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y Jeroboam dijo a su mujer:

—Por favor, levántate, disfrázate para que no reconozcan que eres la mujer de Jeroboam, y ve a Silo. He aquí que allá está el profeta Ajías, quien me dijo que yo iba a ser rey sobre este pueblo. Toma contigo diez panes, galletas y un frasco de miel, y ve a él; él te dirá lo que ha de suceder al niño.

La mujer de Jeroboam lo hizo así. Se levantó, fue a Silo y llegó a la casa de Ajías. Ajías ya no podía ver, pues su vista se le había oscurecido a causa de su vejez.

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