Éxodo 7-12
La Palabra (España)
7 El Señor respondió a Moisés:
— Mira, delante del faraón, te he hecho como un dios, y tu hermano Aarón será tu profeta. 2 Tú dirás todo lo que te ordene y Aarón, tu hermano, hablará con el faraón para que deje salir de su país a los israelitas. 3 Sin embargo, yo haré que el faraón se muestre intransigente, y tendré que realizar muchas señales y prodigios en Egipto. 4 Aun así, el faraón no os escuchará; pero yo descargaré mi poder sobre Egipto y sacaré de allí a Israel mi pueblo como un ejército en orden de batalla, y en medio de grandes castigos. 5 Cuando haya desplegado mi poder y hecho salir a los israelitas de en medio de ellos, reconocerán los egipcios que yo soy el Señor.
6 Moisés y Aarón hicieron exactamente lo que les ordenó el Señor. 7 Cuando hablaron con el faraón, Moisés tenía ochenta años y Aarón ochenta y tres.
Las plagas de Egipto (7,8—11,10)
La vara de Aarón
8 El Señor dijo a Moisés y Aarón:
9 — Cuando el faraón os pida que hagáis algún prodigio, le dirás a Aarón que tome su vara y la arroje delante del faraón; entonces la vara se convertirá en una serpiente.
10 Moisés y Aarón se presentaron ante el faraón e hicieron exactamente lo que les había ordenado el Señor. Aarón arrojó su vara ante el faraón y sus cortesanos, y la vara se convirtió en una serpiente. 11 El faraón mandó entonces llamar a sus sabios y magos, y los hechiceros de Egipto hicieron lo mismo con sus artes mágicas. 12 Cada uno arrojó su vara que también se convirtió en serpiente; pero la vara de Aarón engulló a las otras. 13 A pesar de ello, tal como predijo el Señor, el faraón se mantuvo intransigente y no les hizo caso.
Primera plaga: el agua convertida en sangre
14 El Señor dijo a Moisés:
— El faraón continúa intransigente y no deja salir al pueblo. 15 Así pues, mañana temprano, cuando se dirija al río, hazte el encontradizo con él, a la orilla del Nilo; no olvides llevar contigo la vara que se convirtió en serpiente 16 y dile:
— El Señor, Dios de los hebreos, me envía a decirte: “Deja salir a mi pueblo para que me rinda culto en el desierto”. Pero hasta ahora no has querido obedecer. 17 Por tanto, esto dice el Señor: Ahora vas a saber que yo soy el Señor. Por eso, cuando yo, Moisés, golpee las aguas del Nilo con la vara que llevo en mi mano, se convertirán en sangre; 18 los peces del Nilo morirán, y el río apestará de tal manera que beber de sus aguas causará una gran repugnancia a los egipcios.
19 El Señor dijo a Moisés:
— Manda a Aarón que tome su vara y extienda su mano sobre las aguas de Egipto, sobre sus ríos y canales, sobre sus estanques y todos sus depósitos de agua. Todas las aguas se convertirán en sangre; habrá sangre en todo el país de Egipto, incluso en los recipientes de madera y de piedra.
20 Moisés y Aarón obraron según lo ordenado por el Señor: Aarón alzó su vara, golpeó las aguas del Nilo ante la mirada del faraón y sus cortesanos, y las aguas del río se convirtieron en sangre. 21 Los peces del Nilo murieron, y el río empezó a despedir un olor tan pestilente que los egipcios no pudieron beber de sus aguas. Egipto entero se llenó de sangre.
22 Pero los magos de Egipto, valiéndose de sus artes mágicas, hicieron lo mismo. Así que el faraón continuó intransigente y no escuchó a Moisés y Aarón, tal como el Señor había predicho. 23 Sin dar importancia a lo ocurrido, el faraón se volvió a su palacio. 24 Los egipcios tuvieron que excavar pozos en las márgenes del Nilo para sacar agua potable, pues el agua del Nilo ya no lo era.
Segunda plaga: las ranas
25 Siete días después de que el Señor golpeara el agua del Nilo, 26 el Señor dijo a Moisés:
— Preséntate ante el faraón y dile: “Esto dice el Señor: Deja salir a mi pueblo para que me rinda culto. 27 Si te opones a dejarlo salir, infestaré tu reino con una plaga de ranas. 28 El Nilo bullirá de ranas, que saldrán de él y se meterán en tu casa, en tu alcoba, y en tu misma cama; se meterán también en las casas de tus cortesanos y de tu pueblo, en tus hornos y en tus artesas. 29 Llegarán incluso a saltar sobre ti, sobre tus cortesanos y sobre todo tu pueblo”.
8 Dijo, pues, el Señor a Moisés:
— Manda a Aarón que extienda su vara sobre los ríos, canales y estanques, para que se llene de ranas el país de Egipto.
2 Extendió Aarón su mano sobre las aguas de Egipto, y salió tal cantidad de ranas que se llenó de ellas el país. 3 Pero los magos, con sus artes mágicas, hicieron lo mismo: consiguieron que las ranas invadieran todo el país. 4 Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y Aarón y les dijo:
— Suplicad al Señor para que retire las ranas de mí y de mi pueblo, y dejaré salir a los israelitas para que ofrezcan sacrificios al Señor.
5 Moisés contestó al faraón:
— ¿Cuándo quieres que interceda por ti, por tus cortesanos y por tu pueblo, para que el Señor retire las ranas de ti y de tu palacio, y se queden tan solo en el río?
6 — Mañana mismo, respondió el faraón.
Moisés asintió:
— Así se hará, para que reconozcas que no hay nadie como el Señor nuestro Dios. 7 Las ranas se alejarán de ti y de tu palacio, de tus cortesanos y de todo tu pueblo; únicamente encontrarás ranas en el río.
8 Moisés y Aarón salieron de la presencia del faraón, y Moisés suplicó al Señor a propósito de las ranas con que había abrumado al faraón. 9 El Señor accedió a la petición de Moisés y murieron las ranas de las casas, patios y campos. 10 Los egipcios las recogieron y las amontonaron; y un hedor insoportable se extendió por todo el país. 11 Viendo el faraón que se le daba un respiro, se mantuvo intransigente y como había predicho el Señor, no cumplió lo prometido a Moisés y Aarón.
Tercera plaga: los mosquitos
12 El Señor dijo a Moisés:
— Manda a Aarón que extienda su vara y golpee con ella el polvo del suelo para que se convierta en mosquitos por todo Egipto.
13 Así lo hicieron. Aarón extendió la vara que tenía en la mano y golpeó el polvo del suelo, el cual se convirtió en una inmensa nube de mosquitos que atacaban a personas y animales. Todo el polvo del suelo de Egipto se transformó en mosquitos. 14 Los magos intentaron hacer lo mismo con sus artes mágicas, pero no lo lograron. Mientras tanto, los mosquitos seguían atacando a personas y animales. 15 Entonces los magos dijeron al faraón:
— ¡Esto es obra de Dios!
Pero el faraón seguía intransigente y no los escuchó, tal como había predicho el Señor.
Cuarta plaga: los tábanos
16 El Señor dijo a Moisés:
— Mañana temprano, cuando el faraón se dirija al río, preséntate ante él y dile: “Esto dice el Señor: Deja salir a mi pueblo para que me rinda culto. 17 Porque si no lo dejas salir, yo enviaré sobre ti, sobre tus cortesanos, sobre tu pueblo y tu palacio, tábanos que invadirán las casas de los egipcios, incluso el suelo que pisan. 18 Pero esta vez haré una excepción con la tierra de Gosen, donde habita mi pueblo, de modo que allí no habrá tábanos; así tendrás que reconocer que yo, el Señor, estoy en este país. 19 Haré distinción entre mi pueblo y el tuyo. Mañana mismo tendrá lugar esta señal”.
20 El Señor cumplió lo que había anunciado, y un enjambre de tábanos se precipitó sobre el palacio del faraón y las casas de sus cortesanos. Los tábanos dejaron todo el país completamente asolado.
21 Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y Aarón y les dijo:
— Id y rendid culto a vuestro Dios, pero sin salir de los límites del país.
22 Respondió Moisés:
— No podemos hacer eso, pues lo que nosotros ofrecemos en sacrificio al Señor, nuestro Dios, es abominable para los egipcios; y si inmolásemos a la vista de ellos lo que consideran abominable, sin duda nos apedrearían. 23 Debemos hacer un viaje de tres días por el desierto para ofrecer sacrificios al Señor, nuestro Dios, según él nos ha ordenado.
24 El faraón replicó:
— Os dejaré salir para ofrecer sacrificios al Señor vuestro Dios, con la condición de que no os alejéis demasiado. Y rogad también por mí.
25 Moisés repuso:
— En cuanto yo salga de tu presencia, rogaré al Señor para que mañana mismo los tábanos se alejen de ti, de tus cortesanos y de tu pueblo, pero siempre y cuando no vuelvas a engañarnos ni a impedir que los israelitas salgan a ofrecer sacrificios al Señor.
26 Apenas salió de la presencia del faraón, Moisés suplicó al Señor, 27 y el Señor accedió a la petición de Moisés; los tábanos se alejaron del faraón, de sus cortesanos y de su pueblo. ¡No quedó ni un tábano! 28 Pero el faraón, una vez más, mantuvo su intransigencia y no dejó salir al pueblo.
Quinta plaga: peste del ganado
9 El Señor dijo a Moisés:
— Preséntate ante el faraón y dile: “Esto dice el Señor, Dios de los hebreos: Deja salir a mi pueblo para que me rinda culto. 2 Si te resistes a dejarlo salir y continúas reteniéndolo por la fuerza, 3 el poder divino dañará el ganado de tus campos: caballos, asnos, camellos, vacas y ovejas. Habrá una epidemia terrible”. 4 Pero el Señor hará distinción entre el ganado de los israelitas y el de los egipcios: ninguna res israelita perecerá.
5 El Señor fijó un plazo diciendo:
— Mañana llevaré a cabo esta amenaza contra Egipto.
6 Y, en efecto, al día siguiente, el Señor cumplió su palabra: murió todo el ganado de los egipcios, pero del ganado de los israelitas no murió ni un solo animal. 7 Cuando el faraón mandó evaluar los daños, comprobó que del ganado de los israelitas no había muerto ni un solo animal. A pesar de ello, el faraón siguió mostrándose intransigente y no permitió salir al pueblo.
Sexta plaga: las llagas
8 El Señor dijo a Moisés y Aarón:
— Tomad ceniza de horno, y que Moisés la esparza por el aire en presencia del faraón. 9 La ceniza se extenderá por todo el país como una polvareda y en todo Egipto producirá úlceras purulentas en personas y animales.
10 Recogieron ceniza de horno, la esparció Moisés por el aire en presencia del faraón y tanto personas como animales se cubrieron de llagas purulentas. 11 Los magos no pudieron enfrentarse a Moisés porque les habían salido llagas al igual que a todos los egipcios. 12 Pero el Señor hizo que el faraón se mantuviera intransigente, sin hacer caso a Moisés y Aarón, como ya había predicho el Señor a Moisés.
Séptima plaga: el granizo
13 El Señor dijo a Moisés:
— Mañana, bien temprano, preséntate ante el faraón y dile: “Esto dice el Señor, Dios de los hebreos: Deja que mi pueblo salga a rendirme culto, 14 porque si no, voy a desencadenar esta vez sobre ti, sobre tus cortesanos y sobre todo tu pueblo, todas mis plagas. De este modo aprenderás que no hay nadie que se me parezca en toda la tierra. 15 Yo podría haber usado mi poder para herirte a ti y a los tuyos con la peste, y habríais desaparecido de la tierra; 16 pero te he preservado la vida para mostrarte mi poder y para que todo el mundo me conozca 17 ¿Y todavía te resistes a dejar salir a mi pueblo? 18 ¡Pues mira! Mañana a esta hora haré caer una granizada tan recia, como no se vio nunca en Egipto, desde su fundación hasta hoy. 19 Así que pon a resguardo tu ganado y cuanto tienes en el campo, porque la persona o animal que quede fuera sin ponerse a resguardo, será víctima de la granizada que le caerá encima”.
20 Los cortesanos del faraón que tomaron en serio la amenaza del Señor, resguardaron bajo techo a sus siervos y al ganado; 21 pero hubo otros que no dieron crédito a la amenaza y dejaron a sus siervos y ganados en el campo.
22 Y el Señor dijo a Moisés:
— Alza tu mano hacia el cielo, para que caiga granizo por todo el país de Egipto, sobre personas, animales y sobre los campos sembrados. 23 Moisés alzó su vara hacia el cielo, y el Señor desató una tormenta con truenos y granizo. Cayeron rayos sobre la tierra, y el Señor hizo que granizara en todo Egipto. 24 Caían los granizos y rayos mezclados con el granizo. Desde la fundación de Egipto no se vio jamás una granizada tan violenta. 25 Aquel granizo destrozó en todo el país de Egipto cuanto se encontraba en el campo —personas y animales—, machacó toda la vegetación y tronchó los árboles. 26 Únicamente el territorio de Gosen, donde vivían los israelitas, se libró del granizo.
27 Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y Aarón para decirles:
— Reconozco que esta vez he pecado. La culpa es mía y de mi pueblo, no del Señor que es justo. 28 Suplicad al Señor que cesen los truenos y el granizo y no os retendré más. Esta vez os dejaré salir.
29 Moisés le respondió:
— En cuanto salga de la ciudad, alzaré mis manos al Señor; los truenos y el granizo cesarán; así reconocerás que la tierra es del Señor. 30 Pero bien sé que ni tú ni tus cortesanos teméis todavía a Dios, el Señor.
31 La cosecha de lino y cebada se perdió, pues la cebada estaba ya espigada y el lino en flor. 32 En cambio, al trigo y al centeno no les afectó porque brotan más tarde.
33 Salió Moisés de la presencia del faraón y, una vez fuera de la ciudad, alzó sus manos al Señor. El granizo y los truenos cesaron, y escampó. 34 En cuanto el faraón vio que habían cesado la lluvia, el granizo y los truenos, volvió a pecar. No sólo él, sino también sus cortesanos se volvieron intransigentes. 35 El faraón se obstinó en no dejar salir a los israelitas, como el Señor ya había predicho por medio de Moisés.
Octava plaga: las langostas
10 El Señor dijo a Moisés:
— Preséntate ante el faraón, porque yo soy el que ha hecho que tanto él como sus cortesanos se muestren intransigentes, a fin de que se pongan de manifiesto en medio de ellos mis prodigios. 2 Así podrás contar a tus hijos y a tus nietos cómo castigué a Egipto y qué prodigios realicé entre ellos; y reconoceréis que yo soy el Señor.
3 Moisés y Aarón se presentaron ante el faraón y le dijeron:
— Esto dice el Señor, Dios de los hebreos: ¿Hasta cuándo te negarás a humillarte ante mí y a dejar salir a mi pueblo para que me rinda culto? 4 Si te niegas a dejarlo salir, mañana mismo voy a hacer que una plaga de langosta invada tu país. 5 Cubrirán tu país de tal manera que no se podrá ver el suelo, devorando el resto de la cosecha que se salvó del granizo junto con todos los árboles que crecen en vuestros campos. 6 Llenarán tus palacios, las casas de tus cortesanos y las del resto de los egipcios. ¡Será algo como nunca vieron tus padres ni tus abuelos desde que aparecieron sobre la tierra hasta el presente!
Dicho esto, Moisés dio media vuelta y salió de la presencia del faraón. 7 Los cortesanos del faraón le dijeron:
— ¿Hasta cuándo va a ser este hombre nuestra ruina? Deja marchar a esa gente y que rindan culto al Señor, su Dios.
8 Entonces hicieron volver a Moisés y Aarón ante el faraón, el cual les dijo:
— Id y rendid culto al Señor vuestro Dios. Pero, ¿quiénes son los que van a ir?
9 Moisés respondió:
— Para celebrar la fiesta en honor del Señor, hemos de ir con nuestros niños y ancianos, con nuestros hijos e hijas, con nuestras ovejas y vacas.
10 El faraón les replicó diciendo:
— ¡Estáis muy equivocados si pensáis que voy a dejar que os marchéis con vuestros niños! ¡Algo estáis tramando! 11 No iréis como decís; sólo iréis los varones adultos a rendir culto al Señor, ya que eso es lo que habéis pedido.
Acto seguido, los echaron de la presencia del faraón.
12 El Señor dijo a Moisés:
— Extiende tu mano sobre Egipto, para que venga sobre el país una plaga de langostas y devore la vegetación que no destruyó el granizo.
13 Moisés extendió su vara, apuntando hacia Egipto, y el Señor hizo soplar sobre el país el viento del este, desde la mañana hasta la noche. Al amanecer, el viento del este había traído una plaga de langostas 14 que invadió todo el país, hasta el último rincón. ¡Nunca antes se había visto tal cantidad de langostas, ni se vio después algo parecido! 15 Las langostas cubrieron el país de tal modo que se oscureció su superficie; devoraron todas las plantas del país y todos los frutos de los árboles que se habían salvado del granizo. No dejaron nada verde en ningún lugar de Egipto: ni en el campo, ni en los árboles.
16 El faraón mandó llamar urgentemente a Moisés y Aarón para decirles:
— Reconozco que he pecado contra el Señor, vuestro Dios, y contra vosotros. 17 Os ruego que de nuevo me perdonéis y que roguéis al Señor, vuestro Dios, que aleje de aquí este desastroso castigo.
18 Moisés salió de su presencia y oró al Señor. 19 El Señor cambió la dirección del viento, y un viento fuerte del oeste barrió las langostas y las arrojó al mar de las Cañas. No quedó en todo Egipto una sola langosta. 20 Pero el Señor mantuvo al faraón en su postura intransigente y no dejó salir a los israelitas.
Novena Plaga: Las tinieblas
21 El Señor dijo a Moisés:
— Alza tu mano hacia el cielo, para que aparezcan sobre todo Egipto unas tinieblas tan densas que se puedan palpar.
22 Moisés así lo hizo, y se cernió sobre Egipto una espesa tiniebla que duró tres días. 23 Durante ese tiempo nadie pudo moverse, pues no se veían unos a otros; pero sí hubo luz donde vivían los israelitas. 24 Una vez más el faraón mandó llamar a Moisés y le dijo:
— Id con vuestros hijos a rendir culto al Señor, vuestro Dios, pero dejad aquí vuestras ovejas y vacas.
25 Moisés respondió:
— Tienes que dejarnos llevar también las víctimas para los sacrificios y holocaustos en honor del Señor, nuestro Dios; 26 también nuestro ganado ha de venir con nosotros. No dejaremos aquí ni una sola res, porque debemos rendir culto al Señor, nuestro Dios, con las cosas que nos pertenecen; y hasta que no lleguemos allí, no sabremos qué es lo adecuado para rendirle culto.
27 El Señor hizo que el faraón se mantuviera intransigente y que no los dejara salir. 28 Dijo además el faraón a Moisés:
— ¡Fuera de aquí! Y no vuelvas nunca más a presentarte ante mí, pues el día en que aparezcas nuevamente por aquí, morirás.
29 A lo que Moisés respondió:
— Será como dices, no me verás nunca más.
Décima plaga: Muerte de los primogénitos
11 El Señor dijo a Moisés:
— Todavía voy a mandar una plaga más sobre el faraón y los egipcios; después de ella, no sólo os dejará salir, sino que os expulsará. 2 Di, pues, a los israelitas que cada uno pida a sus vecinos y vecinas de Egipto objetos de oro y plata.
3 El Señor hizo que los egipcios fuesen generosos con los israelitas; incluso el mismo Moisés gozaba de gran consideración tanto entre los cortesanos del faraón, como entre el resto de los egipcios. 4 Y dijo Moisés al faraón:
— Esto dice el Señor: A eso de la medianoche pasaré a través de Egipto 5 y todos los primogénitos egipcios morirán, desde el primogénito del faraón, su heredero, hasta el primogénito de la sierva que muele en el molino; y lo mismo sucederá con las primeras crías del ganado 6 Entonces resonarán en todo Egipto gritos de desolación, como nunca los hubo ni los habrá jamás. 7 Pero en lo que se refiere a Israel, se trate de personas o de animales, ni un perro les ladrará, para que reconozcáis que el Señor ha tratado de modo diferente a egipcios e israelitas. 8 Entonces, vendrán a verme tus cortesanos que de rodillas me dirán: “Márchate con todo el pueblo que te sigue”. Después de esto me marcharé.
Y salió Moisés muy indignado de la presencia del faraón.
9 El Señor dijo a Moisés:
— El faraón no os hará caso y tendré que multiplicar mis prodigios en Egipto.
10 Moisés y Aarón hicieron todos estos prodigios en presencia del faraón, pero como el Señor mantuvo al faraón intransigente, este no dejó salir de Egipto a los israelitas.
La salida de Egipto (12,1—15,21)
La Pascua
12 Estando aún Moisés y Aarón en Egipto, les dijo el Señor:
2 — Este mes será para vosotros el principal, el mes con que comenzaréis el año. 3 Decid a toda la comunidad de Israel: el diez de este mes cada uno se ha de hacer con un cordero, uno por cada casa y familia. 4 Si la familia es muy pequeña para comérselo entero, que se junte con su vecino más próximo teniendo en cuenta el número de comensales y la porción de cordero que cada uno pueda comer. 5 El cordero deberá ser de un año, macho y sin ningún defecto. Podrá ser cordero o cabrito. 6 Lo guardaréis hasta el día catorce de este mes, y en la tarde de ese día toda la comunidad de Israel procederá a inmolarlo. 7 Untaréis luego con la sangre del animal las jambas y el dintel de la puerta de las casas en que se haya de comer. 8 En esa noche se comerá la carne asada al fuego, acompañada de hierbas amargas y panes sin levadura. 9 No comeréis nada crudo o cocido. Todo deberá estar asado al fuego: cabeza, patas y vísceras. 10 Nada dejaréis para el día siguiente; si queda algo, lo quemaréis. 11 Lo comeréis así: la túnica atada, las sandalias abrochadas y la vara en la mano; os lo comeréis a toda prisa. Es la Pascua del Señor.
12 Esa noche recorreré el país de Egipto para exterminar a todos sus primogénitos, tanto personas como animales. De este modo, yo, el Señor, daré un justo escarmiento a todos los dioses egipcios. 13 La sangre servirá de señal en las casas que habitáis: cuando yo vea la sangre pasaré de largo y no os alcanzará la plaga exterminadora con que castigaré a Egipto. 14 Ese será para vosotros un día memorable; en él celebraréis fiesta en honor del Señor, y esto quedará como institución perpetua para las generaciones futuras.
Los panes sin levadura
15 Durante siete días comeréis panes sin levadura; desde el primer día haréis desaparecer la levadura de vuestras casas, porque cualquiera que comiere algo fermentado durante esos días será expulsado de Israel. 16 Tanto el primer día como el séptimo, celebraréis una asamblea sagrada. Durante esos días no estará permitido realizar ningún trabajo, exceptuando únicamente el necesario para preparar la comida. 17 Observaréis la fiesta de los Panes sin levadura, porque en ese día saqué yo a vuestras tribus de Egipto. Celebraréis ese día como institución perpetua para las generaciones venideras. 18 Desde la tarde del día catorce del primer mes hasta la tarde del veintiuno comeréis panes sin levadura. 19 Durante esos siete días no deberá haber levadura en vuestras casas, porque cualquiera que coma algo fermentado, tanto si es extranjero como si es israelita, será expulsado de la comunidad de Israel.
20 No comeréis nada fermentado; donde quiera que habitéis, comeréis panes sin levadura.
Sacrificio del cordero
21 Moisés convocó a todos los ancianos de Israel y les dijo:
— Id a escoger un cordero por familia, e inmoladlo para celebrar la Pascua. 22 Después tomad un manojo de hisopo, empapadlo en la sangre del animal recogida en un recipiente, y untad con ella el dintel y las dos jambas de la puerta. Que nadie salga de su casa hasta la mañana siguiente. 23 Porque el Señor pasará hiriendo de muerte a los egipcios, y cuando vea la sangre en el dintel y en las dos jambas, pasará sin detenerse en aquella puerta y no dejará que el exterminador entre en vuestras casas para matar. 24 Obedeced este mandato del Señor como una ley perpetua para vosotros y para vuestros hijos. 25 Cuando entréis en la tierra que el Señor os va a dar, tal como lo ha prometido, seguiréis manteniendo este rito. 26 Y cuando vuestros hijos os pregunten: “¿Qué significa este rito?”, 27 les responderéis: “Es el sacrificio de la Pascua en honor del Señor, que pasó sin detenerse en las casas de los israelitas en Egipto, cuando hirió de muerte a los egipcios y protegió a nuestras familias”.
Entonces los israelitas se postraron en actitud de adoración. 28 Luego hicieron lo que el Señor había ordenado a Moisés y Aarón.
La muerte de los primogénitos
29 A medianoche, el Señor hizo morir a los primogénitos en Egipto, desde el primogénito del faraón —heredero del trono— hasta el primogénito del que estaba encerrado en el calabozo, y también a las primeras crías del ganado. 30 Se levantó aquella noche el faraón junto con sus cortesanos y todos los egipcios, y un alarido inmenso se oyó en todo Egipto porque no había casa en donde no hubiera algún muerto. 31 Esa misma noche el faraón mandó llamar a Moisés y Aarón para decirles:
— Marchaos, alejaos de mi gente; vosotros y todos los israelitas id a ofrecer culto al Señor, como pedisteis. 32 Llevad también con vosotros las ovejas y las vacas, como queríais, y marchaos. Y rogad por mí.
Éxodo de Egipto
33 Los egipcios acuciaban al pueblo, para que saliese del país cuanto antes, pues decían: “Vamos a morir todos”. 34 El pueblo recogió la masa de harina aún sin fermentar y, junto con las artesas, la envolvieron en mantas y se la echaron al hombro. 35 Además, obedeciendo las órdenes de Moisés, les pidieron a los egipcios objetos de oro y plata, y vestidos. 36 El Señor hizo que los israelitas se ganasen el favor de los egipcios, que les dieron todo cuanto les pedían. Así fue como despojaron a los egipcios.
37 Los israelitas partieron de Ramsés en dirección a Sucot; eran más de seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños. 38 Además partió con ellos una enorme muchedumbre de gente con gran cantidad de ovejas y vacas. 39 Como la masa que sacaron de Egipto no llegó a fermentar, la cocieron e hicieron panes sin levadura, pues al tener que salir precipitadamente, expulsados por los egipcios, no tuvieron tiempo de hacer otras provisiones para el viaje.
40 Los israelitas estuvieron en Egipto cuatrocientos treinta años. 41 Y justo en el mismo día en que se cumplían los cuatrocientos treinta años, todos los ejércitos del Señor salieron de Egipto. 42 Aquella noche el Señor veló para sacarlos de Egipto. Esa es la noche del Señor, noche en que los israelitas también deberán mantenerse en vela generación tras generación.
Leyes de la Pascua
43 El Señor dijo a Moisés y Aarón:
— Estas son las instrucciones relativas a la Pascua: Ningún extranjero podrá comer el cordero pascual. 44 En cambio, sí podrá comer de él el esclavo que hayas comprado y circuncidado. 45 Tampoco lo comerá el inmigrante ni el jornalero. 46 Lo comeréis todo en la misma casa. No se sacará de la casa el más mínimo trozo de carne del animal sacrificado, ni se le quebrará un solo hueso. 47 Toda la comunidad de Israel celebrará la Pascua. 48 Y si el inmigrante que vive con vosotros quiere celebrar la Pascua en honor del Señor, antes deberá circuncidar a todos los varones de su familia. Después de esto podrá celebrar la Pascua como uno más de vosotros. Pero ningún incircunciso participará de la Pascua. 49 Habrá una misma ley para los nativos y para los inmigrantes que habiten entre vosotros.
50 Los israelitas lo hicieron todo según lo ordenado por el Señor a Moisés y Aarón. 51 Y aquel mismo día, el Señor sacó de Egipto a los israelitas como un ejército en orden de batalla.
La Palabra, (versión española) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España