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Llamamiento de Moisés

Moisés cuidaba las ovejas de Jetro, su suegro, que era sacerdote de Madián, y un día llevó las ovejas a través del desierto y llegó hasta Horeb, el monte de Dios. Allí, el ángel del Señor se le apareció en medio de una zarza envuelta en fuego.(A) Moisés miró, y vio que la zarza ardía en el fuego, pero no se consumía. Entonces dijo: «Voy a ir y ver esta grande visión, por qué es que la zarza no se quema.»

El Señor vio que Moisés iba a ver la zarza, así que desde la zarza lo llamó y le dijo:

«¡Moisés, Moisés!»

Y él respondió:

«Aquí estoy.»

El Señor le dijo:

«No te acerques. Quítate el calzado de tus pies, porque el lugar donde ahora estás es tierra santa.»

Y también dijo:

«Yo soy el Dios de tu padre. Soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.»

Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios. Luego el Señor dijo:

«He visto muy bien la aflicción de mi pueblo que está en Egipto. He oído su clamor por causa de sus explotadores. He sabido de sus angustias, y he descendido para librarlos de manos de los egipcios y sacarlos de esa tierra, hacia una tierra buena y amplia, una tierra que fluye leche y miel, donde habitan los cananeos, los hititas, los amorreos, los ferezeos, los jivitas y los jebuseos. El clamor de los hijos de Israel ha llegado a mi presencia, y he visto además la opresión con que los egipcios los oprimen. 10 Por lo tanto, ven ahora, que voy a enviarte al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los hijos de Israel.»

11 Pero Moisés le respondió a Dios:

«¿Y quién soy yo para ir ante el faraón y sacar de Egipto a los hijos de Israel?»

12 Y Dios le respondió:

«Ve, pues yo estaré contigo. Y esto te servirá de señal, de que yo te he enviado: Cuando tú hayas sacado de Egipto al pueblo, ustedes servirán a Dios sobre este monte.»

13 Moisés le dijo a Dios:

«Pero resulta que, si yo voy y les digo a los hijos de Israel: “El Dios de sus padres(B) me ha enviado a ustedes”, qué voy a responderles si me preguntan: “¿Y cuál es su nombre?”»

14 Dios le respondió a Moisés:

«YO SOY EL QUE SOY.»(C)

Y añadió:

«A los hijos de Israel tú les dirás: “YO SOY me ha enviado a ustedes.”»

15 También le dijo Dios a Moisés:

«A los hijos de Israel les dirás: “El Señor me ha enviado a ustedes.[a] Él es el Dios de sus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.” Éste es mi nombre eterno. Con este nombre se me recordará por todos los siglos. 16 Así que ve y reúne a los ancianos de Israel, y diles: “El Señor, el Dios de sus padres, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, se me apareció y me dijo: ‘En verdad he venido a visitarlos. He visto cómo los tratan en Egipto, 17 y me he propuesto sacarlos de la aflicción de Egipto y llevarlos a la tierra de los cananeos, los hititas, los amorreos, los ferezeos, los jivitas y los jebuseos, que es una tierra que fluye leche y miel.’” 18 Ellos oirán tu voz, y entonces tú y los ancianos de Israel irán a hablar con el rey de Egipto y le dirán: “El Señor, el Dios de los hebreos, nos ha encontrado. Por eso, ahora vamos a ir camino de tres días por el desierto, para ofrecer sacrificios al Señor nuestro Dios.” 19 Yo sé que el rey de Egipto no los dejará ir, sino a la fuerza. 20 Pero yo extenderé mi mano y heriré a Egipto con todas las maravillas que allí haré. Y entonces él los dejará ir. 21 Y yo haré que los egipcios vean a este pueblo con ojos bondadosos, para que cuando ustedes salgan no se vayan con las manos vacías. 22 Al contrario, cada mujer le pedirá a su vecina y a quien viva con ella alhajas de plata y de oro, y vestidos, con los cuales vestirán ustedes a sus hijos y a sus hijas. Así despojarán a los egipcios.»(D)

Moisés respondió:

«Va a resultar que ellos no me creerán, ni oirán mi voz. Más bien, dirán: “El Señor no se te ha aparecido.”»

El Señor dijo:

«¿Qué es lo que tienes en la mano?»

Y él respondió:

«Una vara.»

El Señor le dijo:

«Tírala al suelo.»

Y él tiró la vara al suelo, y ésta se hizo una culebra, de la cual Moisés huía. Entonces el Señor le dijo a Moisés:

«Extiende tu mano, y toma la culebra por la cola.»

Y él extendió la mano y la tomó, y la culebra se volvió una vara en su mano.

«Con esto creerán que se te ha aparecido el Señor, el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, Dios de Isaac y Dios de Jacob.»

Además, el Señor le dijo:

«Mete ahora la mano en tu pecho.»

Y él metió la mano en su pecho, y resultó que al sacarla ésta estaba leprosa como la nieve. Entonces dijo:

«Vuelve a meter la mano en tu pecho.»

Y Moisés metió otra vez la mano en su pecho, y al sacarla de nuevo del pecho, ésta estaba tan limpia como la otra carne.

«Si resulta que a la voz de la primera señal no te creen ni te obedecen, te creerán a la voz de la segunda. Y si ni siquiera con estas dos señales te creen ni oyen tu voz, tomarás agua del río y la derramarás en el suelo; y el agua que tomes del río se convertirá en sangre al tocar el suelo.»

10 Entonces Moisés le dijo al Señor:

«¡Ay, Señor! Yo nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes ni ahora que hablas con este siervo tuyo. Y es que soy muy lento para hablar, y mi lengua es muy torpe.»

11 Pero el Señor le respondió:

«¿Y quién le dio la boca al hombre? ¿O quién hizo al mudo y al sordo, o al que ve y al que no ve? ¿Acaso no soy yo el Señor? 12 Así que anda ya, que yo estaré con tu boca y te enseñaré lo que tengas que decir.»

13 Y Moisés dijo:

«¡Ay, Señor! ¡Por favor, envía a quien debes enviar!»

14 Entonces el Señor se enojó con Moisés, y le dijo:

«¿Acaso no conozco yo a tu hermano Aarón, el levita, y sé que él habla bien? Pues él saldrá a recibirte, y al verte su corazón se alegrará. 15 Tú hablarás con él, y pondrás las palabras en su boca, y yo estaré con tu boca y con la suya, y les enseñaré lo que tienen que hacer. 16 Así él hablará con el pueblo por ti, como si tú mismo hablaras, y tú hablarás con él como si hablara yo. 17 Y con la vara que tienes en la mano harás las señales.»

Moisés vuelve a Egipto

18 Fue así como Moisés se fue, y al volver a la casa de su suegro Jetro, le dijo:

«Ahora voy a volver a Egipto, donde están mis hermanos. Quiero ver si aún viven.»

Y Jetro le dijo a Moisés:

«Vete en paz.»

19 En Madián, el Señor también le dijo a Moisés:

«Anda, regresa a Egipto, pues ya han muerto todos los que querían matarte.»

20 Entonces Moisés tomó a su mujer y a sus hijos, y los puso sobre un asno, y volvió a la tierra de Egipto. En su mano llevaba Moisés la vara de Dios.

21 El Señor le había dicho a Moisés:

«Cuando vuelvas a Egipto, asegúrate de hacer delante del faraón todas las maravillas que he puesto en tu mano. Yo endureceré su corazón, de modo que no dejará ir al pueblo, 22 pero tú le dirás al faraón: “Así ha dicho el Señor: ‘Israel es mi hijo. Es mi primogénito.’ 23 Ya te he dicho que dejes ir a mi hijo, para que me sirva, pero tú no has querido dejarlo ir. Por eso, ahora voy a matar a tu hijo primogénito.”»(E)

24 Ya en el camino sucedió que, en una posada, el Señor le salió al encuentro y quiso matarlo. 25 Pero Séfora tomó un pedernal afilado y le cortó el prepucio a su hijo; luego lo arrojó a sus pies y dijo:

«A decir verdad, tú eres para mí un esposo de sangre.»

26 Entonces el Señor dejó ir a Moisés. Pero ella dijo «esposo de sangre» por causa de la circuncisión.

27 El Señor le dijo a Aarón:

«Ve al desierto, a recibir a Moisés.»

Y Aarón fue y encontró a Moisés en el monte de Dios, y le dio un beso. 28 Allí Moisés le contó a Aarón todas las palabras que el Señor le enviaba, y todas las señales que le había dado. 29 Entonces Moisés y Aarón fueron a reunir a todos los ancianos de los hijos de Israel, 30 y Aarón habló de todo lo que el Señor le había dicho a Moisés, y ante los ojos del pueblo hizo las señales. 31 Y el pueblo creyó. Y al escuchar que el Señor había visitado a los hijos de Israel y que había visto su aflicción, se inclinaron y adoraron.

Moisés y Aarón ante el faraón

Después Moisés y Aarón se presentaron ante el faraón, y le dijeron:

«El Señor, el Dios de Israel, dice así: “Deja ir a mi pueblo, para que celebren en el desierto una fiesta en mi honor.”»

Pero el faraón respondió:

«¿Y quién es “el Señor”, para que yo le haga caso y deje ir a Israel? Yo no conozco al Señor, ni tampoco dejaré ir a Israel.»

Ellos dijeron entonces:

«El Dios de los hebreos nos ha encontrado, así que ahora vamos a ir al desierto camino de tres días, y allí ofreceremos sacrificios al Señor nuestro Dios. No vaya a ser que venga contra nosotros con peste o con espada.»

Pero el rey de Egipto les dijo:

«Moisés y Aarón, ¿por qué hacen que el pueblo abandone su trabajo? ¡Vayan a cumplir con sus tareas!»

Y también dijo el faraón:

«Como pueden ver, es mucha la gente que hay en el país, ¡y ustedes le impiden cumplir con sus tareas!»

Ese mismo día el faraón dio esta orden a los jefes de cuadrilla que tenían a su cargo al pueblo, y a sus capataces:

«De aquí en adelante no le darán al pueblo paja para hacer ladrillo, como lo han hecho hasta ahora. ¡Que vayan ellos mismos a recoger la paja! Pero los obligarán a hacer la misma cantidad de ladrillo que antes hacían. No les reduzcan ni un solo ladrillo. Lo que pasa es que están ociosos, y por eso levantan la voz y dicen: “Vayamos a ofrecer sacrificios a nuestro Dios.” Háganlos trabajar más todavía. Que se mantengan ocupados y no hagan caso de mentiras.»

10 Los jefes de cuadrilla y sus capataces fueron a hablar con el pueblo, y les dijeron:

«Así ha dicho el faraón: “Ya no les voy a dar paja.” 11 Así que vayan ustedes mismos a recoger paja donde la encuentren, pero su tarea no se reducirá en nada.»

12 Entonces el pueblo se esparció por todo Egipto, y en lugar de paja iban recogiendo rastrojo. 13 Los cuadrilleros los apremiaban, y les decían:

«Cumplan con su tarea. Hagan los mismos ladrillos que hacían cuando se les daba paja.»

14 Por su parte, los capataces de los hijos de Israel, que los jefes de cuadrilla del faraón habían puesto sobre ellos, los azotaban y les decían:

«¿Por qué ni ayer ni hoy cumplieron con su tarea de ladrillos, como antes lo hacían?»

15 Por eso los capataces de los hijos de Israel fueron a hablar con el faraón, y se quejaron con él. Le dijeron:

«¿Por qué tratas así a tus siervos? 16 Paja no se nos da, y sin embargo nos ordenan: “Hagan ladrillos.” ¡Ahora resulta que a tus siervos se les azota, cuando que el culpable es tu pueblo!»

17 Pero el faraón respondió:

«Ustedes están ociosos. Tan ociosos están, que por eso dicen: “Vayamos a ofrecer sacrificios al Señor.” 18 ¡Váyanse ya a trabajar! Paja no se les va a dar, pero la cantidad de ladrillos que deben entregar será la misma.»

19 Los capataces de los hijos de Israel se vieron en aprietos cuando se les dijo: «No se disminuirá un solo ladrillo de la cantidad que deben entregar cada día.» 20 Y como al salir de la presencia del faraón encontraron a Moisés y Aarón, que los estaban esperando, 21 les dijeron:

«¡Que el Señor los mire y los juzgue! Ustedes nos han hecho odiosos a la vista del faraón y de sus siervos. ¡Les han puesto la espada en la mano, para que nos maten!»

El Señor comisiona a Moisés y a Aarón

22 Entonces Moisés se dirigió al Señor, y le dijo:

«Señor, ¿por qué afliges a este pueblo? ¿Para qué me enviaste? 23 Desde que yo vine para hablar en tu nombre al faraón, éste ha afligido a tu pueblo, ¡y tú no lo has liberado!»

El Señor respondió a Moisés:

«Ahora verás lo que voy a hacer con el faraón. Sólo con mano fuerte los dejará ir, y con mano fuerte los echará fuera de su tierra.»

Dios volvió a hablar con Moisés, y le dijo:

«Yo soy EL SEÑOR. Me aparecí a Abrahán, Isaac y Jacob como “Dios Omnipotente”,(F) pero con el nombre de SEÑOR no me di a conocer a ellos. También establecí con ellos mi pacto de darles la tierra de Canaán, la tierra donde vivieron como extranjeros. Así mismo, he oído el gemido de los hijos de Israel, a quienes los egipcios obligan a trabajar, y me he acordado de mi pacto. Por lo tanto, diles a los hijos de Israel: “Yo soy EL SEÑOR. Yo los voy a librar de los trabajos pesados en Egipto. Voy a liberarlos de su esclavitud. Con brazo extendido y con grandes juicios les daré libertad. Los tomaré como mi pueblo, y seré su Dios; y ustedes sabrán que yo soy el Señor, su Dios, que los libró de los trabajos pesados en Egipto. Voy a llevarlos a la tierra por la cual levanté mi mano y juré que se la daría a Abrahán, Isaac y Jacob. Yo les daré esa tierra en propiedad. Yo soy EL SEÑOR.”»

Esto mismo les dijo Moisés a los hijos de Israel, pero ellos no le hicieron caso debido a su espíritu acongojado y a la crueldad de su esclavitud. 10 Entonces el Señor habló con Moisés, y le dijo:

11 «Ve y habla con el faraón, el rey de Egipto. Dile que deje ir de su país a los hijos de Israel.»

12 Pero Moisés se encaró con el Señor y le respondió:

«Como sabes, los hijos de Israel no me hacen caso. Entonces, ¿cómo va a hacerme caso el faraón, si yo soy torpe de labios?»

13 El Señor habló con Moisés y Aarón, y les dio una orden para los hijos de Israel y para el faraón, rey de Egipto: tenían que sacar de Egipto a los hijos de Israel.

14 Éstos son los jefes de familia de sus antepasados:

De los hijos de Rubén, el primogénito de Israel, sus familias fueron: Janoc, Falú, Jesrón y Carmi.

15 De los hijos de Simeón, sus familias fueron: Jemuel, Jamín, Oad, Jaquín, Sojar, y Saúl, que fue hijo de una cananea.

16 Leví llegó a vivir ciento treinta y siete años. Éstos son los nombres de los hijos de Leví, según sus linajes: Gersón, Coat y Merari. 17 Los hijos de Gersón fueron Libni y Simey, según sus familias. 18 Los hijos de Coat fueron Amirán, Isar, Hebrón y Uziel. Coat llegó a vivir ciento treinta y tres años. 19 Los hijos de Merari fueron Mali y Musi. Éstas son las familias de Leví, según sus linajes.(G)

20 Amirán tomó por mujer a su tía Jocabed, la cual dio a luz a Aarón y a Moisés. Amirán llegó a vivir ciento treinta y siete años. 21 Los hijos de Isar fueron Coré, Nefeg y Zicri. 22 Los hijos de Uziel fueron Misael, Elzafán y Sitri.

23 Aarón tomó por mujer a Elisabet, hija de Aminadab y hermana de Nasón, la cual dio a luz a Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar. 24 Los hijos de Coré fueron Asir, Elcana y Abiasaf. Éstas son las familias de los coreítas.

25 Eleazar hijo de Aarón tomó por mujer a una de las hijas de Futiel, la cual dio a luz a Finés. Éstos son los jefes de los antepasados de los levitas, según sus familias.

26 A este Aarón y a este Moisés el Señor les dijo: «Saquen de Egipto a los hijos de Israel en orden de batalla.» 27 Estos Moisés y Aarón fueron los que hablaron con el faraón, rey de Egipto, para sacar de Egipto a los hijos de Israel.

28 Cuando el Señor habló con Moisés en la tierra de Egipto, 29 le dijo:

«Yo soy EL SEÑOR. Habla con el faraón, rey de Egipto, y repítele todo lo que yo te he dicho a ti.»

30 Pero Moisés se encaró con el Señor y le respondió:

«Como sabes, yo soy torpe de labios, así que ¿cómo va a hacerme caso el faraón?»

El Señor le dijo a Moisés:

«Mira, ante el faraón, tú serás como si fuera yo mismo, y tu hermano Aarón será tu profeta. Tú le dirás al faraón todo lo que yo te ordene decir, y tu hermano Aarón hablará con él para que deje ir de su país los hijos de Israel. Yo endureceré el corazón del faraón, para multiplicar en Egipto mis señales y mis maravillas.(H) El faraón no les hará caso, pero yo descargaré mi mano sobre Egipto, y con grandes juicios sacaré de ese país a mis legiones, a mi pueblo, a los hijos de Israel. Cuando yo extienda mi mano sobre Egipto y saque de allí a los hijos de Israel, los egipcios van a saber que yo soy el Señor.»

Entonces Moisés y Aarón hicieron lo que el Señor les ordenó hacer. Cuando hablaron con el faraón, Moisés tenía ochenta años de edad, y Aarón ochenta y tres.

La vara de Aarón

El Señor habló con Moisés y Aarón, y les dijo:

«Si como respuesta el faraón les pide un milagro, tú le ordenarás a Aarón que tome su vara y la arroje delante del faraón, para que se convierta en culebra.»

10 Entonces Moisés y Aarón fueron a hablar con el faraón, e hicieron lo que el Señor les había ordenado: Aarón arrojó su vara delante del faraón y de sus siervos, y ésta se convirtió en culebra. 11 Pero el faraón llamó también a los sabios y hechiceros de Egipto, y con sus encantamientos ellos hicieron lo mismo: 12 cada uno arrojó su vara, y éstas se volvieron culebras; sin embargo, la vara de Aarón se tragó a las varas de ellos. 13 Pero tal y como el Señor lo había dicho, el corazón del faraón se endureció, y no les hizo caso.

La plaga de sangre

14 Entonces el Señor le dijo a Moisés:

«El corazón del faraón está endurecido, y no quiere dejar ir al pueblo. 15 Así que ve a hablar con el faraón por la mañana, a la hora que él sale al río. Párate en la orilla y enfréntate a él. Toma en tu mano la vara que se volvió culebra, 16 y dile: “El Señor, el Dios de los hebreos, me ha enviado a decirte: ‘Deja ir a mi pueblo al desierto, para que me sirva’, pero hasta ahora no has querido hacer caso. 17 Por eso, así ha dicho el Señor: ‘Con esto vas a saber que yo soy el Señor.’ Con la vara que tengo en la mano voy a golpear el agua del río, y ésta se convertirá en sangre.(I) 18 Los peces que hay en el río morirán, y el río apestará, y los egipcios tendrán asco de beber el agua del río.”»

19 El Señor le dijo a Moisés:

«Dile a Aarón que tome su vara, y que extienda su mano sobre las aguas de Egipto: sobre sus ríos, arroyos y estanques, y sobre todos sus depósitos de agua, para que se conviertan en sangre, y haya sangre por todo Egipto, lo mismo en los vasos de madera que en los de piedra.»

20 Moisés y Aarón hicieron lo que el Señor les ordenó hacer. Aarón levantó la vara y, en presencia del faraón y de sus siervos, golpeó las aguas del río, ¡y todas las aguas del río se convirtieron en sangre! 21 Así mismo, murieron los peces que había en el río, y el río mismo se corrompió de tal manera que los egipcios no podían beber de él. Por toda la tierra de Egipto había sangre; 22 pero como los hechiceros de Egipto hicieron lo mismo con sus encantamientos, el corazón del faraón se endureció y, tal y como el Señor lo había dicho, no les hizo caso. 23 Al contrario, el faraón se volvió a su casa, y tampoco a esto le dio atención. 24 Mientras tanto, para poder beber, en todo Egipto hicieron pozos alrededor del río, pues no podían beber de las aguas del río. 25 Así pasaron siete días, después de que el Señor hirió el río.

La plaga de ranas

Entonces el Señor le dijo a Moisés:

«Preséntate ante el faraón y dile que yo, el Señor, he dicho: “Deja ir a mi pueblo, para que me sirva. Si no lo dejas ir, vas a ver cómo voy a castigar con ranas todos tus territorios. El río criará ranas, y éstas entrarán en tu casa, y en la cámara donde duermes, y se treparán a tu cama, y se meterán a las casas de tus siervos, y en tu pueblo, en tus hornos y en tus artesas. ¡Las ranas se treparán sobre ti y sobre tu pueblo, y sobre todos tus siervos!”»

El Señor le dijo a Moisés:

«Dile a Aarón que extienda la vara que lleva en su mano sobre los ríos, arroyos y estanques, y que haga subir ranas sobre la tierra de Egipto.»

Aarón extendió su mano sobre las aguas de Egipto, y subieron ranas que cubrieron la tierra de Egipto. Pero los hechiceros hicieron lo mismo, y con sus encantamientos hicieron venir ranas sobre la tierra de Egipto. Entonces el faraón llamó a Moisés y a Aarón, y les dijo:

«Ruéguenle al Señor que nos quite las ranas a mí y a mi pueblo. Entonces dejaré ir a tu pueblo para que ofrezca sacrificios al Señor.»

Y Moisés le dijo al faraón:

«Dígnate indicarme cuándo debo orar por ti, por tus siervos y por tu pueblo, para que las ranas se aparten de ti y de tus casas, y que se queden solamente en el río.»

10 El faraón dijo:

«Hazlo mañana.»

Y Moisés respondió:

«Así se hará, tal y como lo has dicho, para que sepas que no hay dios como el Señor nuestro Dios. 11 Las ranas se apartarán de ti y de tus casas, y de tus siervos y de tu pueblo, y solamente se quedarán en el río.»

12 En cuanto Moisés y Aarón salieron de la presencia del faraón, Moisés clamó al Señor en cuanto a las ranas que había mandado sobre el faraón, 13 y el Señor actuó en conformidad con la palabra de Moisés, pues murieron las ranas en las casas, los cortijos y los campos. 14 Entonces las juntaron y amontonaron, pero todo el país apestaba. 15 Y tal y como el Señor lo había dicho, en cuanto el faraón vio que se le había dado un respiro, endureció su corazón y no les hizo caso.

La plaga de piojos

16 Entonces el Señor le dijo a Moisés:

«Dile a Aarón que extienda su vara y golpee el polvo de la tierra, para que éste se convierta en piojos por todo Egipto.»

17 Ellos lo hicieron así. Aarón extendió su mano con su vara y golpeó el polvo de la tierra, y éste se convirtió en piojos. En todo Egipto, todo el polvo de la tierra se convirtió en piojos, lo mismo en la gente como en los animales. 18 Los hechiceros hicieron también sus encantamientos para convertir el polvo en piojos, pero no pudieron, así que tanto la gente como los animales tenían piojos. 19 Entonces los hechiceros le dijeron al faraón: «Esto es obra del dedo de Dios.» Pero tal y como el Señor lo había dicho, el corazón del faraón se endureció y no les hizo caso.

La plaga de moscas

20 El Señor dijo a Moisés:

«Mañana vas a levantarte y presentarte ante el faraón, cuando él baje al río. Allí le dirás que yo, el Señor, le digo: “Deja ir a mi pueblo, para que me sirva. 21 Si no lo dejas ir, yo enviaré contra ti y contra tus siervos, y contra tu pueblo y tus casas, toda clase de moscas. Todas las casas de Egipto se llenarán de moscas, lo mismo que la tierra donde haya egipcios. 22 Ese día, pondré aparte a la tierra de Gosén, donde habita mi pueblo, para que no haya en ella una sola mosca. Así sabrás que yo, el Señor, estoy en medio de la tierra. 23 Voy a hacer distinción entre mi pueblo y el tuyo. Esta señal tendrá lugar mañana.”»

24 Y así lo hizo el Señor, y toda clase de moscas fastidiosas vino sobre la casa del faraón y sobre las casas de sus siervos, y sobre todo Egipto. ¡Por causa de ellas el país quedó en ruinas! 25 Entonces el faraón llamó a Moisés y Aarón, y les dijo:

«Vayan y ofrezcan un sacrificio a su Dios aquí en el país.»

26 Pero Moisés respondió:

«No está bien que lo hagamos así, porque ofreceríamos al Señor nuestro Dios lo que para los egipcios es algo repugnante. Y si a la vista de los egipcios ofreciéramos en sacrificio lo que para ellos es algo repugnante, ¿no crees que nos apedrearían? 27 Debemos ir por el desierto camino de tres días, y allí ofreceremos sacrificios al Señor nuestro Dios, tal y como él nos diga.»

28 Entonces el faraón dijo:

«Yo los dejaré ir al desierto para que allí ofrezcan sacrificios al Señor su Dios, con tal de que no vayan más lejos. Y oren por mí.»

29 Y Moisés respondió:

«En cuanto yo salga de tu presencia, rogaré al Señor para que mañana mismo todas las moscas se aparten del faraón, y de sus siervos, y de su pueblo. Siempre y cuando el faraón no falte más a su palabra, y nos deje ir como pueblo a ofrecer sacrificio al Señor.»

30 Moisés salió de la presencia del faraón y oró al Señor, 31 y el Señor hizo lo que Moisés le pidió y alejó todas esas moscas del faraón, de sus siervos y de su pueblo. ¡Ni una sola mosca quedó! 32 Pero incluso en esta ocasión el faraón endureció su corazón y no dejó que el pueblo se fuera.

La plaga en el ganado

Entonces el Señor le dijo a Moisés:

«Preséntate ante el faraón, y dile: “El Señor, el Dios de los hebreos, dice así: ‘Deja ir a mi pueblo, para que me sirva.’ Porque si no lo dejas ir, y sigues deteniéndolo, la mano del Señor va a caer sobre los ganados que tienes en el campo, y sobre los caballos, los asnos, los camellos, las vacas y las ovejas. Será una plaga muy grave. Y el Señor hará distinción entre los ganados de Israel y los de Egipto, de modo que no muera nada de lo que es de los hijos de Israel. El Señor ha puesto un plazo, y ha dicho: ‘Yo, el Señor, haré esto en el país mañana.’”»

Al día siguiente el Señor hizo todo aquello, y murió todo el ganado de Egipto, pero del ganado de los hijos de Israel no murió una sola cabeza. Entonces el faraón mandó a ver, y resultó que del ganado de los hijos de Israel no había muerto un solo animal. Sin embargo, el corazón del faraón se endureció y no dejó ir al pueblo.

La plaga de úlceras

El Señor dijo a Moisés y a Aarón:

«Tomen de un horno puñados de ceniza, y que la arroje Moisés al cielo en presencia del faraón. La ceniza se hará polvo y caerá sobre toda la tierra de Egipto, y en todo Egipto producirá sarpullido con úlceras en la gente y en los animales.»

10 Y ellos tomaron ceniza, y se enfrentaron al faraón, y Moisés arrojó la ceniza al cielo, y hubo sarpullido que produjo úlceras(J) tanto en la gente como en los animales. 11 Por causa del sarpullido, los hechiceros no pudieron enfrentarse a Moisés, porque hubo sarpullido en los hechiceros y en todos los egipcios. 12 Pero el Señor endureció el corazón del faraón y tal y como el Señor lo había dicho, no le hizo caso a Moisés.

La plaga de granizo

13 El Señor le dijo a Moisés:

«Levántate muy temprano, y preséntate ante el faraón y dile: “Así dice el Señor, el Dios de los hebreos: ‘Deja ir a mi pueblo, para que me sirva.’ 14 Porque esta vez voy a enviar a tu corazón, y a tus siervos y a tu pueblo, todas mis plagas, para que entiendas que no hay en toda la tierra otro dios como yo. 15 Voy a extender ahora mi mano, y a ti y a tu pueblo los heriré con una plaga, y tú dejarás de existir. 16 A decir verdad, yo te he puesto para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea proclamado en toda la tierra.(K) 17 ¿Aun así, en tu soberbia, retienes a mi pueblo y no lo dejas ir? 18 Pues mañana a estas horas haré que caiga sobre Egipto un granizo muy pesado, como nunca antes lo hubo desde que Egipto se fundó hasta ahora. 19 Así que manda recoger tu ganado, y todo lo que tienes en el campo, porque el granizo caerá sobre todo hombre o animal que se halle en el campo y que no se guarezca en casa, y morirá.”»

20 Los siervos del faraón que tuvieron temor de la palabra del Señor hicieron que sus criados y su ganado se guarecieran en casa, 21 pero los que no recibieron en su corazón la palabra del Señor dejaron en el campo a sus criados y sus ganados. 22 Entonces el Señor le dijo a Moisés:

«Extiende tu mano hacia el cielo, para que en todo Egipto caiga granizo sobre hombres y animales, y sobre toda la hierba del campo.»

23 Y Moisés extendió su vara hacia el cielo, y el Señor hizo que tronara y granizara, y que cayera fuego sobre la tierra. El Señor hizo que cayera granizo sobre todo Egipto. 24 Llovió granizo, y fuego(L) mezclado con el granizo; un granizo tan grande, como nunca antes lo hubo en todo Egipto desde que el país fue habitado. 25 Y en todo Egipto ese granizo hirió todo lo que estaba en el campo, lo mismo a los hombres que a los animales. De igual manera, el granizo destrozó toda la hierba del campo y desgajó todos los árboles del país. 26 El único lugar donde no hubo granizo fue la tierra de Gosén, donde estaban los hijos de Israel.

27 Entonces el faraón mandó a llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo:

«Esta vez he pecado. El Señor es justo, y mi pueblo y yo somos impíos. 28 Oren al Señor para que cesen esos ensordecedores truenos y el granizo. No voy a seguir deteniéndolos. Voy a dejarlos ir.»

29 Y Moisés le respondió:

«Tan pronto como yo salga de la ciudad, extenderé mis manos al Señor y los truenos cesarán. Ya no habrá más granizo. Así sabrás que la tierra es del Señor. 30 Aunque yo sé que ni tú ni tus siervos tendrán todavía temor de la presencia de Dios, el Señor.»

31 Como la cebada estaba ya espigada, y el lino estaba en caña, tanto éste como aquélla quedaron destrozados; 32 pero el trigo y el centeno no fueron destrozados porque son productos tardíos.

33 En cuanto Moisés salió de la presencia del faraón y estuvo fuera de la ciudad, extendió sus manos al Señor, y cesaron los truenos y el granizo, y la lluvia dejó de caer sobre la tierra. 34 Pero al ver el faraón que la lluvia había cesado, lo mismo que el granizo y los truenos, se obstinó en seguir pecando, y tanto él como sus siervos endurecieron su corazón. 35 De tal manera se endureció el corazón del faraón que no dejó ir a los hijos de Israel, tal y como el Señor lo había dicho por medio de Moisés.

La plaga de langostas

10 El Señor le dijo a Moisés:

«Preséntate ante el faraón. Yo he endurecido su corazón, y el corazón de sus siervos, para mostrarles a ellos estas señales mías, y para que tú les cuentes a tus hijos y a tus nietos las señales que hice entre ellos en Egipto. Así sabrán que yo soy el Señor.»

Moisés y Aarón se presentaron ante el faraón, y le dijeron:

«El Señor, el Dios de los hebreos, ha dicho: “¿Hasta cuándo te negarás a humillarte delante de mí? ¡Deja ir a mi pueblo, para que me sirva! Si insistes en no dejarlo ir, mañana mismo traeré langostas sobre tu territorio, y éstas cubrirán la superficie de la tierra, de tal modo que no podrá verse el suelo. Se comerán todo lo que el granizo no haya dañado, lo mismo que todos los árboles frutales del campo. Llenarán tus casas, y las casas de todos tus siervos, y las casas de todos los egipcios, como nunca antes lo vieron tus padres ni tus abuelos desde que nacieron hasta el día de hoy.”»

Y dándose vuelta, Moisés salió de la presencia del faraón. Entonces los siervos del faraón le dijeron:

«¿Hasta cuándo este hombre será para nosotros una trampa? ¡Deja que esta gente se vaya y sirva al Señor su Dios! ¿Acaso no sabes todavía que Egipto se encuentra en ruinas?»

El faraón volvió a llamar a Moisés y Aarón, y les dijo:

«Vayan y sirvan al Señor su Dios. ¿Quiénes son los que va a ir?»

Moisés respondió:

«Tenemos que ir con nuestros niños y nuestros ancianos, con nuestros hijos y nuestras hijas, y con nuestras ovejas y nuestras vacas. Se trata de nuestra fiesta solemne para el Señor.»

10 Pero el faraón les dijo:

«¡Y claro, también el Señor va a ir con ustedes! ¿Cómo creen que voy a dejarlos ir, a ustedes y a sus niños? ¡Tengan cuidado, que les puede ir muy mal! 11 Pues no será así. Vayan ahora ustedes los varones, y sirvan al Señor, ya que eso es lo que pidieron.»

Y los echaron fuera de la presencia del faraón.

12 Entonces el Señor le dijo a Moisés:

«Extiende tu mano sobre la tierra de Egipto, para que vengan las langostas y cubran todo el país, y acaben con todo lo que dejó el granizo.»

13 Y Moisés extendió su vara sobre la tierra de Egipto, y el Señor hizo que todo ese día y toda esa noche soplara sobre el país un viento del oriente; y cuando llegó la mañana, con ese viento del oriente llegaron las langostas. 14 Y se extendieron y se plantaron por todo Egipto. Vinieron en tal cantidad, que nunca antes sucedió algo así, ni sucederá después. 15 De tal manera cubrieron la superficie del país, que se oscureció la tierra.(M) Arrasaron con toda la hierba del campo, y con todos los frutos que el granizo había dejado en los árboles. En toda la tierra de Egipto no quedó nada verde en los árboles ni en la hierba del campo.

16 El faraón se apresuró a llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo:

«He pecado contra el Señor su Dios, y contra ustedes. 17 Pero les ruego que, sólo por esta vez, perdonen mi pecado y pidan al Señor su Dios que quite de mí al menos esta plaga mortal.»

18 Y Moisés salió de la presencia del faraón, y oró al Señor. 19 Entonces el Señor trajo de occidente un viento muy fuerte, y barrió con las langostas y las arrojó al Mar Rojo. ¡Ni una sola langosta quedó en todo Egipto! 20 Pero el Señor endureció el corazón del faraón, y éste no dejó ir a los hijos de Israel.

La plaga de tinieblas

21 El Señor le dijo a Moisés:

«Extiende tu mano hacia el cielo, para que todo Egipto se cubra de tinieblas(N) tan densas que hasta se puedan tocar.»

22 Y Moisés extendió su mano hacia el cielo, y durante tres días todo Egipto se cubrió de densas tinieblas. 23 En esos tres días, nadie pudo ver a su vecino, ni nadie se movió de su sitio; en cambio, todos los hijos de Israel tenían luz en sus casas. 24 Entonces el faraón mandó llamar a Moisés, y le dijo:

«Vayan a servir al Señor, y lleven con ustedes a sus niños, con tal de que dejen aquí a sus ovejas y sus vacas.»

25 Pero Moisés respondió:

«¡Pues hasta tú vas a darnos los animales que debemos ofrecer al Señor nuestro Dios como sacrificio y holocausto! 26 También nuestros ganados irán con nosotros. No se quedará aquí ni una sola pezuña, pues tenemos que tomar de nuestros animales para servir al Señor nuestro Dios, y no sabremos cómo debemos servirle hasta que lleguemos allá.»

27 Pero el Señor endureció el corazón del faraón, y éste no quiso dejarlos ir; 28 al contrario, el faraón le dijo a Moisés:

«¡Aléjate de mí! ¡Y ten cuidado de no volver a verme! Porque si algún día vuelves a verme, morirás.»

29 Y Moisés le respondió:

«Tal y como lo has dicho, ¡nunca más volveré a verte!»

La muerte de los primogénitos egipcios

11 El Señor le dijo a Moisés:

«Todavía voy a traer una plaga sobre el faraón y sobre Egipto. Después de eso, él los dejará ir de aquí, y esa expulsión será definitiva. Ve ahora y habla con el pueblo, para que todos, hombres y mujeres, les pidan a sus vecinos y vecinas alhajas de oro y plata.»

Y el Señor hizo que los egipcios vieran al pueblo con buenos ojos. Moisés también era tenido en alta estima en la tierra de Egipto, tanto a los ojos de los siervos del faraón como a los ojos del pueblo. Así que Moisés dijo:

«Así ha dicho el Señor: “A la medianoche pasaré a través de todo Egipto, y todos los primogénitos egipcios morirán, desde el primogénito del faraón, que se sienta en su trono, hasta el primogénito de la sierva que trabaja en el molino, y también todas las primeras crías de los animales. Habrá en todo Egipto un gran clamor, como no lo hubo antes, ni jamás lo habrá. Pero entre los hijos de Israel, ni un perro moverá su lengua contra ellos, ni contra sus animales, para que sepan que el Señor hace diferencia entre los egipcios y los israelitas. Y todos estos siervos tuyos se humillarán ante mí, y con el rostro inclinado delante de mí dirán: ‘Vete de aquí, tú y todo el pueblo que te sigue’. Después de esto, yo saldré.”»

Y Moisés salió muy enojado de la presencia del faraón. Entonces el Señor le dijo:

«Para que mis maravillas se multipliquen en la tierra de Egipto, el faraón no les va a hacer caso.»

10 Y Moisés y Aarón hicieron todos estos prodigios delante del faraón, pues el Señor endureció el corazón del faraón y no dejó salir de su país a los hijos de Israel.

La Pascua

12 El Señor habló con Moisés y Aarón en la tierra de Egipto, y les dijo:

«Este mes marcará el principio de los meses. Será para ustedes el primer mes del año. Hablen con toda la congregación de Israel, y díganle: “El día diez de este mes, cada uno de ustedes debe tomar un cordero por familia, según las familias de los padres.” Si la familia es tan pequeña como para no comerse todo el cordero, entonces esa familia y sus vecinos más cercanos tomarán un cordero, según el número de personas. Calcularán el cordero según lo que cada persona pueda comer. El animal debe ser macho, de un año y sin ningún defecto, y lo tomarán de las ovejas o de las cabras. Lo apartarán hasta el día catorce de este mes, y toda la congregación de Israel lo sacrificará entre la tarde y la noche. Tomarán un poco de sangre y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas donde lo vayan a comer. Lo comerán esa noche, asando la carne al fuego y acompañando la carne con panes sin levadura y hierbas amargas. La carne no debe estar cruda ni ser cocida en agua, sino asada al fuego, junto con la cabeza, las patas y las entrañas. 10 No dejarán nada del cordero para el día siguiente; si algo queda hasta el día siguiente lo quemarán por completo. 11 Debe comer el cordero vestidos y calzados, y con el bordón en la mano, y comerlo de prisa; se trata de la Pascua(O) del Señor. 12 Esa noche yo, el Señor, pasaré por la tierra de Egipto y heriré de muerte a todo primogénito egipcio, tanto de sus hombres como de sus animales, y también dictaré sentencia contra todos los dioses de Egipto. 13 Y cuando hiera yo la tierra de Egipto, la sangre en las casas donde ustedes se encuentren les servirá de señal, pues yo veré la sangre y seguiré adelante, y no habrá entre ustedes ninguna plaga de mortandad.

14 »Este día deberán recordarlo y celebrarlo generación tras generación, como fiesta solemne en honor del Señor. Es un estatuto perpetuo que deben celebrar. 15 Durante siete días comerán panes sin levadura, y desde el primer día no deberán tener levadura en sus casas, porque todo el que coma pan leudado desde el primer día hasta el séptimo, será expulsado de Israel. 16 El primer día habrá una convocación solemne, lo mismo que el día séptimo. No se hará en ellos ningún trabajo, a no ser lo que cada uno deba preparar para comer. 17 Deberán celebrar esta fiesta de los panes sin levadura,(P) porque fue en este día cuando los saqué a todos ustedes de Egipto. Por lo tanto, sus generaciones futuras deberán cumplir con este mandamiento como costumbre perpetua. 18 Desde el día catorce del mes primero por la tarde, y hasta el día veintiuno por la tarde de ese mismo mes primero, comerán panes sin levadura. 19 Durante siete días no deben tener levadura en sus casas. Cualquiera que coma pan leudado, sea extranjero o nacido en el país, será expulsado de la congregación de Israel. 20 No deben comer nada que tenga levadura. Dondequiera que ustedes vivan, deberán comer panes sin levadura.»

21 Entonces Moisés llamó a todos los ancianos de Israel y les dijo:

«Vayan y tomen un cordero por cada familia, y sacrifíquenlo para la pascua. 22 Tomen un manojo de hisopo y mójenlo en la sangre que deberán haber recogido en un recipiente, y unten el dintel y los dos postes con esa sangre. Ninguno de ustedes debe salir de su casa hasta el día siguiente, 23 porque el Señor pasará y herirá de muerte a los egipcios; pero, cuando él pase y vea la sangre en el dintel y en los dos postes, pasará por alto aquella puerta y no dejará que el ángel exterminador entre en las casas de ustedes y los hiera.(Q)

24 »Éste será un estatuto perpetuo, que ustedes y sus hijos deberán cumplir siempre. 25 Cuando ustedes entren en la tierra que el Señor les ha prometido, deberán seguir cumpliéndolo. 26 Y cuando sus hijos les pregunten: “¿Qué sentido tiene para ustedes este estatuto?”, 27 ustedes les responderán: “Se trata del sacrificio que se ofrece al Señor como recuerdo de la pascua, es decir, cuando en Egipto el Señor pasó por alto las casas israelitas y nos salvó la vida, pero hirió de muerte a los egipcios.”»

Entonces los israelitas se inclinaron y adoraron, 28 y luego fueron y cumplieron con todo lo que el Señor les había ordenado a Moisés y a Aarón.

Muerte de los primogénitos

29 A la medianoche, el Señor hirió de muerte a todos los primogénitos(R) en la tierra de Egipto, lo mismo al primogénito del faraón que ocupaba el trono que al primogénito del que estaba cautivo en la cárcel, y a todas las primeras crías de los animales. 30 Y esa misma noche el faraón se levantó, lo mismo que todos sus siervos y todos los egipcios, y en todo Egipto hubo un gran clamor, porque no había una casa donde no hubiera un muerto. 31 Esa misma noche el faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo:

«Apártense de mi pueblo, ustedes y los hijos de Israel, y vayan a servir al Señor, tal y como lo han pedido. 32 Llévense también sus ovejas y sus vacas, como lo han pedido, y váyanse. ¡Y bendíganme también a mí!»

33 Los egipcios ya se daban por muertos, así que apremiaban a los israelitas para que se dieran prisa y abandonaran el país. 34 Los israelitas, por su parte, envolvieron su masa en sábanas y se la echaron al hombro, para llevársela antes de que fermentara. 35 Además, hicieron lo que Moisés les había ordenado y pidieron a los egipcios que les dieran alhajas de oro y plata, y vestidos, 36 y el Señor hizo que los egipcios vieran a los israelitas con buenos ojos, y les daban todo lo que les pedían, Así fue como ellos despojaron a los egipcios.(S)

Los israelitas salen de Egipto

37 Los israelitas partieron de Ramesés a Sucot. Eran unos seiscientos mil hombres de a pie, sin contar a los niños. 38 Con ellos se fue toda clase de gente, y ovejas, y muchísimo ganado. 39 Como no habían tenido tiempo ni para prepararse comida cuando los egipcios los echaron fuera de Egipto, con la masa que habían sacado, la cual aún no había fermentado, cocieron tortas sin levadura.

40 Los israelitas vivieron en Egipto cuatrocientos treinta años,(T) 41 y el mismo día en que se cumplieron esos cuatrocientos treinta años todo el pueblo del Señor salió de ese país. 42 Esa noche el Señor sacó de Egipto a los hijos de Israel. Por lo tanto, todos ellos y sus generaciones futuras deben recordarla.

Footnotes

  1. Éxodo 3:15 Señor representa el nombre divino YHVH que aquí se relaciona con el verbo hayah, ser.