Jeremías 45-47
Nueva Versión Internacional
Mensaje para Baruc
45 Esta es la palabra que el profeta Jeremías comunicó a Baruc, hijo de Nerías, en el año cuarto del gobierno de Joacim, hijo de Josías y rey de Judá, cuando Baruc escribía en un rollo estas palabras que Jeremías dictaba: 2 «Así dice el Señor, Dios de Israel, acerca de ti, Baruc: 3 Tú dijiste: “¡Ay de mí! ¡El Señor añade angustia a mi dolor! Estoy agotado de tanto gemir y no encuentro descanso”.
4 »Pero el Señor me pide decirte: “Voy a destruir lo que he construido y a arrancar lo que he plantado; es decir, arrasaré con toda esta tierra. 5 ¿Buscas grandes cosas para ti? No las pidas, porque voy a provocar una desgracia sobre toda la gente, pero a ti te concederé la posibilidad de conservar la vida dondequiera que vayas. Ese será tu botín”, afirma el Señor».
Mensaje para Egipto
46 La palabra del Señor acerca de las naciones vino a Jeremías el profeta.
2 En cuanto a Egipto:
Este es el mensaje contra el ejército del faraón Necao, rey de Egipto, que en el año cuarto del gobierno de Joacim, hijo de Josías y rey de Judá, fue derrotado en Carquemis, junto al río Éufrates, por Nabucodonosor, rey de Babilonia:
3 «¡Preparen sus escudos, grandes y pequeños,
y avancen al combate!
4 ¡Ensillen los caballos,
monten los corceles!
¡Alístense, pónganse los cascos!
¡Afilen las lanzas, vístanse las corazas!
5 Pero ¿qué es lo que veo?
Sus guerreros están derrotados;
aterrados retroceden.
Sin mirar atrás, huyen despavoridos.
¡Cunde el terror por todas partes!»,
afirma el Señor.
6 «El más veloz no puede huir
ni el más fuerte, escapar.
En el norte, a orillas del río Éufrates
tropiezan y caen.
7 »¿Quién es ese que sube como el Nilo,
como ríos de aguas agitadas?
8 Es Egipto que sube como el Nilo,
como ríos de aguas agitadas.
Dice Egipto: “Subiré y cubriré toda la tierra;
destruiré las ciudades y sus habitantes”.
9 ¡Ataquen, corceles!
¡Carros, avancen con furia!
¡Que marchen los guerreros!
¡Que tomen sus escudos
los soldados de Cus y de Fut!
¡Que tensen el arco
los soldados de Lidia!
10 »Aquel día pertenece al Señor, al Señor de los Ejércitos.
Será un día de venganza;
se vengará de sus enemigos.
La espada devorará hasta saciarse;
con sangre apagará su sed.
En la tierra del norte,
a orillas del río Éufrates,
para el Señor, el Señor de los Ejércitos,
se ofrecerá un sacrificio.
11 »¡Virginal hija de Egipto,
ve a Galaad y consigue bálsamo!
En vano multiplicas los remedios;
ya no sanarás.
12 Las naciones ya saben de tu humillación;
tus gritos llenan la tierra.
Un guerrero tropieza contra otro,
y juntos caen al suelo».
13 Esta es la palabra del Señor que vino a Jeremías el profeta cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino para atacar el país de Egipto:
14 «Anuncien esto en Egipto,
proclámenlo en Migdol, Menfis[a] y Tafnes:
“¡A sus puestos! ¡Manténganse alerta!
¡La espada devora a su alrededor!”.
15 ¿Por qué yacen postrados tus guerreros?
¡No pueden mantenerse en pie,
porque el Señor los ha derribado!
16 Tropiezan una y otra vez,
se caen uno sobre otro.
Se dicen: “¡Levántate,
volvamos a nuestra gente, a la tierra donde nacimos,
lejos de la espada del opresor!”.
17 Allí gritan:
“¡El faraón es puro ruido!
¡El rey de Egipto ya perdió su oportunidad!”.
18 »Tan cierto como que yo vivo», declara el Rey,
cuyo nombre es el Señor de los Ejércitos,
«vendrá un enemigo que será como el Tabor, que sobresale de entre los montes,
y como el Carmelo, que se erige sobre el mar.
19 Tú, que habitas en Egipto,
prepara tu equipaje para el exilio,
porque Menfis quedará desolada,
en una ruina deshabitada.
20 »Ternera hermosa es Egipto,
pero viene contra ella un tábano del norte.
21 Los mercenarios en sus filas
son como becerros engordados;
también ellos se vuelven atrás;
todos juntos huyen sin detenerse,
porque ha llegado el día de su ruina,
el momento de su castigo.
22 Egipto huye silbando como serpiente,
pues el enemigo avanza con fuerza.
Se acercan contra ella con hachas,
como si fueran leñadores;
23 por impenetrables que sean sus bosques,
los talan por completo»,
afirma el Señor.
«Más numerosos que langostas
son los leñadores;
nadie los puede contar.
24 La hija de Egipto será avergonzada
y entregada a la gente del norte».
25 El Señor de los Ejércitos, el Dios de Israel, dice: «Voy a castigar a Amón, dios de Tebas,[b] a Egipto, a sus dioses y reyes, al faraón y a los que en él confían. 26 Los entregaré al poder de quienes atentan contra su vida, al poder de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y de sus siervos. Luego Egipto será habitada como en los días de antaño», afirma el Señor.
27 «Pero tú, Jacob, siervo mío, no temas;
no te asustes, Israel.
Porque te salvaré de un lugar remoto;
y a tu descendencia, del destierro.
Jacob volverá a vivir en paz;
estará seguro y tranquilo.
28 Tú, Jacob, siervo mío, no temas,
porque yo estoy contigo»,
afirma el Señor.
«Aunque aniquile a todas las naciones
por las que te he dispersado,
a ti no te aniquilaré.
Te corregiré con justicia,
pero no te dejaré sin castigo».
Mensaje para los filisteos
47 Antes de que el faraón atacara Gaza, la palabra del Señor acerca de los filisteos vino al profeta Jeremías:
2 «Así dice el Señor:
»“¡Miren! Las aguas del norte
suben cual torrente desbordado.
Inundan la tierra y todo lo que contiene,
sus ciudades y sus habitantes.
¡Grita toda la gente!
¡Gimen todos los habitantes de la tierra!
3 Al oír el galope de sus corceles,
el estruendo de sus carros
y el estrépito de sus ruedas,
los padres abandonan a sus hijos
porque sus fuerzas desfallecen.
4 Ha llegado el día
de exterminar a todos los filisteos
y de destruir a Tiro y Sidón
y a todos los aliados que puedan ayudarlos.
El Señor exterminará a los filisteos
y al resto de las costas de Caftor.[c]
5 Se rapan la cabeza los de Gaza;
se quedan mudos los de Ascalón.
Tú, remanente de la llanura,
¿hasta cuándo te harás incisiones?
6 »”¡Ay, espada del Señor!
¿Cuándo vas a descansar?
¡Vuélvete a la vaina!
¡Detente, quédate quieta!
7 ¿Cómo va a descansar
si el Señor le ha dado órdenes
de atacar a Ascalón
y a la costa del mar?”».
Salmos 105
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105 (A)Den gracias al Señor; proclamen su nombre.
¡Den a conocer sus obras entre las naciones!
2 ¡Cántenle, entónenle salmos!
¡Hablen de todas sus maravillas!
3 ¡Gloríense en su santo nombre!
¡Alégrese el corazón de los que buscan al Señor!
4 ¡Busquen al Señor y su fuerza;
anhelen siempre su rostro!
5 ¡Recuerden las maravillas que ha hecho,
las señales y las leyes que ha emitido!
6 ¡Ustedes, descendientes de Abraham, su siervo!
¡Ustedes, hijos de Jacob, elegidos suyos!
7 Él es el Señor nuestro Dios;
en toda la tierra están sus leyes.
8 Se acordó siempre de su pacto,
la palabra que ordenó para mil generaciones;
9 del pacto que hizo con Abraham
y del juramento que hizo a Isaac.
10 Se lo confirmó a Jacob como un estatuto,
a Israel como un pacto eterno,
11 cuando dijo: «Te daré la tierra de Canaán
como la herencia que te corresponde».
12 Aun cuando eran pocos en número,
unos cuantos extranjeros en la tierra,
13 que andaban siempre de nación en nación
y de reino en reino,
14 a nadie permitió que los oprimiera,
sino que por causa de ellos reprendió a los reyes:
15 «¡No toquen a mis ungidos!
¡No maltraten a mis profetas!».
16 Dios provocó hambre en la tierra
al hacer escasear el alimento.[a]
17 Pero envió delante de ellos a un hombre:
a José, vendido como esclavo.
18 Le sujetaron los pies con grilletes,
entre hierros aprisionaron su cuello,
19 hasta que se cumplió lo que él predijo
y la palabra del Señor probó que él era veraz.
20 El rey ordenó ponerlo en libertad;
el gobernante de los pueblos lo dejó libre.
21 Lo nombró señor sobre su casa
y administrador de todas sus posesiones,
22 con pleno poder para instruir[b] a sus príncipes
e impartir sabiduría a sus jefes.
23 Entonces Israel vino a Egipto;
Jacob fue extranjero en el país de Cam.
24 El Señor hizo que su pueblo se multiplicara;
lo hizo más poderoso que sus adversarios,
25 a quienes les cambió su sentir para que odiaran a su pueblo
y se confabularan contra sus siervos.
26 Envió a su siervo Moisés,
y a Aarón, a quien había escogido,
27 y estos hicieron señales milagrosas entre ellos,
maravillas en el país de Cam.
28 Envió tinieblas y la tierra se oscureció,
pero ellos se rebelaron[c] contra sus palabras.
29 Convirtió en sangre sus aguas
y causó la muerte de sus peces.
30 Todo Egipto[d] se infestó de ranas,
hasta las habitaciones de sus reyes.
31 Habló Dios e invadieron todo el país
enjambres de tábanos y mosquitos.
32 Convirtió la lluvia en granizo
y lanzó rayos sobre su tierra;
33 derribó sus vides y sus higueras,
y destrozó los árboles de su territorio.
34 Dio una orden y llegaron las langostas
y una infinidad de saltamontes.
35 Arrasaron con toda la vegetación del país,
devoraron los frutos de sus campos.
36 Hirió de muerte a todos los primogénitos del país,
las primicias de su virilidad.
37 Sacó a los israelitas cargados de plata y oro
y no hubo entre sus tribus nadie que tropezara.
38 Los egipcios se alegraron de su partida,
pues el miedo a los israelitas los dominaba.
39 Él los cubrió con una nube
y con fuego los alumbró de noche.
40 Pidió el pueblo comida y les envió codornices;
los sació con pan del cielo.
41 Abrió la roca y brotó agua
que corrió por el desierto como un río.
42 Se acordó Dios de su santa promesa,
la que hizo a su siervo Abraham.
43 Sacó a su pueblo, a sus escogidos,
en medio de gran alegría y de gritos jubilosos.
44 Les entregó las tierras que poseían las naciones;
heredaron el fruto del trabajo de otros pueblos
45 para que ellos observaran sus estatutos
y pusieran en práctica sus leyes.
¡Aleluya!
Juan 21
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Jesús y la pesca milagrosa
21 Después de esto Jesús se apareció de nuevo a sus discípulos, junto al lago de Tiberíades.[a] Sucedió de esta manera: 2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, al que apodaban el Gemelo,[b] Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.
3 —Me voy a pescar —dijo Simón Pedro.
—Nos vamos contigo —contestaron ellos.
Salieron, pues, de allí y se embarcaron, pero esa noche no pescaron nada.
4 Al despuntar el alba, Jesús se hizo presente en la orilla, pero los discípulos no se dieron cuenta de que era él.
5 —Muchachos, ¿tienen algo de comer? —preguntó Jesús.
—No —respondieron ellos.
6 Entonces Jesús dijo:
—Tiren la red a la derecha de la barca y pescarán algo.
Así lo hicieron y era tal la cantidad de pescados que ya no podían sacar la red.
7 —¡Es el Señor! —dijo a Pedro el discípulo a quien Jesús amaba.
Tan pronto como Simón Pedro le oyó decir: «Es el Señor», se puso la ropa, pues estaba semidesnudo, y se tiró al agua. 8 Los otros discípulos lo siguieron en la barca, arrastrando la red llena de pescados, pues estaban a escasos cien metros[c] de la playa. 9 Al desembarcar, vieron unas brasas con un pescado encima y un pan.
10 —Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar —dijo Jesús.
11 Simón Pedro subió a bordo y arrastró hasta la playa la red, la cual estaba llena de pescados de buen tamaño. Eran ciento cincuenta y tres, pero a pesar de ser tantos la red no se rompió.
12 —Vengan a desayunar —dijo Jesús.
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», porque sabían que era el Señor. 13 Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio a ellos e hizo lo mismo con el pescado. 14 Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de haber resucitado.
Jesús restituye a Pedro
15 Cuando terminaron de desayunar, Jesús preguntó a Simón Pedro:
—Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?
—Sí, Señor, tú sabes que te quiero —contestó Pedro.
—Apacienta mis corderos —dijo Jesús.
16 Y volvió a preguntarle:
—Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
Pedro respondió:
—Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Y Jesús le dijo:
—Cuida de mis ovejas.
17 Por tercera vez Jesús preguntó:
—Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
A Pedro le dolió que por tercera vez Jesús le hubiera preguntado: «¿Me quieres?». Así que dijo:
—Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.
—Apacienta mis ovejas —dijo Jesús—. 18 Cuando eras más joven te vestías tú mismo e ibas adonde querías. Pero te aseguro que cuando seas viejo, extenderás las manos y otro te vestirá y te llevará adonde no quieras ir.
19 Esto dijo Jesús para dar a entender la clase de muerte con que Pedro glorificaría a Dios. Después de eso, añadió:
—¡Sígueme!
20 Al volverse, Pedro vio que los seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había reclinado sobre Jesús y había dicho: «Señor, ¿quién es el que va a traicionarte?». 21 Al verlo, Pedro preguntó:
—Señor, ¿y este qué?
22 Jesús dijo:
—Si quiero que él permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú solo sígueme.
23 Por este motivo corrió entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no dijo que no moriría, sino solamente: «Si quiero que él permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?».
24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y las escribió. Y estamos convencidos de que su testimonio es verídico.
25 Jesús hizo también muchas otras cosas, tantas que, si se escribiera cada una de ellas, pienso que los libros escritos no cabrían en el mundo entero.
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