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—El SEÑOR también le dijo—: Mete tu mano en tu seno.

Él metió su mano en su seno, y al sacarla, he aquí que su mano estaba leprosa, blanca como la nieve. Entonces le dijo:

—Vuelve a meter tu mano en tu seno.

Él volvió a meter su mano en su seno; y al volver a sacarla de su seno, he aquí que volvió a ser como el resto de su carne.

—Y sucederá que si no te creen ni te escuchan a la primera señal, te creerán a la segunda señal.

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