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¡Mañana mismo haré que se enferme el ganado de Egipto!»

Al día siguiente, Dios hizo que todo el ganado de los egipcios se enfermara gravemente y se muriera; pero del ganado de los israelitas no murió ni un solo animal. Así lo comprobó la gente que el rey de Egipto envió a investigar. Pero aun así, el rey siguió terco y no dejó que los israelitas fueran a adorar a Dios.

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