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―¡Por favor, por favor! —gritaba el rey al profeta—, ruega al Señor tu Dios que restablezca mi brazo nuevamente.

Entonces el profeta oró al Señor, y el brazo del rey volvió a la normalidad. Entonces el rey le dijo al profeta:

―Ven a mi casa conmigo, reposa un poco y come algo, pues quiero darte un regalo.

Pero el profeta le respondió:

―Aun cuando me dieras la mitad de tu palacio, no podría ir contigo; ni tampoco comeré, ni beberé agua en este lugar.

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