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Cuando los sirios vinieron de Damasco en ayuda de Hadad Ezer, rey de Soba, David hirió a veintidós mil de ellos; luego puso una guarnición en Siria de Damasco, y obligó a los sirios a servirle y a pagarle tributo, pues el Señor le daba la victoria a David por dondequiera que iba.

David se apoderó de los escudos de oro que llevaban los siervos de Hadad Ezer, y los llevó a Jerusalén.

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