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28 Entonces, siguiendo el consejo de sus cortesanos, el rey hizo dos becerros de oro y le dijo al pueblo: «Es demasiado molesto tener que ir a Jerusalén para adorar; de ahora en adelante estos serán sus dioses. Fueron ellos los que los sacaron a ustedes de la cautividad de Egipto».

29 Uno de los becerros fue colocado en Betel, y el otro en Dan. 30 Y esto fue un gran pecado, porque el pueblo los adoró.

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