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38 El profeta esperó al rey a una orilla del camino, habiéndose vendado los ojos para disfrazarse.

39 Cuando el rey pasó, el profeta lo llamó y le dijo:

―Señor, yo estaba en la batalla, y un hombre me entregó un prisionero y dijo: “Cuida a este hombre; si él se va, morirás, o me tendrás que dar treinta mil monedas de plata”. 40 Pero mientras yo estaba ocupado en otra cosa, el prisionero desapareció.

―Bueno, es culpa tuya —respondió el rey—. Tendrás que pagar.

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