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Consuelo para el pueblo de Dios

40 ¡Consolad, consolad a mi pueblo!
    —dice vuestro Dios—.
Hablad con cariño a Jerusalén,
    y anunciadle
que ya ha cumplido su tiempo de servicio,
    que ya ha pagado por su iniquidad,
que ya ha recibido de la mano del Señor
    el doble por todos sus pecados.

Una voz proclama:
«Preparad en el desierto
    un camino para el Señor;
enderezad en la estepa
    un sendero para nuestro Dios.
Que se levanten todos los valles,
    y se allanen todos los montes y colinas;
que el terreno escabroso se nivele
    y se alisen las quebradas.
Entonces se revelará la gloria del Señor,
    y la verá toda la humanidad.
            El Señor mismo lo ha dicho».

Una voz dice: «Proclama».
    «¿Y qué voy a proclamar?», respondo yo.[a]

«Que todo mortal es como la hierba,
    y toda su gloria como la flor del campo.
La hierba se seca y la flor se marchita,
    porque el aliento del Señor sopla sobre ellas.
    Sin duda, el pueblo es hierba.
La hierba se seca y la flor se marchita,
    pero la palabra de nuestro Dios
    permanece para siempre».

Sión, portadora de buenas noticias,
    ¡súbete a una alta montaña!
Jerusalén, portadora de buenas noticias,
    ¡alza con fuerza tu voz!
Álzala, no temas;
    di a las ciudades de Judá:
    «¡Aquí está vuestro Dios!»

10 Mirad, el Señor omnipotente llega con poder,
    y con su brazo gobierna.
Su galardón lo acompaña;
    su recompensa lo precede.
11 Como un pastor que cuida su rebaño,
    recoge los corderos en sus brazos;
los lleva junto a su pecho,
    y guía con cuidado a las recién paridas.

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Notas al pie

  1. 40:6 respondo yo (LXX, Qumrán y Vulgata); responde él (TM).