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31 Entonces sus siervos le dijeron: «Señor, hemos oído decir que los reyes de Israel son muy misericordiosos. Vistámonos con ropas ásperas, pongámonos cuerdas en el cuello y salgamos para ver si el rey Acab nos deja con vida».

32 Entonces fueron ante el rey de Israel y le suplicaron:

―Tu siervo Ben Adad te manda a decir que por favor le perdones la vida.

―¿Está vivo aún? —preguntó el rey de Israel—. ¡Él es mi hermano!

33 Los hombres inmediatamente se aferraron a este rayo de esperanza, y se apresuraron a responder:

―¡Sí, Ben Adad es tu hermano!

―Vayan y tráiganlo —les dijo el rey de Israel. Y cuando Ben Adad llegó, Acab lo invitó a subir a uno de sus carros.

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