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18 Cuando terminó de hablar con Moisés sobre el monte Sinaí, Dios le entregó dos tablas de piedra con los Diez Mandamientos, escritos con su propio dedo.

El becerro de oro

32 Como Moisés se demoraba en descender del monte, el pueblo se presentó ante Aarón:

―Mira —le dijeron—, haznos dioses que nos dirijan, porque este Moisés que nos sacó de Egipto no aparece; algo debe de haberle ocurrido.

2-3 ―Tráiganme los aretes de oro que tengan sus esposas, hijos e hijas —respondió Aarón.

Así que todos los que tenían aretes se los quitaron y se los entregaron a Aarón. Entonces él fundió el oro, y con un cincel hizo un becerro. Al ver el becerro, el pueblo exclamó: «¡Israel, este es tu dios que te sacó de Egipto!».

Cuando Aarón vio lo feliz que estaba el pueblo con el becerro, edificó un altar delante del becerro, y anunció:

―Mañana habrá fiesta en honor del Señor.

A la mañana siguiente madrugaron y comenzaron a presentar holocaustos y ofrendas de paz. Luego de comer y beber, se entregaron a la diversión. Por eso, el Señor le dijo a Moisés:

―Date prisa, desciende, porque el pueblo que sacaste de Egipto se ha contaminado, y pronto han abandonado mis leyes. Han hecho un becerro y lo han adorado; le han ofrecido sacrificios y han dicho: “¡Israel, este es tu dios que te sacó de Egipto!”.

El Señor añadió:

―He visto que este pueblo es rebelde y testarudo. 10 Deja que desate contra ellos mi ira y los destruya; y de ti, Moisés, haré otra nación grande.

11 Pero Moisés le rogó al Señor que no lo hiciera.

Señor —suplicó—, ¿por qué se ha encendido tanto tu ira contra este tu pueblo, al que sacaste de Egipto con tu gran poder y tan grandes milagros? 12 ¿Quieres que los egipcios digan: “Dios los engañó y los hizo ir a las montañas para matarlos y borrarlos de la tierra”? Aparta tu ira y no le hagas eso a tu pueblo. 13 Recuerda lo que le prometiste a tus siervos Abraham, Isaac e Israel cuando juraste por ti mismo: “Yo multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y les daré toda la tierra que he prometido a tus descendientes, y la heredarán para siempre”.

14 Entonces el Señor tuvo compasión de ellos y no los destruyó. 15 Luego Moisés descendió del monte, llevando en sus manos las dos tablas de piedra, en las que estaban escritos los mandamientos por ambos lados. 16 Dios mismo preparó las tablas y escribió en ellas.

17 Cuando Josué oyó el bullicio del pueblo que gritaba, le dijo a Moisés:

―Suena como si estuvieran preparándose para la guerra.

18 Pero Moisés le respondió:

―No es grito de victoria ni de derrota lo que yo oigo; lo que escucho son canciones.

19 Cuando llegaron cerca del campamento, Moisés vio el becerro y las danzas, y con terrible ira arrojó las tablas al suelo, al pie del monte, y se rompieron. 20 Luego tomó el becerro, lo fundió en fuego, y cuando se enfrió el metal, lo molió hasta hacerlo polvo. Mezcló ese polvo con agua, para que el pueblo bebiera. 21 Después se dirigió a Aarón, y le preguntó:

―¿Qué te ha hecho este pueblo, para que le hagas cometer este terrible pecado?

22 ―No te enojes tanto —dijo Aarón—. Tú bien sabes que este pueblo es inclinado a la maldad. 23 Ellos me dijeron. “Haznos un dios que nos dirija, porque algo le habrá ocurrido a Moisés, el que nos sacó de Egipto”. 24 Entonces les dije: “Tráiganme sus aretes”. Ellos me los trajeron, los eché al fuego… y ¡salió este becerro!

25 Cuando Moisés vio que Aarón no había podido guiar bien a los israelitas, y que por eso se habían vuelto locos, de tal modo que la gente de otros pueblos se estaban burlando de ellos, 26 se paró a la entrada del campamento y gritó: «¡Todos los que estén de parte del Señor, vengan aquí y únanse a mí!». Entonces todos los levitas se acercaron.

27 Moisés les dijo: «El Señor, Dios de Israel, les ordena que tomen sus espadas y recorran el campamento, de uno a otro extremo, y maten a sus hermanos, parientes y vecinos». 28 Los levitas lo hicieron, y aquel día mataron a unos tres mil hombres.

29 Moisés, entonces, les dijo: «Hoy se han santificado para el servicio del Señor, porque han obedecido, aun cuando tuvieron que dar muerte a sus hijos y hermanos. Ahora el Señor les dará una gran bendición».

30 Al día siguiente, Moisés le dijo al pueblo: «Ustedes han cometido un gran pecado, pero yo regresaré a la montaña, y me presentaré delante del Señor, para interceder por ustedes. Quizá él quiera otorgarles el perdón».

31 Moisés regresó a la presencia del Señor, y le dijo:

―Desgraciadamente este pueblo ha pecado en gran manera y ha hecho ídolos de oro. 32 Sólo te ruego que perdones su pecado. Si no lo haces, te pido que borres mi nombre del libro que has escrito.

33 ―Cualquiera que haya pecado contra mí —dijo el Señor— será borrado. 34 Ahora vé y conduce al pueblo al lugar que yo te indiqué, y diles que mi ángel irá delante de ellos. Sin embargo, cuando yo visite a este pueblo, lo castigaré por sus pecados.

35 Luego el Señor envió una gran plaga al pueblo, porque habían adorado al becerro que Aarón les hizo.

El becerro de oro

»No lo olvides, más bien recuerda las muchas veces que hiciste enojar al Señor tu Dios en el desierto. Esto lo hiciste, una y otra vez, desde el día que te sacó de Egipto hasta ahora. Todo este tiempo te has rebelado continuamente contra Dios.

»Recuerda también que lo hiciste enojar cuando estabas esperando al pie del monte Horeb. El Señor estaba dispuesto a destruirte. Yo estaba en el monte en ese momento recibiendo las tablas de piedra, las tablas de la alianza que el Señor había hecho contigo. Estuve allí cuarenta días y cuarenta noches, y en todo ese tiempo nada comí. Ni siquiera tomé agua. 10-11 Al finalizar esos cuarenta días y cuarenta noches, el Señor me dio las tablas de la alianza en las que Dios mismo había escrito las palabras que promulgó desde la cumbre de la montaña cubierta de fuego mientras el pueblo miraba desde abajo, 12 y me dijo que bajara rápidamente porque el pueblo que había librado de Egipto se había corrompido apartándose de la voluntad del Señor y había hecho un ídolo de metal fundido.

13-14 »El Señor me dijo entonces: “Déjame que destruya a este pueblo terco. Borraré su nombre de debajo del cielo y de ti haré una nación más numerosa y más poderosa de lo que ellos son ahora”.

15 »De inmediato descendí de la montaña que ardía en fuego, llevando en mis manos las dos tablas de la alianza. 16 Cuando bajé con horror descubrí que ustedes habían pecado contra el Señor su Dios. ¡Hicieron un ídolo en forma de becerro y lo adoraron! ¡No les tomó nada de tiempo apartarse de la voluntad de Dios! 17 Tomé las dos tablas de piedra y las estrellé contra el piso; ¡frente a ustedes se hicieron añicos! 18 Tras esto, y durante otros cuarenta días y cuarenta noches, estuve delante del Señor sin probar un solo bocado ni un trago de agua, porque ustedes habían pecado grandemente ante el Señor, e hicieron que se enojara grandemente. 19 Yo temía por ustedes, porque el Señor estaba dispuesto a destruirlos. Pero en aquella oportunidad, nuevamente respondió positivamente a mi oración. 20 Aarón estaba en gran peligro de perder la vida también, porque el Señor estaba sumamente airado con él. Pero también intercedí por él. 21 Sin perder tiempo, tomé el objeto del pecado de todos ustedes, el ídolo, y lo quemé, lo reduje a polvo y lo lancé al arroyo que descendía de la montaña.

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25 Cuarenta días y cuarenta noches estuve postrado delante del Señor, porque iba a destruirlos.

26 »Le supliqué al Señor, y le dije: “Señor y Dios mío, no destruyas a tu pueblo. Es tu propia herencia que rescataste de Egipto con tu maravilloso poder y gloriosa fuerza. 27 No tomes en cuenta las rebeliones y la soberbia de este pueblo. Recuerda las promesas que les hiciste a tus siervos Abraham, Isaac y Jacob. No tomes en cuenta la maldad y el pecado de este pueblo, 28 porque si lo destruyes, los egipcios dirán que no pudiste introducirlos en la tierra que les prometiste, o que los destruiste porque los odiabas, que los llevaste al desierto para darles muerte allí. 29 Ellos son tu pueblo, y la herencia que tú trajiste de Egipto con tu gran poder y con tu brazo poderoso”.

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Hacia la Tierra prometida

33 El Señor le dijo a Moisés: «Lleva a este pueblo que sacaste de Egipto a la tierra que prometí a Abraham, a Isaac y a Jacob, porque yo les prometí que les daría esta tierra a sus descendientes. Enviaré un ángel delante de ti para que expulse a los cananeos, a los amorreos, a los hititas, a los ferezeos, a los heveos y a los jebuseos. Es una tierra de la que fluye leche y miel. Pero yo no iré con ustedes, porque son un pueblo rebelde y soberbio, y no resistiré el deseo de destruirlos en el camino».

Cuando los israelitas oyeron estas duras palabras, se pusieron a llorar, y se despojaron de sus joyas y ornamentos, porque el Señor le había ordenado a Moisés que les dijera: «Ustedes son un pueblo rebelde y soberbio. Si estuviera con ustedes un momento, los exterminaría. Quítense las joyas y ornamentos hasta que decida lo que haré con ustedes». Después de esto, ellos dejaron de usar joyas.

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La gloria del Señor

12 Moisés un día habló allí con el Señor, y le dijo:

―Me has pedido que lleve a este pueblo a la Tierra prometida, pero no me has dicho a quién enviarás conmigo. Dices que eres mi amigo y que he hallado gracia delante de ti. 13 Si es así, te ruego que me indiques qué quieres que haga, para que pueda comprenderte claramente y saber que cuento con tu ayuda. No olvides que esta nación es tu pueblo.

14 Y el Señor respondió:

―Yo iré contigo y te daré descanso.

15 Moisés le dijo:

―Si no vas a ir con nosotros, no dejes que nos movamos ni un paso de este lugar. 16 Si no vas con nosotros, ¿quién sabrá que mi pueblo y yo contamos con tu ayuda, y que somos diferentes a los demás pueblos que habitan la tierra?

17 Entonces el Señor le respondió:

―Haré lo que tú has pedido, porque ciertamente cuentas con mi ayuda, y eres mi amigo.

18 Moisés, entonces, le dijo:

―¡Permíteme contemplar tu gloria!

19 Y el Señor le respondió:

―Haré que pase delante de ti mi gloria, y pronunciaré mi nombre, pues soy bondadoso y compasivo con quien quiero. 20 Pero no podrás ver mi rostro, porque ningún hombre podrá verme y seguir viviendo. 21 Sin embargo, quédate en esta roca que está junto a mí, 22 y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la roca y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. 23 Luego quitaré mi mano, y podrás verme la espalda, pero no el rostro.

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Las nuevas tablas de piedra

34 El Señor le dijo a Moisés:

―Prepara dos tablas de piedra como las primeras, y yo escribiré en ellas los mismos mandamientos que estaban en las tablas que quebraste. Prepárate para subir a la cumbre del monte Sinaí, para presentarte ante mí. Nadie vendrá contigo y nadie deberá estar en ningún lugar del monte. Ni dejes que los animales pasten junto al monte.

Moisés tomó dos tablas de piedra similares a las primeras, se levantó de madrugada y subió al monte Sinaí, tal como el Señor le había dicho, llevando las dos tablas de piedra en las manos.

5-6 El Señor descendió en la forma de una columna de nube y estuvo allí con él, y pasó delante de él y anunció el significado de su nombre:

―Yo soy el Señor, Dios de misericordia y de gracia —dijo—. Soy lento para la ira y grande en misericordia y verdad. Yo, el Señor, muestro este amor firme a millares que reciben el perdón de sus pecados; pero no doy por inocente al culpable, y exijo que el pecado del padre sea castigado en los hijos, en los nietos y aun en generaciones posteriores.

Moisés se postró delante del Señor, lo adoró y le dijo:

Señor, si es cierto que cuento con tu favor, te ruego que vayas con nosotros a la Tierra prometida. Sí, el pueblo es rebelde y soberbio, pero perdona nuestros pecados y acéptanos como pueblo tuyo.

10 El Señor le respondió:

―Bien, este es el pacto que voy a hacer contigo. Haré milagros como nunca han sido hechos en toda la tierra, y todo el pueblo de Israel verá mi poder, el terrible poder que mostraré por medio de ti.

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Las nuevas tablas de la ley

10 »En aquel tiempo, el Señor me dijo que preparara dos tablas de piedra como las primeras, y que hiciera un cofre de madera para guardarlas dentro, y que volviera a subir a su presencia en el monte. Dijo que volvería a escribir las mismas palabras que estaban en las tablas que yo destruí, y me ordenó que colocara las nuevas tablas en el cofre. Entonces hice un cofre de madera de acacia y preparé dos piedras lisas como las primeras, y subí con ellas a la montaña. El Señor nuevamente escribió los Diez Mandamientos sobre ellas y me las dio. Cuando descendí, coloqué las tablas en el cofre que había hecho, donde están hasta este día como el Señor me lo ordenó».

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Las demandas del Señor

10 «Como ocurrió en la primera ocasión, yo permanecí en el monte por espacio de cuarenta días y cuarenta noches. Y en esta ocasión el Señor respondió a mi oración, y no te destruyó.

11 »Y me dijo el Señor: “Levántate y lleva a este pueblo a la tierra que prometí a sus antepasados. Es tiempo de que entren y la posean”.

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