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Para el servicio de la casa de Dios dieron ciento sesenta y cinco mil kilos y diez mil monedas de oro, trescientos treinta mil kilos de plata, seiscientos mil kilos de bronce, y tres millones trescientos mil kilos de hierro. Todo el que tenía piedras preciosas las puso en las manos de Yejiel el gersonita para el tesoro de la casa del Señor. El pueblo estaba feliz de haber contribuido voluntariamente, pues todo lo que ofrecieron al Señor lo dieron de corazón y de manera voluntaria.

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