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Después volvieron los mensajeros y dijeron: «Así dice Ben Adad: “Por cierto que envié a decirte: ‘Me darás tu plata, tu oro, tus mujeres y tus hijos’. Pero mañana como a esta hora te enviaré mis siervos, y registrarán tu casa y las casas de tus siervos; y todo lo que sea agradable a tus ojos lo tomarán en su mano y se lo llevarán”».

El rey de Israel llamó a todos los ancianos del país, y les dijo: «Miren cómo este solo busca hacer daño(A); pues él envió a pedirme mis mujeres, mis hijos, mi plata y mi oro, y no se los negué».

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