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Entonces Elías caminó todo el día por el desierto, se sentó debajo de un arbusto y con ganas de morirse, dijo: «¡Ya basta, SEÑOR! ¡Déjame morir, que no soy mejor que mis antepasados!»

Entonces Elías se acostó ahí debajo del arbusto y se quedó dormido. Un ángel se acercó a Elías, lo tocó y le dijo:

—¡Levántate y come!

Elías vio que muy cerca había un pan cocinado sobre un fuego de carbón y una jarra de agua. Elías comió y bebió y luego se volvió a dormir.

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