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30 Los demás soldados huyeron a Afec, pero la muralla de la ciudad se desplomó sobre veintisiete mil de ellos.

Ben Adad, que también se había escapado a la ciudad, andaba de escondite en escondite. 31 Entonces sus funcionarios le dijeron: «Hemos oído decir que los reyes del linaje de Israel son compasivos. Rindámonos ante el rey de Israel y pidámosle perdón.[a] Tal vez te perdone la vida».

32 Se presentaron entonces ante el rey de Israel, se rindieron ante él y le rogaron:

―Tu siervo Ben Adad dice: “Por favor, perdóname la vida”.

―¿Todavía está vivo? —preguntó el rey—. ¡Pero si es mi hermano!

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Footnotes

  1. 20:31 Rindámonos … perdón. Lit. Pongámonos cilicio en la cintura y sogas en la cabeza y vayamos al rey de Israel.