsado de mi hogar, y ya no puedo vivir entre el pueblo del Señor y han dicho: “Ve, rinde culto a dioses paganos”. 20 ¿Debo morir en tierra extranjera, lejos de la presencia del Señor? ¿Por qué el rey de Israel ha salido a buscar a una sola pulga? ¿Por qué me persigue como a una perdiz en las montañas?

21 Entonces Saúl confesó:

—He pecado. Hijo mío, vuelve a casa, y ya no trataré de hacerte daño, porque hoy has valorado mi vida. He sido un tonto, y he estado muy, pero muy equivocado.

22 —Aquí está su lanza, oh rey—dijo David—. Permita que uno de sus jóvenes venga por ella. 23 El Señor da su propia recompensa por hacer el bien y por ser leal, y yo rehusé matarlo, aun cuando el Señor lo puso en mi poder, porque usted es el ungido del Señor. 24 Ahora que el Señor valore mi vida, así como hoy yo he valorado la suya. Que él me rescate de todas mis dificultades.

25 Y Saúl le dijo a David:

—Bendiciones sobre tu vida, David, hijo mío. Harás muchas acciones heroicas y seguramente te irá bien en todo lo que hagas.

Luego David se fue, y Saúl regresó a su casa.

David entre los filisteos

27 Pero David seguía pensando: «Algún día Saúl me va a atrapar. Lo mejor que puedo hacer es escapar y vivir entre los filisteos. Entonces Saúl dejará de buscarme en el territorio israelita, y por fin estaré a salvo».

Así que David tomó a sus seiscientos hombres y fue y se unió a Aquis, hijo de Maoc, rey de Gat. David y sus hombres, junto con sus familias, se establecieron allí con Aquis en Gat. David llevó consigo a sus dos esposas: Ahinoam de Jezreel y Abigail, la viuda de Nabal de Carmelo. Pronto le llegó a Saúl la noticia de que David había huido a Gat, así que dejó de perseguirlo.

Cierto día, David le dijo a Aquis: «Si te parece bien, preferimos vivir en una de las ciudades que están en el campo en lugar de vivir aquí en la ciudad real».

Entonces Aquis le dio la ciudad de Siclag (que hasta el día de hoy pertenece a los reyes de Judá), y vivieron allí entre los filisteos un año y cuatro meses.

David y sus hombres pasaban su tiempo asaltando a los gesureos, a los gerzitas y a los amalecitas, pueblos que desde los tiempos antiguos vivían cerca de Shur, hacia la tierra de Egipto. David no dejaba ni a una sola persona con vida en los pueblos que atacaba. Tomaba las ovejas, las cabras, el ganado, los burros, los camellos y la ropa, antes de volver a casa para ver al rey Aquis.

10 —¿Dónde atacaste hoy?—le preguntaba Aquis.

Y David respondía:

—Atacamos al sur de Judá, a los jerameelitas y a los ceneos.

11 Nadie quedaba con vida que pudiera ir a Gat y contar dónde él había estado de verdad. Esto sucedía una y otra vez mientras vivía entre los filisteos. 12 Aquis le creía a David y pensaba: «A estas alturas el pueblo de Israel lo debe odiar amargamente. ¡Ahora tendrá que quedarse aquí y servirme para siempre!».

Footnotes

  1. 22:7 En hebreo comandantes de miles y comandantes de cientos?
  2. 23:11 En algunos manuscritos falta la primera oración de 23:11.
  3. 23:28 En hebreo Sela-hamalecot.
  4. 23:29 El versículo 23:29 corresponde al 24:1 en el texto hebreo.
  5. 24:1 Los versículos del 24:1-22 corresponden al 24:2-23 en el texto hebreo.
  6. 25:1 Así aparece en la versión griega (ver también 25:2); en hebreo dice Parán.
  7. 25:18 En hebreo 5 seahs [30 cuartos].
  8. 25:22 Así aparece en la versión griega; en hebreo dice Que Dios castigue y mate a los enemigos de David.
  9. 25:25 El nombre Nabal significa «necio».
  10. 25:37 En hebreo le falló el corazón.

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