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Cuando llegaron, vio a Eliab y pensó:

— Aquí está el ungido del Señor.

Pero el Señor le dijo:

— No valores sólo su aspecto y su buena planta, porque yo lo he descartado. Aquí no valen miras humanas. Pues vosotros os fijáis en las apariencias, pero yo miro al corazón.

Jesé llamó a Abinadab y lo presentó a Samuel, que dijo:

— A este tampoco lo ha elegido el Señor.

Jesé le presentó a Samá, y Samuel volvió a decir:

— Tampoco a este lo ha elegido el Señor.

10 Jesé le presentó a sus siete hijos, pero Samuel le dijo:

— El Señor no ha elegido a ninguno de estos.

11 Luego preguntó a Jesé:

— ¿No te quedan más hijos?

Y Jesé le respondió:

— Falta el más pequeño, que está guardando el rebaño.

Y Samuel le dijo:

— Manda a buscarlo, pues no comenzaremos hasta que venga.

12 Jesé mandó traerlo. Era sonrosado, de hermosos ojos y bien parecido. El Señor le dijo:

— Prepárate a ungirlo porque es este.

13 Samuel tomó el cuerno de aceite y lo ungió ante sus hermanos. Y a partir de aquel día el espíritu del Señor acompañó a David. Luego Samuel emprendió el regreso a Ramá.

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