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David al servicio de Saúl

14 Entre tanto, el espíritu del Señor se había apartado de Saúl, y un espíritu maligno, enviado por el Señor, lo atormentaba. 15 Por eso, los que estaban a su servicio le dijeron:

—Como usted ve, señor nuestro, un espíritu maligno de parte de Dios lo está atormentando a usted. 16 Por eso, ordene usted a estos servidores suyos que busquen a alguien que sepa tocar el arpa, para que, cuando le ataque a usted el espíritu maligno, él toque el arpa y usted se sienta mejor.

17 —Pues busquen a alguien que sepa tocar bien, y tráiganmelo —contestó Saúl.

18 Entonces uno de ellos dijo:

—Yo he visto que uno de los hijos de Jesé, el de Belén, sabe tocar muy bien; además, es un guerrero valiente, y habla con sensatez; es bien parecido y cuenta con la ayuda del Señor.

19 Entonces Saúl mandó mensajeros a Jesé, para que le dijeran: «Envíame a tu hijo David, el que cuida las ovejas», 20 y Jesé envió su hijo David a Saúl. Con él le envió a Saúl un asno cargado de pan, un cuero de vino y un cabrito. 21 Así David se presentó ante Saúl y quedó a su servicio, y Saúl llegó a estimarlo muchísimo y lo nombró su ayudante. 22 Y Saúl envió un mensaje a Jesé, rogándole que dejara a David con él, porque le había agradado mucho. 23 Así que, cuando el espíritu maligno de parte de Dios atacaba a Saúl, David tomaba el arpa y se ponía a tocar. Con eso Saúl recobraba el ánimo y se sentía mejor, y el espíritu maligno se apartaba de él.

David, héroe nacional

17 Los filisteos juntaron sus ejércitos para la guerra y se reunieron en Socó, pueblo que pertenece a Judá, acampando en Efes-damim, entre Socó y Azecá. A su vez, Saúl y los israelitas se reunieron y acamparon en el valle de Elá, preparándose para presentar batalla a los filisteos. Éstos tenían sus posiciones en un monte, y los israelitas en otro, quedando separados por el valle. De pronto, de entre las filas de los filisteos salió un guerrero como de tres metros de estatura. Se llamaba Goliat y era de la ciudad de Gat. En la cabeza llevaba un casco de bronce, y sobre su cuerpo una coraza, también de bronce, que pesaba cincuenta y cinco kilos. Del mismo metal eran las placas que le protegían las piernas y la jabalina que llevaba al hombro. El asta de su lanza era como un rodillo de telar, y su punta de hierro pesaba más de seis kilos. Delante de él iba su ayudante. Goliat se detuvo y dijo a los soldados israelitas:

—¿Para qué han salido en orden de combate? Puesto que yo soy un filisteo, y ustedes están al servicio de Saúl, elijan a uno de ustedes para que baje a luchar conmigo. Si es capaz de pelear conmigo y vencerme, nosotros seremos esclavos de ustedes; pero si yo lo venzo, ustedes serán nuestros esclavos. 10 En este día, yo lanzo este desafío al ejército de Israel: ¡Denme un hombre para que luche conmigo!

11 Al oír Saúl y todos los israelitas las palabras del filisteo, perdieron el ánimo y se llenaron de miedo.