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Entonces miró, y he aquí que a su cabecera había una torta cocida sobre las brasas y una cantimplora de agua. Luego comió, bebió y se volvió a recostar. Entonces el ángel del SEÑOR volvió por segunda vez, y lo tocó diciendo:

—Levántate, come, porque el camino es demasiado largo para ti.

Se levantó, comió y bebió. Luego, con las fuerzas de aquella comida, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios.

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