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Y Ana se levantó, después de comer y beber en Silo. El sacerdote Elí estaba sentado en una silla, junto a un pilar del templo del Señor. 10 Entonces ella oró y lloró al Señor con mucha amargura, 11 y le hizo un voto. Le dijo:

«Señor de los ejércitos, si te dignas mirar la aflicción de esta sierva tuya, y te acuerdas de mí y me das un hijo varón, yo te lo dedicaré, Señor, para toda su vida. Yo te prometo que jamás la navaja rozará su cabeza.»(A)

12 Y mientras ella oraba largamente delante del Señor, Elí la observaba mover los labios. 13 Y es que Ana le hablaba al Señor desde lo más profundo de su ser, y sus labios se movían pero no se oía su voz, así que Elí creyó que estaba ebria. 14 Entonces le dijo:

«¿Hasta cuándo vas a estar ebria? Digiere ya tu vino.»

15 Pero Ana le respondió:

«No, señor mío; no estoy ebria. No he bebido vino ni sidra. Lo que pasa es que estoy muy desanimada, y vine a desahogarme delante del Señor. 16 No pienses que tu sierva es una mujer impía. Es tan grande mi congoja y mi aflicción, que hasta ahora he estado hablando.»

17 Elí le respondió:

«Vete en paz, y que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido.»

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